"Dormido entre rosas"
Hay algo fascinante en observarlo mientras duerme, perdido en ese rincón de su mente que he mantenido floreciendo para él. Allí reposa Heinrich, rodeado de esas majestuosas rosas rojas que parecen florecer solo para enmarcar su figura.
No puedo evitar admirarlo. Incluso en su letargo, hay una gracia innata en la forma en que descansa, con el semblante sereno y una quietud que contradice las tormentas que alguna vez lo atormentaron. Es como si las flores mismas entendieran su esencia, abrazándolo con pétalos que casi rozan su piel.
¿Y cómo no detenerme a mirarlo? Él, que siempre ha sido tan reservado, ahora yace tan expuesto y a la vez tan protegido por este espacio que compartimos. Tal vez me regodeo en esta oportunidad de contemplarlo, de ver la belleza que posee sin filtros ni máscaras.
Sé que pronto despertará, y este momento será solo un recuerdo para mí, pero por ahora, me permito el lujo de admirarlo. Como un espectador ante una obra de arte
Hay algo fascinante en observarlo mientras duerme, perdido en ese rincón de su mente que he mantenido floreciendo para él. Allí reposa Heinrich, rodeado de esas majestuosas rosas rojas que parecen florecer solo para enmarcar su figura.
No puedo evitar admirarlo. Incluso en su letargo, hay una gracia innata en la forma en que descansa, con el semblante sereno y una quietud que contradice las tormentas que alguna vez lo atormentaron. Es como si las flores mismas entendieran su esencia, abrazándolo con pétalos que casi rozan su piel.
¿Y cómo no detenerme a mirarlo? Él, que siempre ha sido tan reservado, ahora yace tan expuesto y a la vez tan protegido por este espacio que compartimos. Tal vez me regodeo en esta oportunidad de contemplarlo, de ver la belleza que posee sin filtros ni máscaras.
Sé que pronto despertará, y este momento será solo un recuerdo para mí, pero por ahora, me permito el lujo de admirarlo. Como un espectador ante una obra de arte
"Dormido entre rosas"
Hay algo fascinante en observarlo mientras duerme, perdido en ese rincón de su mente que he mantenido floreciendo para él. Allí reposa Heinrich, rodeado de esas majestuosas rosas rojas que parecen florecer solo para enmarcar su figura.
No puedo evitar admirarlo. Incluso en su letargo, hay una gracia innata en la forma en que descansa, con el semblante sereno y una quietud que contradice las tormentas que alguna vez lo atormentaron. Es como si las flores mismas entendieran su esencia, abrazándolo con pétalos que casi rozan su piel.
¿Y cómo no detenerme a mirarlo? Él, que siempre ha sido tan reservado, ahora yace tan expuesto y a la vez tan protegido por este espacio que compartimos. Tal vez me regodeo en esta oportunidad de contemplarlo, de ver la belleza que posee sin filtros ni máscaras.
Sé que pronto despertará, y este momento será solo un recuerdo para mí, pero por ahora, me permito el lujo de admirarlo. Como un espectador ante una obra de arte