La noche ya había caído. Mientras Heinrich se encuentra descansando, recuperando fuerzas, yo he tomado el control. El cuerpo, por ahora, me pertenece. Y con él, hago lo que debo. Cuidaré de ambos, de Heinrich y de mí. Mientras él se refugia en su mente, será mi responsabilidad enfrentar todo lo que él ya no puede manejar.

Es mi turno de protegernos. Soy más fuerte, más decidido en estos momentos de crisis, y aunque Heinrich no quiera admitirlo, sé que necesita mi fuerza para poder sanar. Así que, mientras él se recupera, seré yo quien lidie con lo que ocurre en el exterior.

Si voy a tomar el control, al menos necesito sentirme en mi ambiente. Mi primer paso fue dirigirme al vestidor. Su estilo siempre fue elegante, sí, pero tan sobrio, tan rígido. Eso no me servía; yo necesitaba algo que transmitiera presencia.

Pasé entre sus prendas, apartando con desdén aquellas que me resultaban insulsas, hasta que finalmente encontré lo que buscaba. Un traje de corte más victoriano, ajustado a mi figura, con la autoridad que siempre he poseído. Los colores oscuros y profundos se amoldaban perfectamente a mi porte.

Pero la pieza que realmente marcaba la diferencia apareció ante mí: una capa de terciopelo negro, colgando en una percha olvidada. Ah, ese era el toque que siempre me había encantado. La capa añadía un aire de misterio y elegancia, una declaración de poder que Heinrich jamás se atrevería a portar, pero que yo lucía con absoluto orgullo.

—Si esto no es elegancia, no sé qué lo sea —murmuré con una sonrisa satisfecha, observando cómo la tela oscura caía sobre mis hombros, perfecta como la noche misma.

La noche ya había caído. Mientras Heinrich se encuentra descansando, recuperando fuerzas, yo he tomado el control. El cuerpo, por ahora, me pertenece. Y con él, hago lo que debo. Cuidaré de ambos, de Heinrich y de mí. Mientras él se refugia en su mente, será mi responsabilidad enfrentar todo lo que él ya no puede manejar. Es mi turno de protegernos. Soy más fuerte, más decidido en estos momentos de crisis, y aunque Heinrich no quiera admitirlo, sé que necesita mi fuerza para poder sanar. Así que, mientras él se recupera, seré yo quien lidie con lo que ocurre en el exterior. Si voy a tomar el control, al menos necesito sentirme en mi ambiente. Mi primer paso fue dirigirme al vestidor. Su estilo siempre fue elegante, sí, pero tan sobrio, tan rígido. Eso no me servía; yo necesitaba algo que transmitiera presencia. Pasé entre sus prendas, apartando con desdén aquellas que me resultaban insulsas, hasta que finalmente encontré lo que buscaba. Un traje de corte más victoriano, ajustado a mi figura, con la autoridad que siempre he poseído. Los colores oscuros y profundos se amoldaban perfectamente a mi porte. Pero la pieza que realmente marcaba la diferencia apareció ante mí: una capa de terciopelo negro, colgando en una percha olvidada. Ah, ese era el toque que siempre me había encantado. La capa añadía un aire de misterio y elegancia, una declaración de poder que Heinrich jamás se atrevería a portar, pero que yo lucía con absoluto orgullo. —Si esto no es elegancia, no sé qué lo sea —murmuré con una sonrisa satisfecha, observando cómo la tela oscura caía sobre mis hombros, perfecta como la noche misma.
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