Entre trazos y sombras
Los zapatos bien lustrados resonaban con cada paso sobre el suelo pulido de la universidad, un contraste innegable con el bullicio relajado que impregnaba los pasillos de la facultad de artes. Joon, con su traje impecable y una carpeta delgada bajo el brazo, trataba de mantener un perfil bajo mientras avanzaba, aunque no era fácil. No era un rostro familiar en el campus, y su porte serio destacaba entre la marea de estudiantes.
Al llegar al edificio principal de la facultad, los colores brillantes de los murales y el aroma de pintura fresca le recordaron que estaba en un territorio completamente ajeno al suyo, o al menos ajeno desde hacía ya algunos años. No quería causar revuelo; su intención era moverse rápido, hacer unas preguntas discretas y recoger información clave. Habían pasado dos días desde la desaparición del estudiante, y cada hora que pasaba hacía que las probabilidades de encontrarlo disminuyeran.
Se detuvo frente al aula donde, según los registros, el desaparecido había asistido a su última clase. Echó un vistazo rápido al interior: lienzos a medio terminar, pinceles olvidados sobre las mesas, y un grupo reducido de estudiantes hablando en voz baja, sin prestar demasiada atención a la figura extraña que había aparecido en el umbral.
Respiró hondo y se adentró en el salón, su presencia lo suficientemente llamativa como para interrumpir parte de las conversaciones. Se aclaró la garganta y con un tono amable, pero firme, dirigió su atención al grupo:
— Buenos días. Lamento interrumpir, necesito hacer unas preguntas rápidas respecto a su compañero — mencionó, enseñando su placa antes de regresarla al bolsillo interno del saco. — Nada complicado. Si pueden prestar unos minutos, me gustaría hablar en privado.
Su mirada se paseó entre los presentes, dejando la invitación abierta con cautela. No deseaba intimidarlos; al contrario, esperaba iniciar con buen pie si se lo permitían.
Sin embargo, sus ojos se detuvieron un breve instante en un estudiante cuya postura le resultaba curiosa, casi reconfortante. No era nada fuera de lo común, solo esa conexión sutil que surge con quien inspira tranquilidad. Joon, con una sonrisa leve, regresó al umbral y revisó su reloj, más por hábito que por necesidad.
✿ㅤׄ 𝓐kιrᥲ ꒱
Al llegar al edificio principal de la facultad, los colores brillantes de los murales y el aroma de pintura fresca le recordaron que estaba en un territorio completamente ajeno al suyo, o al menos ajeno desde hacía ya algunos años. No quería causar revuelo; su intención era moverse rápido, hacer unas preguntas discretas y recoger información clave. Habían pasado dos días desde la desaparición del estudiante, y cada hora que pasaba hacía que las probabilidades de encontrarlo disminuyeran.
Se detuvo frente al aula donde, según los registros, el desaparecido había asistido a su última clase. Echó un vistazo rápido al interior: lienzos a medio terminar, pinceles olvidados sobre las mesas, y un grupo reducido de estudiantes hablando en voz baja, sin prestar demasiada atención a la figura extraña que había aparecido en el umbral.
Respiró hondo y se adentró en el salón, su presencia lo suficientemente llamativa como para interrumpir parte de las conversaciones. Se aclaró la garganta y con un tono amable, pero firme, dirigió su atención al grupo:
— Buenos días. Lamento interrumpir, necesito hacer unas preguntas rápidas respecto a su compañero — mencionó, enseñando su placa antes de regresarla al bolsillo interno del saco. — Nada complicado. Si pueden prestar unos minutos, me gustaría hablar en privado.
Su mirada se paseó entre los presentes, dejando la invitación abierta con cautela. No deseaba intimidarlos; al contrario, esperaba iniciar con buen pie si se lo permitían.
Sin embargo, sus ojos se detuvieron un breve instante en un estudiante cuya postura le resultaba curiosa, casi reconfortante. No era nada fuera de lo común, solo esa conexión sutil que surge con quien inspira tranquilidad. Joon, con una sonrisa leve, regresó al umbral y revisó su reloj, más por hábito que por necesidad.
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Los zapatos bien lustrados resonaban con cada paso sobre el suelo pulido de la universidad, un contraste innegable con el bullicio relajado que impregnaba los pasillos de la facultad de artes. Joon, con su traje impecable y una carpeta delgada bajo el brazo, trataba de mantener un perfil bajo mientras avanzaba, aunque no era fácil. No era un rostro familiar en el campus, y su porte serio destacaba entre la marea de estudiantes.
Al llegar al edificio principal de la facultad, los colores brillantes de los murales y el aroma de pintura fresca le recordaron que estaba en un territorio completamente ajeno al suyo, o al menos ajeno desde hacía ya algunos años. No quería causar revuelo; su intención era moverse rápido, hacer unas preguntas discretas y recoger información clave. Habían pasado dos días desde la desaparición del estudiante, y cada hora que pasaba hacía que las probabilidades de encontrarlo disminuyeran.
Se detuvo frente al aula donde, según los registros, el desaparecido había asistido a su última clase. Echó un vistazo rápido al interior: lienzos a medio terminar, pinceles olvidados sobre las mesas, y un grupo reducido de estudiantes hablando en voz baja, sin prestar demasiada atención a la figura extraña que había aparecido en el umbral.
Respiró hondo y se adentró en el salón, su presencia lo suficientemente llamativa como para interrumpir parte de las conversaciones. Se aclaró la garganta y con un tono amable, pero firme, dirigió su atención al grupo:
— Buenos días. Lamento interrumpir, necesito hacer unas preguntas rápidas respecto a su compañero — mencionó, enseñando su placa antes de regresarla al bolsillo interno del saco. — Nada complicado. Si pueden prestar unos minutos, me gustaría hablar en privado.
Su mirada se paseó entre los presentes, dejando la invitación abierta con cautela. No deseaba intimidarlos; al contrario, esperaba iniciar con buen pie si se lo permitían.
Sin embargo, sus ojos se detuvieron un breve instante en un estudiante cuya postura le resultaba curiosa, casi reconfortante. No era nada fuera de lo común, solo esa conexión sutil que surge con quien inspira tranquilidad. Joon, con una sonrisa leve, regresó al umbral y revisó su reloj, más por hábito que por necesidad.
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