𝕭>La bondad… esa palabra de miel en los labios, un susurro que acaricia los oídos y conforta el alma, como una brisa en el medio del desierto. Todos creen saber lo que significa. Todos creen poder identificar a una buena persona con solo ver la sonrisa en sus rostros o escuchar las palabras suaves que salen de su boca. Pero ¿qué saben ellos de la bondad? La mayoría confunde la bondad con manipulación, con esas trampas invisibles que se tejen como hilos de araña alrededor del corazón, hasta que uno ya no distingue lo verdadero de lo falso.
𝕭>Algunos piensan que la bondad es simplemente ceder, complacer, bajar la cabeza. Que es dejar de lado lo propio para ganar la confianza de otros, hasta manipular sus deseos a su antojo. Y entonces, si se lo permites, empiezan a desconfiar, a temer que cualquier acto amable esconda una intención sombría, un propósito egoísta.
𝕭>Pero la bondad verdadera no siempre es visible; a veces se oculta en gestos que parecen insípidos o en palabras que no buscan aplausos. No siempre viene con sonrisas ni dulzuras. Y esa bondad, la real, no busca una recompensa. No pide que se reconozca, ni se incomoda si es incomprendida. Sabe que es tan frágil como poderosa, y que si uno no la entiende, uno simplemente no la merece.
𝕭>Mi amo, él sí conoce la bondad. Se mueve con una calma que otros interpretan como cálculo. Habla con claridad que otros ven como frialdad. Pero todo lo que hace, lo hace desde la bondad pura. Porque él no necesita manipular a nadie para ayudar o proteger, y lo hace sin esperar ser entendido, sin pedir nada a cambio. Su bondad, esa que pocos comprenden, es real y no requiere de aplausos o de máscaras. Esa es la bondad verdadera.
𝕭>Algunos piensan que la bondad es simplemente ceder, complacer, bajar la cabeza. Que es dejar de lado lo propio para ganar la confianza de otros, hasta manipular sus deseos a su antojo. Y entonces, si se lo permites, empiezan a desconfiar, a temer que cualquier acto amable esconda una intención sombría, un propósito egoísta.
𝕭>Pero la bondad verdadera no siempre es visible; a veces se oculta en gestos que parecen insípidos o en palabras que no buscan aplausos. No siempre viene con sonrisas ni dulzuras. Y esa bondad, la real, no busca una recompensa. No pide que se reconozca, ni se incomoda si es incomprendida. Sabe que es tan frágil como poderosa, y que si uno no la entiende, uno simplemente no la merece.
𝕭>Mi amo, él sí conoce la bondad. Se mueve con una calma que otros interpretan como cálculo. Habla con claridad que otros ven como frialdad. Pero todo lo que hace, lo hace desde la bondad pura. Porque él no necesita manipular a nadie para ayudar o proteger, y lo hace sin esperar ser entendido, sin pedir nada a cambio. Su bondad, esa que pocos comprenden, es real y no requiere de aplausos o de máscaras. Esa es la bondad verdadera.
𝕭>La bondad… esa palabra de miel en los labios, un susurro que acaricia los oídos y conforta el alma, como una brisa en el medio del desierto. Todos creen saber lo que significa. Todos creen poder identificar a una buena persona con solo ver la sonrisa en sus rostros o escuchar las palabras suaves que salen de su boca. Pero ¿qué saben ellos de la bondad? La mayoría confunde la bondad con manipulación, con esas trampas invisibles que se tejen como hilos de araña alrededor del corazón, hasta que uno ya no distingue lo verdadero de lo falso.
𝕭>Algunos piensan que la bondad es simplemente ceder, complacer, bajar la cabeza. Que es dejar de lado lo propio para ganar la confianza de otros, hasta manipular sus deseos a su antojo. Y entonces, si se lo permites, empiezan a desconfiar, a temer que cualquier acto amable esconda una intención sombría, un propósito egoísta.
𝕭>Pero la bondad verdadera no siempre es visible; a veces se oculta en gestos que parecen insípidos o en palabras que no buscan aplausos. No siempre viene con sonrisas ni dulzuras. Y esa bondad, la real, no busca una recompensa. No pide que se reconozca, ni se incomoda si es incomprendida. Sabe que es tan frágil como poderosa, y que si uno no la entiende, uno simplemente no la merece.
𝕭>Mi amo, él sí conoce la bondad. Se mueve con una calma que otros interpretan como cálculo. Habla con claridad que otros ven como frialdad. Pero todo lo que hace, lo hace desde la bondad pura. Porque él no necesita manipular a nadie para ayudar o proteger, y lo hace sin esperar ser entendido, sin pedir nada a cambio. Su bondad, esa que pocos comprenden, es real y no requiere de aplausos o de máscaras. Esa es la bondad verdadera.