Echoes from the past
—¿Ya está aquí? —preguntó una voz recorriendo el castillo, interrogando a cualquier pobre sirviente que se topaba en el camino.
Aún no, decían las mucamas entre suaves risas, enternecidas de ver a su rey como un cachorro con escamas.
No estoy seguro, respondían los guardias dejando las formalidades de lado cuando lo veían en ese estado.
Tal era su emoción y desespero que acabó saliendo del palacio, recorriendo las calles de su gente en busca de una respuesta. El sol propio de la mañana extendía sus manos, pálido, reflejándose en el vibrante celeste unía techos, paredes y hasta decoraciones en la calle. La ciudad entera parecía dividida y, al mismo tiempo, unida de algún extraño modo. Las calles níveas estaban bordeadas de edificios y estanques, conectores al fondo del océano donde residían aquello de aletas. Zoras caminaban con tranquilidad y las sirenas se reposaban en los bordes de sus estanques a conversar.
Por fin, después de tanto, la calma prosperaba en el reino.
Claro, si no contamos el huracán rojo que iba de un lado a otro buscando información. De haber tenido una cola canina, la estaría moviendo emocionado ¡se enteró que Link venía de visita! ¿Hace cuanto que no lo veía? ¡El héroe legendario! Todos lo conocían, claro, cómo no admirarlo ¿cómo habría estado luego de la última batalla? ¿se acordaría de él? Un montón de dudas en su cabeza hasta que escuchó el chapuzón de una sirena asomándose.
—Ya llegó, está por la entrada norte —informó con una sonrisa.
El príncipe agradeció y se metió al agua, ayudándose de aquellos pasajes laberínticos para llegar lo antes posible. Salió un poco antes, acomodándose las ropas y sacudiéndose para no estar escurriendo agua ¡diosas! ¡si tan solo le hubiera avisado con un poco más de antelación! Link era un gran amigo de su hermana, siempre sería bien recibido en el reino, después de todo.
Disimulando su emoción, fue hasta su encuentro con una sonrisa cálida, de esas que recuerdan a lo vibrante del verano.
—¡Héroe Link! —saludó cuando lo vio por fin, sus colmillos relucían en cada palabra—. Me alegro que nos esté visitando, quise venir a darle la bienvenida personalmente.
Lo que tenía a Sidón tan apresurado no era solo la emoción, sin embargo, sino el tiempo. Le quedaban cinco horas antes de huir. Ah, ojalá el tiempo se detuviera un rato, al menos una horita extra.
Aún no, decían las mucamas entre suaves risas, enternecidas de ver a su rey como un cachorro con escamas.
No estoy seguro, respondían los guardias dejando las formalidades de lado cuando lo veían en ese estado.
Tal era su emoción y desespero que acabó saliendo del palacio, recorriendo las calles de su gente en busca de una respuesta. El sol propio de la mañana extendía sus manos, pálido, reflejándose en el vibrante celeste unía techos, paredes y hasta decoraciones en la calle. La ciudad entera parecía dividida y, al mismo tiempo, unida de algún extraño modo. Las calles níveas estaban bordeadas de edificios y estanques, conectores al fondo del océano donde residían aquello de aletas. Zoras caminaban con tranquilidad y las sirenas se reposaban en los bordes de sus estanques a conversar.
Por fin, después de tanto, la calma prosperaba en el reino.
Claro, si no contamos el huracán rojo que iba de un lado a otro buscando información. De haber tenido una cola canina, la estaría moviendo emocionado ¡se enteró que Link venía de visita! ¿Hace cuanto que no lo veía? ¡El héroe legendario! Todos lo conocían, claro, cómo no admirarlo ¿cómo habría estado luego de la última batalla? ¿se acordaría de él? Un montón de dudas en su cabeza hasta que escuchó el chapuzón de una sirena asomándose.
—Ya llegó, está por la entrada norte —informó con una sonrisa.
El príncipe agradeció y se metió al agua, ayudándose de aquellos pasajes laberínticos para llegar lo antes posible. Salió un poco antes, acomodándose las ropas y sacudiéndose para no estar escurriendo agua ¡diosas! ¡si tan solo le hubiera avisado con un poco más de antelación! Link era un gran amigo de su hermana, siempre sería bien recibido en el reino, después de todo.
Disimulando su emoción, fue hasta su encuentro con una sonrisa cálida, de esas que recuerdan a lo vibrante del verano.
—¡Héroe Link! —saludó cuando lo vio por fin, sus colmillos relucían en cada palabra—. Me alegro que nos esté visitando, quise venir a darle la bienvenida personalmente.
Lo que tenía a Sidón tan apresurado no era solo la emoción, sin embargo, sino el tiempo. Le quedaban cinco horas antes de huir. Ah, ojalá el tiempo se detuviera un rato, al menos una horita extra.
—¿Ya está aquí? —preguntó una voz recorriendo el castillo, interrogando a cualquier pobre sirviente que se topaba en el camino.
Aún no, decían las mucamas entre suaves risas, enternecidas de ver a su rey como un cachorro con escamas.
No estoy seguro, respondían los guardias dejando las formalidades de lado cuando lo veían en ese estado.
Tal era su emoción y desespero que acabó saliendo del palacio, recorriendo las calles de su gente en busca de una respuesta. El sol propio de la mañana extendía sus manos, pálido, reflejándose en el vibrante celeste unía techos, paredes y hasta decoraciones en la calle. La ciudad entera parecía dividida y, al mismo tiempo, unida de algún extraño modo. Las calles níveas estaban bordeadas de edificios y estanques, conectores al fondo del océano donde residían aquello de aletas. Zoras caminaban con tranquilidad y las sirenas se reposaban en los bordes de sus estanques a conversar.
Por fin, después de tanto, la calma prosperaba en el reino.
Claro, si no contamos el huracán rojo que iba de un lado a otro buscando información. De haber tenido una cola canina, la estaría moviendo emocionado ¡se enteró que Link venía de visita! ¿Hace cuanto que no lo veía? ¡El héroe legendario! Todos lo conocían, claro, cómo no admirarlo ¿cómo habría estado luego de la última batalla? ¿se acordaría de él? Un montón de dudas en su cabeza hasta que escuchó el chapuzón de una sirena asomándose.
—Ya llegó, está por la entrada norte —informó con una sonrisa.
El príncipe agradeció y se metió al agua, ayudándose de aquellos pasajes laberínticos para llegar lo antes posible. Salió un poco antes, acomodándose las ropas y sacudiéndose para no estar escurriendo agua ¡diosas! ¡si tan solo le hubiera avisado con un poco más de antelación! Link era un gran amigo de su hermana, siempre sería bien recibido en el reino, después de todo.
Disimulando su emoción, fue hasta su encuentro con una sonrisa cálida, de esas que recuerdan a lo vibrante del verano.
—¡Héroe Link! —saludó cuando lo vio por fin, sus colmillos relucían en cada palabra—. Me alegro que nos esté visitando, quise venir a darle la bienvenida personalmente.
Lo que tenía a Sidón tan apresurado no era solo la emoción, sin embargo, sino el tiempo. Le quedaban cinco horas antes de huir. Ah, ojalá el tiempo se detuviera un rato, al menos una horita extra.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Terminado