[Oda a Afrodita, Madre del Amor]

Madre, en tus ojos se esconde el brillo
de los cielos que jamás alcanzan sombra,
y en tu risa, el susurro suave y sencillo
del viento que acaricia el mar y lo nombra.

Tus manos, como olas, tejen encantos
que en cada rincón del mundo se despiertan,
y tus labios, con sus murmullos tantos,
son el dulce cantar que en mí se inserta.

Bajo tu toque, el caos se convierte
en danza que en la piel se vuelve fuego;
y el amor, que en tu pecho se vierte,
es la vida misma, sin final ni ruego.

En tus ojos, madre, veo mis alas,
en tu voz, mi arco y mi flecha incansable,
pues todo lo que soy, de ti se embalsa,
y en tu fuerza, la vida es invulnerable.

Así te venero, diosa del misterio,
con humildad de hijo, pero pleno en su gloria,
y en mi pecho arde siempre, en un imperio,
el amor que me has dado como historia.


[ Por cierto, busco quién desee interpretarla para llenarle de amor, atenciones y detalles]
[Oda a Afrodita, Madre del Amor] Madre, en tus ojos se esconde el brillo de los cielos que jamás alcanzan sombra, y en tu risa, el susurro suave y sencillo del viento que acaricia el mar y lo nombra. Tus manos, como olas, tejen encantos que en cada rincón del mundo se despiertan, y tus labios, con sus murmullos tantos, son el dulce cantar que en mí se inserta. Bajo tu toque, el caos se convierte en danza que en la piel se vuelve fuego; y el amor, que en tu pecho se vierte, es la vida misma, sin final ni ruego. En tus ojos, madre, veo mis alas, en tu voz, mi arco y mi flecha incansable, pues todo lo que soy, de ti se embalsa, y en tu fuerza, la vida es invulnerable. Así te venero, diosa del misterio, con humildad de hijo, pero pleno en su gloria, y en mi pecho arde siempre, en un imperio, el amor que me has dado como historia. [ Por cierto, busco quién desee interpretarla para llenarle de amor, atenciones y detalles]
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