—Cuando estás en una batalla tus sentidos se intensifican de sobremanera. Estás alerta a todo, no solo a tu oponente. Estás atento a la brisa que recorre tus pies. A tus pasos. Al aire que respiras. Tu cabeza analiza millones de posibilidades y cosas que sientes, hueles, y oyes. Tu corazón se acelera causa de la adrenalina, y tú no piensas en otra casa que en ganar.
Y en ese transcurso, en la batalla, de algún modo… te sientes Dios. Todo se mueve más lento para ti. Y lo único que queda… es luchar sin importar lo que ocurra o las consecuencias que hayan.
—Cuando estás en una batalla tus sentidos se intensifican de sobremanera. Estás alerta a todo, no solo a tu oponente. Estás atento a la brisa que recorre tus pies. A tus pasos. Al aire que respiras. Tu cabeza analiza millones de posibilidades y cosas que sientes, hueles, y oyes. Tu corazón se acelera causa de la adrenalina, y tú no piensas en otra casa que en ganar. Y en ese transcurso, en la batalla, de algún modo… te sientes Dios. Todo se mueve más lento para ti. Y lo único que queda… es luchar sin importar lo que ocurra o las consecuencias que hayan.
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