—Triste final para el devorador de mundos. Quien incluso en Skyrim se había negado a consumir más almas humanas por la promesa que le hizo al único ser al que le entregó su corazón. Craso error.

—Déjalo ya, hijo mío ¿No ves que al muy ingrato no le importas? Tu lugar está aquí, conmigo, no importa si el resto de eternos no te perdonan ellos me obedecerán a mi. —insistió Akatosh, quien solo lo encadenó en alto Hrotghar. Pues la podredumbre que presentaba el primogénito del Dios del tiempo, tan solo era fruto de la inanición y de cómo estaba incluso devorándose a sí mismo.

Sin embargo,la respuesta de Alduin quien ya carecía incluso de cuerdas vocales fue tan solo, agachar su descompuesta cabeza, de la que ya podía verse gran parte de cráneo en un silencioso ruego. Akatosh no necesitó de más, comprendiendo precisamente lo que le sucedía a su más amada creación.

—Estas cansado… Está bien, entiendo que es lo que quieres. —el Dios del tiempo sintió un nudo en el corazón, tomando con gentileza con las manos el hocico de aquella miserable criatura y en un acto de compasión, le quitó la vida, tal y como el propio Alduin le había pedido al ver confirmado lo que tanto sospechaba. Nunca fue suficiente, estuvo mal pensar que podía ser algo más que alguien hecho para destruir y ahora que sabía que repetir ciclos una y otra vez era cuanto le esperaba, prefirió acabar con su vida. El Dios del tiempo suspiró, una vez aquel destrozado cuerpo de quien durante milenios fue la criatura más perfecta y orgullosa de su creación, simplemente se desplomó. Después de esto, todo Nirn se sacudió a causa de la ira del más poderoso de los eternos, y hasta Sovngarde se estremeció. Akatosh, sin corazón suficiente para sostener la mirada en su amada creación, y sintiéndose incapaz de darle sepultura sin dejarse llevar por las emociones, arrojó el cadaver a otro mundo, concretamente a los pies de quien había ocasionado la muerte del dragón con su traición Adám First Man, sin importarle lo más mínimo la discusión que se estuviera llevando a cabo entre él Lute , Lucifer 𝕾𝖆𝖒𝖆𝖊𝖑 𝕸𝖔𝖗𝖓𝖎𝖓𝖌𝖘𝖙𝖆𝖗.

—Criaturas despreciables. Algún día os retorcereís y padecereís como él—juró, despidiéndose por última vez de su primogénito y regresando a su propio mundo, dejando allí los restos destrozados del dragón —
—Triste final para el devorador de mundos. Quien incluso en Skyrim se había negado a consumir más almas humanas por la promesa que le hizo al único ser al que le entregó su corazón. Craso error. —Déjalo ya, hijo mío ¿No ves que al muy ingrato no le importas? Tu lugar está aquí, conmigo, no importa si el resto de eternos no te perdonan ellos me obedecerán a mi. —insistió Akatosh, quien solo lo encadenó en alto Hrotghar. Pues la podredumbre que presentaba el primogénito del Dios del tiempo, tan solo era fruto de la inanición y de cómo estaba incluso devorándose a sí mismo. Sin embargo,la respuesta de Alduin quien ya carecía incluso de cuerdas vocales fue tan solo, agachar su descompuesta cabeza, de la que ya podía verse gran parte de cráneo en un silencioso ruego. Akatosh no necesitó de más, comprendiendo precisamente lo que le sucedía a su más amada creación. —Estas cansado… Está bien, entiendo que es lo que quieres. —el Dios del tiempo sintió un nudo en el corazón, tomando con gentileza con las manos el hocico de aquella miserable criatura y en un acto de compasión, le quitó la vida, tal y como el propio Alduin le había pedido al ver confirmado lo que tanto sospechaba. Nunca fue suficiente, estuvo mal pensar que podía ser algo más que alguien hecho para destruir y ahora que sabía que repetir ciclos una y otra vez era cuanto le esperaba, prefirió acabar con su vida. El Dios del tiempo suspiró, una vez aquel destrozado cuerpo de quien durante milenios fue la criatura más perfecta y orgullosa de su creación, simplemente se desplomó. Después de esto, todo Nirn se sacudió a causa de la ira del más poderoso de los eternos, y hasta Sovngarde se estremeció. Akatosh, sin corazón suficiente para sostener la mirada en su amada creación, y sintiéndose incapaz de darle sepultura sin dejarse llevar por las emociones, arrojó el cadaver a otro mundo, concretamente a los pies de quien había ocasionado la muerte del dragón con su traición [Adam1], sin importarle lo más mínimo la discusión que se estuviera llevando a cabo entre él [Lute1], [LuciHe11]. —Criaturas despreciables. Algún día os retorcereís y padecereís como él—juró, despidiéndose por última vez de su primogénito y regresando a su propio mundo, dejando allí los restos destrozados del dragón —
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