Aquel día pedía a gritos que se disfrutase de él. A Kazuo no le hacía falta tener una escusa para disfrutar de la naturaleza. Dejar que los rayos del sol acariciasen su piel, dejar que el olor del campo inundarse sus sentidos.

Aquella pradera bañada en oro era uno de sus lugares favoritos, un lugar donde realmente encontraba la paz.
Aquel día pedía a gritos que se disfrutase de él. A Kazuo no le hacía falta tener una escusa para disfrutar de la naturaleza. Dejar que los rayos del sol acariciasen su piel, dejar que el olor del campo inundarse sus sentidos. Aquella pradera bañada en oro era uno de sus lugares favoritos, un lugar donde realmente encontraba la paz.
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