El reclamo de La que dice la Verdad
Volver a Velaris no era parte de su plan, o al menos no lo era hasta que cayó en la cuenta de que su daga aún estaba allí. Lo último que recordaba era ver a "La que dice la verdad" en manos de su Alto Lord, momentos después de que la hoja de esta atravesara el cuerpo de su hermano Cassian.
Esa daga no era un arma cualquiera. Era poderosa, más de lo que el resto de la Corte podría imaginar. Representaba algo más: era una extensión de lo que Azriel era.
Sus sombras, leales e informantes, lograron localizar el arma que pertenecía a su amo. Igual que Azriel era capaz de infiltrarse en otras Cortes sin ser detectado, pudo hacer lo mismo en la Casa del Viento. La casa no contaba con vigilancia más allá de las personas que pudieran encontrarse allí. Para ellas, la presencia del Cantor de Sombras pasaría totalmente inadvertida... o al menos eso esperaba.
Llegó a su habitación, la estancia donde percibía que su amada daga reposaba. Vestía una túnica marrón oscuro con capucha, pantalones de cuero y botas altas, pareciendo un pícaro con aquella indumentaria. Allí estaba. Sobre la cama descansaba "La que dice la verdad", el arma que había sido testigo de tantas lágrimas como de sangre derramada. Su filo aún estaba teñido con la sangre seca de Cassian, un doloroso recordatorio de lo sucedido hacía semanas.
El Cantor tomó su daga, sintiéndola familiar en su mano, como algo que jamás debió haberse separado de él.
Esa daga no era un arma cualquiera. Era poderosa, más de lo que el resto de la Corte podría imaginar. Representaba algo más: era una extensión de lo que Azriel era.
Sus sombras, leales e informantes, lograron localizar el arma que pertenecía a su amo. Igual que Azriel era capaz de infiltrarse en otras Cortes sin ser detectado, pudo hacer lo mismo en la Casa del Viento. La casa no contaba con vigilancia más allá de las personas que pudieran encontrarse allí. Para ellas, la presencia del Cantor de Sombras pasaría totalmente inadvertida... o al menos eso esperaba.
Llegó a su habitación, la estancia donde percibía que su amada daga reposaba. Vestía una túnica marrón oscuro con capucha, pantalones de cuero y botas altas, pareciendo un pícaro con aquella indumentaria. Allí estaba. Sobre la cama descansaba "La que dice la verdad", el arma que había sido testigo de tantas lágrimas como de sangre derramada. Su filo aún estaba teñido con la sangre seca de Cassian, un doloroso recordatorio de lo sucedido hacía semanas.
El Cantor tomó su daga, sintiéndola familiar en su mano, como algo que jamás debió haberse separado de él.
Volver a Velaris no era parte de su plan, o al menos no lo era hasta que cayó en la cuenta de que su daga aún estaba allí. Lo último que recordaba era ver a "La que dice la verdad" en manos de su Alto Lord, momentos después de que la hoja de esta atravesara el cuerpo de su hermano Cassian.
Esa daga no era un arma cualquiera. Era poderosa, más de lo que el resto de la Corte podría imaginar. Representaba algo más: era una extensión de lo que Azriel era.
Sus sombras, leales e informantes, lograron localizar el arma que pertenecía a su amo. Igual que Azriel era capaz de infiltrarse en otras Cortes sin ser detectado, pudo hacer lo mismo en la Casa del Viento. La casa no contaba con vigilancia más allá de las personas que pudieran encontrarse allí. Para ellas, la presencia del Cantor de Sombras pasaría totalmente inadvertida... o al menos eso esperaba.
Llegó a su habitación, la estancia donde percibía que su amada daga reposaba. Vestía una túnica marrón oscuro con capucha, pantalones de cuero y botas altas, pareciendo un pícaro con aquella indumentaria. Allí estaba. Sobre la cama descansaba "La que dice la verdad", el arma que había sido testigo de tantas lágrimas como de sangre derramada. Su filo aún estaba teñido con la sangre seca de Cassian, un doloroso recordatorio de lo sucedido hacía semanas.
El Cantor tomó su daga, sintiéndola familiar en su mano, como algo que jamás debió haberse separado de él.
Tipo
Grupal
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible