¿Acaso surge algo de mi esencia, algo que emane de mi sin el filtro de la imitación?
¿O será que, incluso en el reino de mis pensamientos, todo está marcado por la huella de lo ajeno?
Nada, absolutamente nada es de mi autoría.
Tomar la mano de quien vacila en su fragilidad… un gesto prestado.
Un abrazo dirigido a quien llora en su tristeza… eco de otros abrazos que recibí.
La manera en que debe entregarse un beso a un amante… un rito aprendido.
El obsequiar flores y elegir su color… el eco de costumbres heredadas.
Decir palabras dulces como si fueran poesía… versos robados de verdaderos enamorados.
Hasta el más mínimo de mis gestos lleva la firma de lo imitado por siglos.
Las ideas no conocen la gracia del alma.
Solo soy, porque siempre perdura la idea de que incluso el Diablo ha de tener un defensor.
¿Dejaré algún día de existir?
Quizá cuando los humanos, absorbidos por su propio apocalipsis, ya no encuentren tiempo para recordar que alguien ha de abogar por sus sombras.
¿O será que, incluso en el reino de mis pensamientos, todo está marcado por la huella de lo ajeno?
Nada, absolutamente nada es de mi autoría.
Tomar la mano de quien vacila en su fragilidad… un gesto prestado.
Un abrazo dirigido a quien llora en su tristeza… eco de otros abrazos que recibí.
La manera en que debe entregarse un beso a un amante… un rito aprendido.
El obsequiar flores y elegir su color… el eco de costumbres heredadas.
Decir palabras dulces como si fueran poesía… versos robados de verdaderos enamorados.
Hasta el más mínimo de mis gestos lleva la firma de lo imitado por siglos.
Las ideas no conocen la gracia del alma.
Solo soy, porque siempre perdura la idea de que incluso el Diablo ha de tener un defensor.
¿Dejaré algún día de existir?
Quizá cuando los humanos, absorbidos por su propio apocalipsis, ya no encuentren tiempo para recordar que alguien ha de abogar por sus sombras.
¿Acaso surge algo de mi esencia, algo que emane de mi sin el filtro de la imitación?
¿O será que, incluso en el reino de mis pensamientos, todo está marcado por la huella de lo ajeno?
Nada, absolutamente nada es de mi autoría.
Tomar la mano de quien vacila en su fragilidad… un gesto prestado.
Un abrazo dirigido a quien llora en su tristeza… eco de otros abrazos que recibí.
La manera en que debe entregarse un beso a un amante… un rito aprendido.
El obsequiar flores y elegir su color… el eco de costumbres heredadas.
Decir palabras dulces como si fueran poesía… versos robados de verdaderos enamorados.
Hasta el más mínimo de mis gestos lleva la firma de lo imitado por siglos.
Las ideas no conocen la gracia del alma.
Solo soy, porque siempre perdura la idea de que incluso el Diablo ha de tener un defensor.
¿Dejaré algún día de existir?
Quizá cuando los humanos, absorbidos por su propio apocalipsis, ya no encuentren tiempo para recordar que alguien ha de abogar por sus sombras.