El caballero yacía de pie frente a la entrada de las catacumbas, una abertura oscura tallada en la roca, apenas iluminada por las llamas temblorosas de una antorcha recientemente encendida. A su alrededor, el viento arrastraba hojas secas y el eco lejano de cuervos resonaba entre las colinas. A sus pies, un antiguo arco de piedra marcaba el umbral, cubierto de runas desgastadas por el tiempo.
—Un lugar de descanso... o un recordatorio de lo que hemos olvidado. No puedo creer que esté profanado...
Murmuró, dejando que sus dedos siguieran la línea de las letras. Colocó la mano sobre la empuñadura de su espada, apretando con fuerza mientras miraba hacia el oscuro corredor. Algo en su interior se revolvía, una mezcla de incertidumbre y determinación. Tomó asiento; no debía precipitarse, pero al menos ya había confirmado lo que los pueblerinos decían: una cierta oscuridad diferente rondaba.
—Un lugar de descanso... o un recordatorio de lo que hemos olvidado. No puedo creer que esté profanado...
Murmuró, dejando que sus dedos siguieran la línea de las letras. Colocó la mano sobre la empuñadura de su espada, apretando con fuerza mientras miraba hacia el oscuro corredor. Algo en su interior se revolvía, una mezcla de incertidumbre y determinación. Tomó asiento; no debía precipitarse, pero al menos ya había confirmado lo que los pueblerinos decían: una cierta oscuridad diferente rondaba.
El caballero yacía de pie frente a la entrada de las catacumbas, una abertura oscura tallada en la roca, apenas iluminada por las llamas temblorosas de una antorcha recientemente encendida. A su alrededor, el viento arrastraba hojas secas y el eco lejano de cuervos resonaba entre las colinas. A sus pies, un antiguo arco de piedra marcaba el umbral, cubierto de runas desgastadas por el tiempo.
—Un lugar de descanso... o un recordatorio de lo que hemos olvidado. No puedo creer que esté profanado...
Murmuró, dejando que sus dedos siguieran la línea de las letras. Colocó la mano sobre la empuñadura de su espada, apretando con fuerza mientras miraba hacia el oscuro corredor. Algo en su interior se revolvía, una mezcla de incertidumbre y determinación. Tomó asiento; no debía precipitarse, pero al menos ya había confirmado lo que los pueblerinos decían: una cierta oscuridad diferente rondaba.