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𝗘𝗹 𝗔𝗽𝗲𝘁𝗶𝘁𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗿𝗼𝗺𝗽𝗲 𝗰𝗮𝗱𝗲𝗻𝗮𝘀. 𝗣𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗜𝗜𝗜
Horas más tarde, mientras el humo y las llamas consumían lo que quedaba de la prisión, Bái Zhē caminaba hacia la salida, cubierto de sangre. Su andar era relajado, casi despreocupado, como si acabara de terminar una pintura particularmente inspirada.
Se detuvo frente a una pared derrumbada y observó el horizonte. El hambre dentro de él rugía, pero no era solo un deseo de carne; era un anhelo de algo más profundo, una necesidad de crear, de consumir, de honrar.
—Taotie, tu siervo está libre otra vez... —murmuró, inclinando la cabeza como si rezara. Luego, comenzó a caminar hacia la oscuridad, listo para continuar su obra.
Horas más tarde, mientras el humo y las llamas consumían lo que quedaba de la prisión, Bái Zhē caminaba hacia la salida, cubierto de sangre. Su andar era relajado, casi despreocupado, como si acabara de terminar una pintura particularmente inspirada.
Se detuvo frente a una pared derrumbada y observó el horizonte. El hambre dentro de él rugía, pero no era solo un deseo de carne; era un anhelo de algo más profundo, una necesidad de crear, de consumir, de honrar.
—Taotie, tu siervo está libre otra vez... —murmuró, inclinando la cabeza como si rezara. Luego, comenzó a caminar hacia la oscuridad, listo para continuar su obra.
𝗘𝗹 𝗔𝗽𝗲𝘁𝗶𝘁𝗼 𝗾𝘂𝗲 𝗿𝗼𝗺𝗽𝗲 𝗰𝗮𝗱𝗲𝗻𝗮𝘀. 𝗣𝗮𝗿𝘁𝗲 𝗜𝗜𝗜
Horas más tarde, mientras el humo y las llamas consumían lo que quedaba de la prisión, Bái Zhē caminaba hacia la salida, cubierto de sangre. Su andar era relajado, casi despreocupado, como si acabara de terminar una pintura particularmente inspirada.
Se detuvo frente a una pared derrumbada y observó el horizonte. El hambre dentro de él rugía, pero no era solo un deseo de carne; era un anhelo de algo más profundo, una necesidad de crear, de consumir, de honrar.
—Taotie, tu siervo está libre otra vez... —murmuró, inclinando la cabeza como si rezara. Luego, comenzó a caminar hacia la oscuridad, listo para continuar su obra.
