¿Cómo es que algo tan simple podía ponerlo de mal humor tan pronto? Solo era un café, realmente no había demasiada ciencia en prepararlo cuando el giro del negocio era justamente ese. Pero, también, Nikolay sabía que era su culpa. Desde el momento en que notó que Jelenna no atendía en el mostrador, debió abandonar ese local para dirigirse a uno donde lograra sentirse en confianza o, cuando menos, no estuviese la única persona que pareciera no comprender que era mudo. No era su culpa no poder hablar y que no entendieran el lenguaje de señas, pero creía que no debían ser tan estúpidos para no entender lo que había señalado en el menú impreso que tenían sobre la barra: Cafe latte. Grande.

Así que ahora estaba allí, sentado en una mesa con una orden que no era suya mientras que veía por la ventana del establecimiento. ¿Cuándo había sido la última vez que se sintiera tan frustrado? Probablemente la semana pasada, cuando le habían pedido algunas fotos para promocionar una nueva bebida y le insistían, desesperadamente, que participara en el video para redes sociales? De verdad que Nikolay no entendía el afán de las personas por escucharlo hablar. No podía, simplemente era algo que no podía hacer y aún así nunca faltaban los que cuestionaban sus respuestas textuales. "¿Pero cómo es que no puedes?" "Pero, ¿lo has intentado alguna vez?" "Si te esfuerzas seguramente puedes hacerlo".

Suspiró, harto, y solo el sonido de su teléfono al vibrar insistentemente sobre la mesa había captado su atención. Cuando lo tomó, notó que en la pantalla aparecía la fotografía de una de sus hermanas, de Irina, pero prefirió ignorarla mientras que bajaba aún más el volumen hasta dejarlo en silencio. Luego tomó la taza entre sus manos y miró el contenido. No tenía ese clásico ni precioso dibujo de corazones encima, solo era una aburrida mancha café que le había costado trabajo aclarar con un montón de botecitos de crema. Sopló un poco, luego de acercarsela a la boca e hizo una mueca de desagrado. No era lo que esperaba, pero la pena de repetirle lo que quería una y otra vez era mayor.

« ¿Es que cada día que pasa la gente se vuelve más tonta? » Aquel pensamiento cruzó su mente, no tuvo reparo ni remordimiento alguno mientras veía como en la barra se hacían un lío con los pedidos. Para todos era fácil hablar, repetir los cinco o seis ingredientes que querían para su orden, el tipo de leche, de grano o de especias, la cantidad de endulzantes y sabores a poner, el tipo de crema, la medida, la cantidad de hielo. Todo podían decirlo libremente y aún así se frustraban porque a su orden le faltaba algo. Si ninguno de ellos pudiera hablar, ¿realmente valorarían más sus tonterías? Niko rodó los ojos, harto del ruido que escuchaba y del pésimo sabor que le había quedado en la boca, seguramente no volvería a ese lugar otra vez si no estaba Jelenna para recibirlo con una sonrisa. « Y yo que pensaba traer a las gemelas. De seguro Irisha habría hecho un escándalo por esto. »
¿Cómo es que algo tan simple podía ponerlo de mal humor tan pronto? Solo era un café, realmente no había demasiada ciencia en prepararlo cuando el giro del negocio era justamente ese. Pero, también, Nikolay sabía que era su culpa. Desde el momento en que notó que Jelenna no atendía en el mostrador, debió abandonar ese local para dirigirse a uno donde lograra sentirse en confianza o, cuando menos, no estuviese la única persona que pareciera no comprender que era mudo. No era su culpa no poder hablar y que no entendieran el lenguaje de señas, pero creía que no debían ser tan estúpidos para no entender lo que había señalado en el menú impreso que tenían sobre la barra: Cafe latte. Grande. Así que ahora estaba allí, sentado en una mesa con una orden que no era suya mientras que veía por la ventana del establecimiento. ¿Cuándo había sido la última vez que se sintiera tan frustrado? Probablemente la semana pasada, cuando le habían pedido algunas fotos para promocionar una nueva bebida y le insistían, desesperadamente, que participara en el video para redes sociales? De verdad que Nikolay no entendía el afán de las personas por escucharlo hablar. No podía, simplemente era algo que no podía hacer y aún así nunca faltaban los que cuestionaban sus respuestas textuales. "¿Pero cómo es que no puedes?" "Pero, ¿lo has intentado alguna vez?" "Si te esfuerzas seguramente puedes hacerlo". Suspiró, harto, y solo el sonido de su teléfono al vibrar insistentemente sobre la mesa había captado su atención. Cuando lo tomó, notó que en la pantalla aparecía la fotografía de una de sus hermanas, de Irina, pero prefirió ignorarla mientras que bajaba aún más el volumen hasta dejarlo en silencio. Luego tomó la taza entre sus manos y miró el contenido. No tenía ese clásico ni precioso dibujo de corazones encima, solo era una aburrida mancha café que le había costado trabajo aclarar con un montón de botecitos de crema. Sopló un poco, luego de acercarsela a la boca e hizo una mueca de desagrado. No era lo que esperaba, pero la pena de repetirle lo que quería una y otra vez era mayor. « ¿Es que cada día que pasa la gente se vuelve más tonta? » Aquel pensamiento cruzó su mente, no tuvo reparo ni remordimiento alguno mientras veía como en la barra se hacían un lío con los pedidos. Para todos era fácil hablar, repetir los cinco o seis ingredientes que querían para su orden, el tipo de leche, de grano o de especias, la cantidad de endulzantes y sabores a poner, el tipo de crema, la medida, la cantidad de hielo. Todo podían decirlo libremente y aún así se frustraban porque a su orden le faltaba algo. Si ninguno de ellos pudiera hablar, ¿realmente valorarían más sus tonterías? Niko rodó los ojos, harto del ruido que escuchaba y del pésimo sabor que le había quedado en la boca, seguramente no volvería a ese lugar otra vez si no estaba Jelenna para recibirlo con una sonrisa. « Y yo que pensaba traer a las gemelas. De seguro Irisha habría hecho un escándalo por esto. »
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