//Bueno, un inicio nuevo y un poco más dramático. Ya nada puede malir sal, y si lo hace... Me la corto
—¿Conoces... La psicosis por Wendigo? —Una pregunta repentina, una bastante peculiar viniendo de él; el hombre más impulsivo, desinteresado y poco culto que he conocido.
—Escuché sobre el Wendigo. Se supone que es un monstruo de fantasía o algo así.
Giré para verlo a los ojos, a sus dorados ojos que se habían posado en mí. Sonrió, sin vergüenza me mostró esa retorcida sonrisa que no se cansa de esbozar todos los días.
—Es parte de la mitología de los algonquinos y otras tribus, por allá en Canadá. Se dice que es un espíritu maligno con corazón de hielo, un hambre insaciable y una escalofriante habilidad para cazar.
Es, sin lugar a dudas, una persona enferma, un loco peor que los tipos de internet. Me contó sobre esa criatura, tan alegre como un niño.
—¿Y qué tiene que ver la psicosis?
—La leyenda del Wendigo aterraba a los nativos, en especial en situaciones críticas... Como la hambruna; desesperados por llenar sus estómagos comieron la carne de los suyos y se excusaron con la supuesta posesión de un espíritu, el Wendigo. A partir de ahí nació lo que hoy se conoce como "psicosis por Wendigo", una enfermedad capaz de pudrir tu cerebro hasta el punto de desear probar la carne humana.
Brillo, eso noté en los intensos orbes de oro que porta el lunático para el que trabajo. Han pasado años y aún me asquea la idea de que genuinamente esté enfermo de la cabeza, o de que esté fingiendo demencia de una forma muy buena.
No pude aguantar y volví a mirar hacia adelante, solo para volver a ver el desastre que dejó nuestro objetivo; árboles partidos a la mitad, aparentemente por zarpazos de extrema fuerza, y huellas gigantes de pezuñas en la nieve blanca, manchada con grandes charcos de sangre tibia.
—Entonces... Vinimos a buscar eso; Un Wendigo... — Cuestioné a mi patrón, a ese tipo capaz de ignorar el frío de la noche hasta el punto de cruzar medio bosque con el torso desnudo.
—No a uno genuino. El Wendigo no tiene pezuñas, es más similar a un gran hombre delgado y con mucho pelaje. Se podría decir que es un pariente de pie grande.
—Ya veo...
No hubo más charla, solo nuestro silencio siendo entrecortado por ventiscas heladas capaces de perforar mi grueso abrigo como si fuera de tela. Te maldigo, Yellowknife, a tí, y a tus bosques nevados.
...
Frío, puedo sentirlo abrazando mi piel mientras la calidez abandona poco a poco mi cuerpo. Vuelvo a sentir, a ser capaz de moverme por mi voluntad.
—... Volví...
Pero a estas alturas, luego de todo el daño que hiciste, ¿De qué te sirve? Ni siquiera la sangre en tus manos está caliente, ahora está fría y pegada a tí. Cada uno de ellos... por tu culpa, por tu deseo egoísta de querer vivir aunque sea un poco más.
—... Yo no sabía que esto pasaría.
Pero lo hiciste, fue tu decisión a final de cuentas. Ahora mírate, bañado en la sangre de personas que también querían volver a casa. Deja de taparte los oídos y responde; ¿Aún recuerdas el sabor?
—¡Cállate! ¡Solo cállate!
Su carne aún está atascada entre tus dientes, sus almas yacen encadenadas a la tuya. Pudiste simplemente resignarte, pero elegiste hacer un último esfuerzo.
¿Aún lo sientes? El dolor, la ruptura de cada hueso, el desgarramiento de cada centímetro de piel... El hambre, ¿Puedes sentirla, Kafka?.
...
Un estruendoso rugido cortó con el silencio que teníamos entre nosotros, tan poderoso que sacudió las ramas de los árboles y tiró la nieve acumulada en sus hojas.
—¿Qué habilidades tiene el Wendigo? —A pesar de lo fuerte que fue, no pude encontrar el origen. Giré en varias direcciones, forcé mis ojos a intentar ver en la oscuridad, pero el sonido parecía venir de todas partes.
—Dicen las malas lenguas que puede desorientar a sus presas, imitando sonidos, voces o haciendo que sus rugidos hagan eco en distintas partes de su área de cacería. Justo como ahora, seguramente no puedes ubicar de dónde vino ¿Verdad? —
Tan sonriente como siempre, respondió mientras ensancha esa horrible sonrisa. E igual de impulsivo como siempre; salió corriendo, parece que al final pudo encontrar el origen del rugido.
—Maldito brujo de porquería.
Claro que yo no pude. Intenté seguirlo, pero el bastardo no demoró nada en perderse en medio de los árboles y la oscuridad de la noche. Me quedé solo, expuesto a que un monstruo de dos metros me ataque en cualquier momento.
Es todo; después de esto le pido un aumento o renuncio.
//Siento yo que hacer que un personaje te caiga mal es más fácil que hacer que varios personajes te caigan bien. Así que ahora voy a intentar darle otro enfoque al asunto (?)
—¿Conoces... La psicosis por Wendigo? —Una pregunta repentina, una bastante peculiar viniendo de él; el hombre más impulsivo, desinteresado y poco culto que he conocido.
—Escuché sobre el Wendigo. Se supone que es un monstruo de fantasía o algo así.
Giré para verlo a los ojos, a sus dorados ojos que se habían posado en mí. Sonrió, sin vergüenza me mostró esa retorcida sonrisa que no se cansa de esbozar todos los días.
—Es parte de la mitología de los algonquinos y otras tribus, por allá en Canadá. Se dice que es un espíritu maligno con corazón de hielo, un hambre insaciable y una escalofriante habilidad para cazar.
Es, sin lugar a dudas, una persona enferma, un loco peor que los tipos de internet. Me contó sobre esa criatura, tan alegre como un niño.
—¿Y qué tiene que ver la psicosis?
—La leyenda del Wendigo aterraba a los nativos, en especial en situaciones críticas... Como la hambruna; desesperados por llenar sus estómagos comieron la carne de los suyos y se excusaron con la supuesta posesión de un espíritu, el Wendigo. A partir de ahí nació lo que hoy se conoce como "psicosis por Wendigo", una enfermedad capaz de pudrir tu cerebro hasta el punto de desear probar la carne humana.
Brillo, eso noté en los intensos orbes de oro que porta el lunático para el que trabajo. Han pasado años y aún me asquea la idea de que genuinamente esté enfermo de la cabeza, o de que esté fingiendo demencia de una forma muy buena.
No pude aguantar y volví a mirar hacia adelante, solo para volver a ver el desastre que dejó nuestro objetivo; árboles partidos a la mitad, aparentemente por zarpazos de extrema fuerza, y huellas gigantes de pezuñas en la nieve blanca, manchada con grandes charcos de sangre tibia.
—Entonces... Vinimos a buscar eso; Un Wendigo... — Cuestioné a mi patrón, a ese tipo capaz de ignorar el frío de la noche hasta el punto de cruzar medio bosque con el torso desnudo.
—No a uno genuino. El Wendigo no tiene pezuñas, es más similar a un gran hombre delgado y con mucho pelaje. Se podría decir que es un pariente de pie grande.
—Ya veo...
No hubo más charla, solo nuestro silencio siendo entrecortado por ventiscas heladas capaces de perforar mi grueso abrigo como si fuera de tela. Te maldigo, Yellowknife, a tí, y a tus bosques nevados.
...
Frío, puedo sentirlo abrazando mi piel mientras la calidez abandona poco a poco mi cuerpo. Vuelvo a sentir, a ser capaz de moverme por mi voluntad.
—... Volví...
Pero a estas alturas, luego de todo el daño que hiciste, ¿De qué te sirve? Ni siquiera la sangre en tus manos está caliente, ahora está fría y pegada a tí. Cada uno de ellos... por tu culpa, por tu deseo egoísta de querer vivir aunque sea un poco más.
—... Yo no sabía que esto pasaría.
Pero lo hiciste, fue tu decisión a final de cuentas. Ahora mírate, bañado en la sangre de personas que también querían volver a casa. Deja de taparte los oídos y responde; ¿Aún recuerdas el sabor?
—¡Cállate! ¡Solo cállate!
Su carne aún está atascada entre tus dientes, sus almas yacen encadenadas a la tuya. Pudiste simplemente resignarte, pero elegiste hacer un último esfuerzo.
¿Aún lo sientes? El dolor, la ruptura de cada hueso, el desgarramiento de cada centímetro de piel... El hambre, ¿Puedes sentirla, Kafka?.
...
Un estruendoso rugido cortó con el silencio que teníamos entre nosotros, tan poderoso que sacudió las ramas de los árboles y tiró la nieve acumulada en sus hojas.
—¿Qué habilidades tiene el Wendigo? —A pesar de lo fuerte que fue, no pude encontrar el origen. Giré en varias direcciones, forcé mis ojos a intentar ver en la oscuridad, pero el sonido parecía venir de todas partes.
—Dicen las malas lenguas que puede desorientar a sus presas, imitando sonidos, voces o haciendo que sus rugidos hagan eco en distintas partes de su área de cacería. Justo como ahora, seguramente no puedes ubicar de dónde vino ¿Verdad? —
Tan sonriente como siempre, respondió mientras ensancha esa horrible sonrisa. E igual de impulsivo como siempre; salió corriendo, parece que al final pudo encontrar el origen del rugido.
—Maldito brujo de porquería.
Claro que yo no pude. Intenté seguirlo, pero el bastardo no demoró nada en perderse en medio de los árboles y la oscuridad de la noche. Me quedé solo, expuesto a que un monstruo de dos metros me ataque en cualquier momento.
Es todo; después de esto le pido un aumento o renuncio.
//Siento yo que hacer que un personaje te caiga mal es más fácil que hacer que varios personajes te caigan bien. Así que ahora voy a intentar darle otro enfoque al asunto (?)
//Bueno, un inicio nuevo y un poco más dramático. Ya nada puede malir sal, y si lo hace... Me la corto 👺
—¿Conoces... La psicosis por Wendigo? —Una pregunta repentina, una bastante peculiar viniendo de él; el hombre más impulsivo, desinteresado y poco culto que he conocido.
—Escuché sobre el Wendigo. Se supone que es un monstruo de fantasía o algo así.
Giré para verlo a los ojos, a sus dorados ojos que se habían posado en mí. Sonrió, sin vergüenza me mostró esa retorcida sonrisa que no se cansa de esbozar todos los días.
—Es parte de la mitología de los algonquinos y otras tribus, por allá en Canadá. Se dice que es un espíritu maligno con corazón de hielo, un hambre insaciable y una escalofriante habilidad para cazar.
Es, sin lugar a dudas, una persona enferma, un loco peor que los tipos de internet. Me contó sobre esa criatura, tan alegre como un niño.
—¿Y qué tiene que ver la psicosis?
—La leyenda del Wendigo aterraba a los nativos, en especial en situaciones críticas... Como la hambruna; desesperados por llenar sus estómagos comieron la carne de los suyos y se excusaron con la supuesta posesión de un espíritu, el Wendigo. A partir de ahí nació lo que hoy se conoce como "psicosis por Wendigo", una enfermedad capaz de pudrir tu cerebro hasta el punto de desear probar la carne humana.
Brillo, eso noté en los intensos orbes de oro que porta el lunático para el que trabajo. Han pasado años y aún me asquea la idea de que genuinamente esté enfermo de la cabeza, o de que esté fingiendo demencia de una forma muy buena.
No pude aguantar y volví a mirar hacia adelante, solo para volver a ver el desastre que dejó nuestro objetivo; árboles partidos a la mitad, aparentemente por zarpazos de extrema fuerza, y huellas gigantes de pezuñas en la nieve blanca, manchada con grandes charcos de sangre tibia.
—Entonces... Vinimos a buscar eso; Un Wendigo... — Cuestioné a mi patrón, a ese tipo capaz de ignorar el frío de la noche hasta el punto de cruzar medio bosque con el torso desnudo.
—No a uno genuino. El Wendigo no tiene pezuñas, es más similar a un gran hombre delgado y con mucho pelaje. Se podría decir que es un pariente de pie grande.
—Ya veo...
No hubo más charla, solo nuestro silencio siendo entrecortado por ventiscas heladas capaces de perforar mi grueso abrigo como si fuera de tela. Te maldigo, Yellowknife, a tí, y a tus bosques nevados.
...
Frío, puedo sentirlo abrazando mi piel mientras la calidez abandona poco a poco mi cuerpo. Vuelvo a sentir, a ser capaz de moverme por mi voluntad.
—... Volví...
Pero a estas alturas, luego de todo el daño que hiciste, ¿De qué te sirve? Ni siquiera la sangre en tus manos está caliente, ahora está fría y pegada a tí. Cada uno de ellos... por tu culpa, por tu deseo egoísta de querer vivir aunque sea un poco más.
—... Yo no sabía que esto pasaría.
Pero lo hiciste, fue tu decisión a final de cuentas. Ahora mírate, bañado en la sangre de personas que también querían volver a casa. Deja de taparte los oídos y responde; ¿Aún recuerdas el sabor?
—¡Cállate! ¡Solo cállate!
Su carne aún está atascada entre tus dientes, sus almas yacen encadenadas a la tuya. Pudiste simplemente resignarte, pero elegiste hacer un último esfuerzo.
¿Aún lo sientes? El dolor, la ruptura de cada hueso, el desgarramiento de cada centímetro de piel... El hambre, ¿Puedes sentirla, Kafka?.
...
Un estruendoso rugido cortó con el silencio que teníamos entre nosotros, tan poderoso que sacudió las ramas de los árboles y tiró la nieve acumulada en sus hojas.
—¿Qué habilidades tiene el Wendigo? —A pesar de lo fuerte que fue, no pude encontrar el origen. Giré en varias direcciones, forcé mis ojos a intentar ver en la oscuridad, pero el sonido parecía venir de todas partes.
—Dicen las malas lenguas que puede desorientar a sus presas, imitando sonidos, voces o haciendo que sus rugidos hagan eco en distintas partes de su área de cacería. Justo como ahora, seguramente no puedes ubicar de dónde vino ¿Verdad? —
Tan sonriente como siempre, respondió mientras ensancha esa horrible sonrisa. E igual de impulsivo como siempre; salió corriendo, parece que al final pudo encontrar el origen del rugido.
—Maldito brujo de porquería.
Claro que yo no pude. Intenté seguirlo, pero el bastardo no demoró nada en perderse en medio de los árboles y la oscuridad de la noche. Me quedé solo, expuesto a que un monstruo de dos metros me ataque en cualquier momento.
Es todo; después de esto le pido un aumento o renuncio.
//Siento yo que hacer que un personaje te caiga mal es más fácil que hacer que varios personajes te caigan bien. Así que ahora voy a intentar darle otro enfoque al asunto (?)