Verlos caminar juntos, a ojos ajenos, era un auténtico espectáculo.

El solsticio de invierno estaba cada vez más cerca, se podía notar por como las mañanas cariciaban con su frío aliento. Ese día, nada más los primeros rayos del sol acariciaron la tierra, Kazuo tomó a 𝑬𝒍𝒊𝒛𝒂𝒃𝒆𝒕𝒉 ✴ 𝑩𝒍𝒐𝒐𝒅𝒇𝒍𝒂𝒎𝒆 y la llevó consigo a la ciudad que yacía bajo el pié del monte Inari; Su hogar.

Era un magnífico día para un paseo, y como no, para mirar algunas tiendas. Debían elegir la ropa adecuada para presentarse en el mundo de los espíritus, frente a las deidades para hablar con su diosa madre. Iba a ser un acontecimiento muy importante, así que la presencia era algo muy importante.

La pareja no pasaba desapercibida. Para Kazuo era algo habitual llamar la atención. Pero aquel día la expectación era más aún si cabía ser posible. La melena carmesí, y las perfectas facciones de Elizabeth, dejaban escapar más de un suspiro de anhelo entre los viandantes.
Kazuo no podía estar más complacido. Llevarla del brazo e ir presumiendo de su compañía, le hacía inflar el pecho como un pavo dichoso.

Se podría decir que aquel día era la primera vez que se dejaban ver en público como una auténtica pareja. Una total declaración de intenciones, para quién los había visto a ambos por separados y hubiesen tenido la más mínima idea de intentar algo amoroso con ellos.
Verlos caminar juntos, a ojos ajenos, era un auténtico espectáculo. El solsticio de invierno estaba cada vez más cerca, se podía notar por como las mañanas cariciaban con su frío aliento. Ese día, nada más los primeros rayos del sol acariciaron la tierra, Kazuo tomó a [Liz_bloodFlame] y la llevó consigo a la ciudad que yacía bajo el pié del monte Inari; Su hogar. Era un magnífico día para un paseo, y como no, para mirar algunas tiendas. Debían elegir la ropa adecuada para presentarse en el mundo de los espíritus, frente a las deidades para hablar con su diosa madre. Iba a ser un acontecimiento muy importante, así que la presencia era algo muy importante. La pareja no pasaba desapercibida. Para Kazuo era algo habitual llamar la atención. Pero aquel día la expectación era más aún si cabía ser posible. La melena carmesí, y las perfectas facciones de Elizabeth, dejaban escapar más de un suspiro de anhelo entre los viandantes. Kazuo no podía estar más complacido. Llevarla del brazo e ir presumiendo de su compañía, le hacía inflar el pecho como un pavo dichoso. Se podría decir que aquel día era la primera vez que se dejaban ver en público como una auténtica pareja. Una total declaración de intenciones, para quién los había visto a ambos por separados y hubiesen tenido la más mínima idea de intentar algo amoroso con ellos.
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