Descansando aún al pie del árbol, vió que alguien le dejó un paquete envuelto con cuidado. Al principio, frunció el ceño, sabiendo que en su vida rara vez hay sorpresas agradables. Se acercó y, con curiosidad, desenvolvió el paquete, encontrándose con un dragón rojo de peluche.

Se queda inmóvil por un segundo, observando el muñeco con sorpresa. No es lo que esperaba, para nada. Era pequeño, pero tenia detalles que lo hacian único, desde las escamas tejidas hasta los ojos brillantes. No sabía si reír o enojarse.

—¿Un dragón? ¿De peluche? Esto… No me lo esperaba. —Lo sostuvo en las manos, mirando el dragón rojo como si estuviera evaluando su propósito.

Después de un rato de silencio, no pudo evitar soltar una risa suave, casi imperceptible, pero auténtica. Nunca pensó que un peluche podría hacerla sentir de esa manera.

—¿Esto es una broma? ¿Un dragón de peluche por mi cumpleaños? —Murmuró en voz baja, sin poder evitar sonreír.

Su mirada se suavizó, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió un poco más ligera. Aunque no iba a admitir, aquel gesto tan inesperado tocó algo en ella. No era el tipo de regalo que esperaría de alguien, pero de alguna manera era perfecto en su simplicidad.

—Es ridículo... Pero me hace sentir bien. ¿Por qué? —Su mente dió vueltas, pero decidió no complicarlo más. Miró al peluche una vez más y se recostó contra el árbol, agarrando este de cerca.

—Gracias. No sé si esto fue una broma o... Algo más, pero es... Bonito.

Sintió una calidez que no solía permitirse abiertamente, y aunque no iba a admitirlo completamente, la ligera sonrisa permaneció en su rostro mientras observaba el dragón rojo de peluche. Leyó el mensaje escrito en la tarjeta adjunta. Al principio, su mirada se endureció, tratando de comprender el propósito detrás de palabras tan amables. Su corazón dio un ligero salto, pero no lo mostró. El peluche ahora parecía más un símbolo de algo que va más allá de lo que esperaba.

—Abrazar algo... No suelo hacerlo, pero esto... Parece extraño. —Por un momento, se quedó quieta, el dragón en sus manos, y algo en ella comenzó a cuestionar por qué, de alguna manera, algo tan simple podría tocarla tan profundamente.— Compañía… en los malos momentos…

Sintió un impulso de tirar el peluche a un lado, de rechazar el gesto por completo, como una forma de protegerse. Pero, al mirarlo de nuevo, el mensaje calentó su corazón más de lo que debería. Suspiró, sin poder evitar un pequeño, casi imperceptible cambio en su actitud.

—Gracias... No sé si esto es lo que esperabas, pero… No está mal. —Musito, en voz baja, con una ligera sonrisa.

Abrazo el dragón de peluche, con un de familiaridad, embriagándose de una sensación de consuelo en ese pequeño gesto de apreciación.

—Quizás... Tal vez no está tan mal tener algo a lo que aferrarse de vez en cuando.

[¡Muchas gracias por el regalo, Maximiliaan y Jack Williams! ♥
El dragoncito rojo me ha enternecido mucho.~]
Descansando aún al pie del árbol, vió que alguien le dejó un paquete envuelto con cuidado. Al principio, frunció el ceño, sabiendo que en su vida rara vez hay sorpresas agradables. Se acercó y, con curiosidad, desenvolvió el paquete, encontrándose con un dragón rojo de peluche. Se queda inmóvil por un segundo, observando el muñeco con sorpresa. No es lo que esperaba, para nada. Era pequeño, pero tenia detalles que lo hacian único, desde las escamas tejidas hasta los ojos brillantes. No sabía si reír o enojarse. —¿Un dragón? ¿De peluche? Esto… No me lo esperaba. —Lo sostuvo en las manos, mirando el dragón rojo como si estuviera evaluando su propósito. Después de un rato de silencio, no pudo evitar soltar una risa suave, casi imperceptible, pero auténtica. Nunca pensó que un peluche podría hacerla sentir de esa manera. —¿Esto es una broma? ¿Un dragón de peluche por mi cumpleaños? —Murmuró en voz baja, sin poder evitar sonreír. Su mirada se suavizó, y por primera vez en mucho tiempo, se sintió un poco más ligera. Aunque no iba a admitir, aquel gesto tan inesperado tocó algo en ella. No era el tipo de regalo que esperaría de alguien, pero de alguna manera era perfecto en su simplicidad. —Es ridículo... Pero me hace sentir bien. ¿Por qué? —Su mente dió vueltas, pero decidió no complicarlo más. Miró al peluche una vez más y se recostó contra el árbol, agarrando este de cerca. —Gracias. No sé si esto fue una broma o... Algo más, pero es... Bonito. Sintió una calidez que no solía permitirse abiertamente, y aunque no iba a admitirlo completamente, la ligera sonrisa permaneció en su rostro mientras observaba el dragón rojo de peluche. Leyó el mensaje escrito en la tarjeta adjunta. Al principio, su mirada se endureció, tratando de comprender el propósito detrás de palabras tan amables. Su corazón dio un ligero salto, pero no lo mostró. El peluche ahora parecía más un símbolo de algo que va más allá de lo que esperaba. —Abrazar algo... No suelo hacerlo, pero esto... Parece extraño. —Por un momento, se quedó quieta, el dragón en sus manos, y algo en ella comenzó a cuestionar por qué, de alguna manera, algo tan simple podría tocarla tan profundamente.— Compañía… en los malos momentos… Sintió un impulso de tirar el peluche a un lado, de rechazar el gesto por completo, como una forma de protegerse. Pero, al mirarlo de nuevo, el mensaje calentó su corazón más de lo que debería. Suspiró, sin poder evitar un pequeño, casi imperceptible cambio en su actitud. —Gracias... No sé si esto es lo que esperabas, pero… No está mal. —Musito, en voz baja, con una ligera sonrisa. Abrazo el dragón de peluche, con un de familiaridad, embriagándose de una sensación de consuelo en ese pequeño gesto de apreciación. —Quizás... Tal vez no está tan mal tener algo a lo que aferrarse de vez en cuando. [¡Muchas gracias por el regalo, [Maxi8]! ♥ El dragoncito rojo me ha enternecido mucho.~]
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