Siempre estaba atento. Al contrario que él, nada pasaba desapercibido en su bosque. Los ojos del zorro eran capaces de ver más allá de la maleza de los árboles, sus oídos escuchar como cae una hoja en algún lugar, y su olfato capaz de percibir el olor de un alumbre montaña arriba .
Por alguna razón aquella noche se sentía inquieto. Como si algo fuera a pasar en cualquier momento. No necesariamente malo ni bueno. Era una sensación que no percibía son sus sentidos, de momento, si no más bien en el alma.
Subido a aquella rama, mientras comía una manzana, escudriñaba con sus ojos color zafiro la oscuridad. Lo único que podría delatar su presencia eran aquellas don cuencas azules, que a luz de la luna, tomaban brillo propio.
Por alguna razón aquella noche se sentía inquieto. Como si algo fuera a pasar en cualquier momento. No necesariamente malo ni bueno. Era una sensación que no percibía son sus sentidos, de momento, si no más bien en el alma.
Subido a aquella rama, mientras comía una manzana, escudriñaba con sus ojos color zafiro la oscuridad. Lo único que podría delatar su presencia eran aquellas don cuencas azules, que a luz de la luna, tomaban brillo propio.
Siempre estaba atento. Al contrario que él, nada pasaba desapercibido en su bosque. Los ojos del zorro eran capaces de ver más allá de la maleza de los árboles, sus oídos escuchar como cae una hoja en algún lugar, y su olfato capaz de percibir el olor de un alumbre montaña arriba .
Por alguna razón aquella noche se sentía inquieto. Como si algo fuera a pasar en cualquier momento. No necesariamente malo ni bueno. Era una sensación que no percibía son sus sentidos, de momento, si no más bien en el alma.
Subido a aquella rama, mientras comía una manzana, escudriñaba con sus ojos color zafiro la oscuridad. Lo único que podría delatar su presencia eran aquellas don cuencas azules, que a luz de la luna, tomaban brillo propio.