#BitchLife

Despierta en la cama del hostal, rodeado de una calma, una paz, que pocas veces experimenta. La noche anterior debió haber sido más tranquila, porque siente que ha dormido bien, sin las usuales interrupciones. Se permite quedarse un rato entre las sábanas, remoloneando, estirándose perezosamente, disfrutando la sensación de haber descansado, algo raro para él.

Al girarse, nota, en la mesita junto la cama, con un plato de gachas calientes con una capa brillante de mermelada encima. Es el desayuno que Tolek Zientek le había prometido.

Es la primera vez que Nathan probará este platillo, el aroma y el color le resultan tentadores. Con una ligera sonrisa, toma el plato y lo siente caliente entre sus manos.

Mientras observa la comida, puede sentir la calidez fluir de su pecho casi con la misma consistencia que lo hace del plato. No puede evitar pensar en el gesto de Tolek, en el cuidado que ha puesto en preparar algo especial para él. Por un momento, saborea no solo la dulzura de la mermelada, sino también la calidez de alguien que, sin exigencias ni abusos, se ha preocupado por su bienestar.
#BitchLife Despierta en la cama del hostal, rodeado de una calma, una paz, que pocas veces experimenta. La noche anterior debió haber sido más tranquila, porque siente que ha dormido bien, sin las usuales interrupciones. Se permite quedarse un rato entre las sábanas, remoloneando, estirándose perezosamente, disfrutando la sensación de haber descansado, algo raro para él. Al girarse, nota, en la mesita junto la cama, con un plato de gachas calientes con una capa brillante de mermelada encima. Es el desayuno que [Tolek] le había prometido. Es la primera vez que Nathan probará este platillo, el aroma y el color le resultan tentadores. Con una ligera sonrisa, toma el plato y lo siente caliente entre sus manos. Mientras observa la comida, puede sentir la calidez fluir de su pecho casi con la misma consistencia que lo hace del plato. No puede evitar pensar en el gesto de Tolek, en el cuidado que ha puesto en preparar algo especial para él. Por un momento, saborea no solo la dulzura de la mermelada, sino también la calidez de alguien que, sin exigencias ni abusos, se ha preocupado por su bienestar.
Me encocora
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