Kafka caminaba por un callejón iluminado solo por neones parpadeantes. Cada paso resonaba en el silencio, una melodía de tensión. De sus labios escapó una voz suave: "Objetivo identificado."
Se detuvo frente a una puerta oxidada. Con un movimiento elegante, giró la perilla. Dentro, un hombre temblaba, sujetando un arma que apuntaba directo a ella.
—Sabes que no dispararás —dijo, su tono dulce como una caricia.
El hombre parpadeó, su mente invadida por imágenes y sensaciones ajenas. El arma cayó de sus manos.
Kafka sonrió, satisfecha. El juego había terminado antes de comenzar. Siempre lo hacía.
Se detuvo frente a una puerta oxidada. Con un movimiento elegante, giró la perilla. Dentro, un hombre temblaba, sujetando un arma que apuntaba directo a ella.
—Sabes que no dispararás —dijo, su tono dulce como una caricia.
El hombre parpadeó, su mente invadida por imágenes y sensaciones ajenas. El arma cayó de sus manos.
Kafka sonrió, satisfecha. El juego había terminado antes de comenzar. Siempre lo hacía.
Kafka caminaba por un callejón iluminado solo por neones parpadeantes. Cada paso resonaba en el silencio, una melodía de tensión. De sus labios escapó una voz suave: "Objetivo identificado."
Se detuvo frente a una puerta oxidada. Con un movimiento elegante, giró la perilla. Dentro, un hombre temblaba, sujetando un arma que apuntaba directo a ella.
—Sabes que no dispararás —dijo, su tono dulce como una caricia.
El hombre parpadeó, su mente invadida por imágenes y sensaciones ajenas. El arma cayó de sus manos.
Kafka sonrió, satisfecha. El juego había terminado antes de comenzar. Siempre lo hacía.