El paisaje se extendía ante ella como un lienzo blanco e infinito. El suelo cubierto de nieve parecía absorber cada paso que daba, dejándola sola en la vastedad de ese mundo frío y desolado. El sol, bajo y rojo, comenzaba a descender, proyectando una luz tenue sobre la nieve, que brillaba como cristal.
Dentro de su mente, la voz de Myrrh resonaba suave y clara, como un eco lejano.
«No huyas de lo que sientes.»
Zaryna levantó la mirada, sintiendo su presencia dentro de ella, las palabras emergiendo como ecos a su alrededor.
«¿Qué buscas en este vacío?»
El silencio que seguía sus palabras era absoluto, como si el mundo en su interior estuviera suspendido. La nieve caía suavemente, como si todo estuviera congelado, inmóvil. Ella se detuvo y cerró los ojos, escuchando solo la voz de Myrrh en su mente.
«El vacío... Nunca se llena.»
Era una verdad que Zaryna había conocido muy bien. El frío se adentraba en sus huesos, pero algo en el tono de Myrrh le ofrecía una sensación de compañía. Su presencia era más real que cualquier otra forma que pudiera tomar.
«Pero mientras lo enfrentas… No estás sola.»
Y aunque la nieve seguía cayendo, fría y constante, dentro de ella, Zaryna sintió un pequeño respiro, como si, por primera vez, la quietud de la tormenta no fuera tan aterradora.
Dentro de su mente, la voz de Myrrh resonaba suave y clara, como un eco lejano.
«No huyas de lo que sientes.»
Zaryna levantó la mirada, sintiendo su presencia dentro de ella, las palabras emergiendo como ecos a su alrededor.
«¿Qué buscas en este vacío?»
El silencio que seguía sus palabras era absoluto, como si el mundo en su interior estuviera suspendido. La nieve caía suavemente, como si todo estuviera congelado, inmóvil. Ella se detuvo y cerró los ojos, escuchando solo la voz de Myrrh en su mente.
«El vacío... Nunca se llena.»
Era una verdad que Zaryna había conocido muy bien. El frío se adentraba en sus huesos, pero algo en el tono de Myrrh le ofrecía una sensación de compañía. Su presencia era más real que cualquier otra forma que pudiera tomar.
«Pero mientras lo enfrentas… No estás sola.»
Y aunque la nieve seguía cayendo, fría y constante, dentro de ella, Zaryna sintió un pequeño respiro, como si, por primera vez, la quietud de la tormenta no fuera tan aterradora.
El paisaje se extendía ante ella como un lienzo blanco e infinito. El suelo cubierto de nieve parecía absorber cada paso que daba, dejándola sola en la vastedad de ese mundo frío y desolado. El sol, bajo y rojo, comenzaba a descender, proyectando una luz tenue sobre la nieve, que brillaba como cristal.
Dentro de su mente, la voz de Myrrh resonaba suave y clara, como un eco lejano.
«No huyas de lo que sientes.»
Zaryna levantó la mirada, sintiendo su presencia dentro de ella, las palabras emergiendo como ecos a su alrededor.
«¿Qué buscas en este vacío?»
El silencio que seguía sus palabras era absoluto, como si el mundo en su interior estuviera suspendido. La nieve caía suavemente, como si todo estuviera congelado, inmóvil. Ella se detuvo y cerró los ojos, escuchando solo la voz de Myrrh en su mente.
«El vacío... Nunca se llena.»
Era una verdad que Zaryna había conocido muy bien. El frío se adentraba en sus huesos, pero algo en el tono de Myrrh le ofrecía una sensación de compañía. Su presencia era más real que cualquier otra forma que pudiera tomar.
«Pero mientras lo enfrentas… No estás sola.»
Y aunque la nieve seguía cayendo, fría y constante, dentro de ella, Zaryna sintió un pequeño respiro, como si, por primera vez, la quietud de la tormenta no fuera tan aterradora.