Sintió cómo el aire se volvía pesado, casi como si la noche misma le susurrara secretos que prefería no escuchar. Al levantar la mirada, sus ojos perlados captaron la figura inclinada frente a él, deformada por las sombras que la rodeaban. No había rostro, solo un vacío con un brillo diminuto que le devolvía la mirada.

—¿Tú también vienes a reclamarme? —Preguntó, su voz cargada de sarcasmo y cansancio, mientras encendía un cigarro con dedos temblorosos. Exhaló el humo con lentitud, como si intentara trazar el contorno de aquella criatura con su niebla.

La figura no respondió, pero su postura, casi burlona, hizo que apretara los dientes.

—O... —Continuó, ladeando la cabeza.— ¿Solo estás aquí para mirar? Porque, si es así, el espectáculo ya terminó. Todo lo que quedaba de mí se lo llevaron las voces hace rato.

La criatura inclinó un poco más su torso, como si estuviera analizando cada grieta de su alma. Por un instante, sintió algo extraño: no miedo, sino una curiosa empatía. Pero la sensación se desvaneció tan rápido como había llegado.

—Bien. No hablas, no haces nada... Justo como mis demonios internos. —Murmuró, tirando la colilla al suelo y aplastándola con el pie.

Dio un paso atrás, su mirada aún fija en la figura.

—Quédate ahí si quieres. Solo procura no seguirme. No estoy de humor para más fantasmas.
Sintió cómo el aire se volvía pesado, casi como si la noche misma le susurrara secretos que prefería no escuchar. Al levantar la mirada, sus ojos perlados captaron la figura inclinada frente a él, deformada por las sombras que la rodeaban. No había rostro, solo un vacío con un brillo diminuto que le devolvía la mirada. —¿Tú también vienes a reclamarme? —Preguntó, su voz cargada de sarcasmo y cansancio, mientras encendía un cigarro con dedos temblorosos. Exhaló el humo con lentitud, como si intentara trazar el contorno de aquella criatura con su niebla. La figura no respondió, pero su postura, casi burlona, hizo que apretara los dientes. —O... —Continuó, ladeando la cabeza.— ¿Solo estás aquí para mirar? Porque, si es así, el espectáculo ya terminó. Todo lo que quedaba de mí se lo llevaron las voces hace rato. La criatura inclinó un poco más su torso, como si estuviera analizando cada grieta de su alma. Por un instante, sintió algo extraño: no miedo, sino una curiosa empatía. Pero la sensación se desvaneció tan rápido como había llegado. —Bien. No hablas, no haces nada... Justo como mis demonios internos. —Murmuró, tirando la colilla al suelo y aplastándola con el pie. Dio un paso atrás, su mirada aún fija en la figura. —Quédate ahí si quieres. Solo procura no seguirme. No estoy de humor para más fantasmas.
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