—Te encontré aquí, entre sombras y libros viejos, como si también estuvieras buscándome a mí—.
Tan pequeño, tan frágil, tus ojos, dos faroles diminutos en esta penumbra, me miran sin juzgar, como si supieras algo que yo aún no entiendo.
—Tú también estás solo, ¿verdad? —dije en voz baja, como si temiera despertar al silencio—. En un mundo tan grande y tan lleno de gente que no sabe ver. Humanos… malos, algunos. Otros, indiferentes. Pero tú no. Tú me viste.
Por un instante, la soledad que tanto pesa se siente… menos sola. Tal vez porque, en el fondo, ni tú ni yo estábamos realmente perdidos. Solo nos estábamos buscando.
Tan pequeño, tan frágil, tus ojos, dos faroles diminutos en esta penumbra, me miran sin juzgar, como si supieras algo que yo aún no entiendo.
—Tú también estás solo, ¿verdad? —dije en voz baja, como si temiera despertar al silencio—. En un mundo tan grande y tan lleno de gente que no sabe ver. Humanos… malos, algunos. Otros, indiferentes. Pero tú no. Tú me viste.
Por un instante, la soledad que tanto pesa se siente… menos sola. Tal vez porque, en el fondo, ni tú ni yo estábamos realmente perdidos. Solo nos estábamos buscando.
—Te encontré aquí, entre sombras y libros viejos, como si también estuvieras buscándome a mí—.
Tan pequeño, tan frágil, tus ojos, dos faroles diminutos en esta penumbra, me miran sin juzgar, como si supieras algo que yo aún no entiendo.
—Tú también estás solo, ¿verdad? —dije en voz baja, como si temiera despertar al silencio—. En un mundo tan grande y tan lleno de gente que no sabe ver. Humanos… malos, algunos. Otros, indiferentes. Pero tú no. Tú me viste.
Por un instante, la soledad que tanto pesa se siente… menos sola. Tal vez porque, en el fondo, ni tú ni yo estábamos realmente perdidos. Solo nos estábamos buscando.