- Soy la oscuridad. -
Cada pequeño átomo oscurecido rodeándolos pulsó al mismo tiempo, bailando al compás de las palabras, gritando en el lenguaje de la noche y la ausencia de luz. Adoraba el aroma de la adrenalina de la misma manera que una persona agobiada eternamente desearía colocar un cigarrillo entre sus labios, soñaba con ese olor, lo saboreaba en sus sueños. Pero como todo adicto doméstico, se llenó los pulmones del aroma húmedo de la bruma y dejó esa pequeña abominación en la parte de atrás de su mente.
Cuando el sol aun tenia potestad sobre mi persona, era una monarca, una política, ahora soy una profesional solitaria buscando la comunidad que alguna vez tuve en mi castillo. Verás, alguien eterno no acumula libros, busca acopiar sabios.
Había allí un dejo de delicadeza, como cada palabra y movimiento estaba curiosamente estudiado para representar algo fácilmente comprensible y de fácil digestión. Estaba actuando como una mujer humana, gentil, e increíblemente intensivo. Imposible de ignorar, los espacios entre las palabras, esa rectitud casi artificial entre movimientos y gestos como si una fuerza exterior estuviera jugando con una muñeca de porcelana. Con la misma ternura con la que se presentó frente a él, dejó que su máscara se deslizara lo suficiente para que la oscuridad que llevaba dentro se depositara sobre su interpretación como una fina tela semitransparente. Lo más valioso que era capaz de ofrendarle, era honestidad, y esa quedó completamente desnuda cuando sonrió sin tapujos. Revelando sus colmillos.
James Benjamin Blackwood
Cada pequeño átomo oscurecido rodeándolos pulsó al mismo tiempo, bailando al compás de las palabras, gritando en el lenguaje de la noche y la ausencia de luz. Adoraba el aroma de la adrenalina de la misma manera que una persona agobiada eternamente desearía colocar un cigarrillo entre sus labios, soñaba con ese olor, lo saboreaba en sus sueños. Pero como todo adicto doméstico, se llenó los pulmones del aroma húmedo de la bruma y dejó esa pequeña abominación en la parte de atrás de su mente.
Cuando el sol aun tenia potestad sobre mi persona, era una monarca, una política, ahora soy una profesional solitaria buscando la comunidad que alguna vez tuve en mi castillo. Verás, alguien eterno no acumula libros, busca acopiar sabios.
Había allí un dejo de delicadeza, como cada palabra y movimiento estaba curiosamente estudiado para representar algo fácilmente comprensible y de fácil digestión. Estaba actuando como una mujer humana, gentil, e increíblemente intensivo. Imposible de ignorar, los espacios entre las palabras, esa rectitud casi artificial entre movimientos y gestos como si una fuerza exterior estuviera jugando con una muñeca de porcelana. Con la misma ternura con la que se presentó frente a él, dejó que su máscara se deslizara lo suficiente para que la oscuridad que llevaba dentro se depositara sobre su interpretación como una fina tela semitransparente. Lo más valioso que era capaz de ofrendarle, era honestidad, y esa quedó completamente desnuda cuando sonrió sin tapujos. Revelando sus colmillos.
James Benjamin Blackwood
- Soy la oscuridad. -
Cada pequeño átomo oscurecido rodeándolos pulsó al mismo tiempo, bailando al compás de las palabras, gritando en el lenguaje de la noche y la ausencia de luz. Adoraba el aroma de la adrenalina de la misma manera que una persona agobiada eternamente desearía colocar un cigarrillo entre sus labios, soñaba con ese olor, lo saboreaba en sus sueños. Pero como todo adicto doméstico, se llenó los pulmones del aroma húmedo de la bruma y dejó esa pequeña abominación en la parte de atrás de su mente.
Cuando el sol aun tenia potestad sobre mi persona, era una monarca, una política, ahora soy una profesional solitaria buscando la comunidad que alguna vez tuve en mi castillo. Verás, alguien eterno no acumula libros, busca acopiar sabios.
Había allí un dejo de delicadeza, como cada palabra y movimiento estaba curiosamente estudiado para representar algo fácilmente comprensible y de fácil digestión. Estaba actuando como una mujer humana, gentil, e increíblemente intensivo. Imposible de ignorar, los espacios entre las palabras, esa rectitud casi artificial entre movimientos y gestos como si una fuerza exterior estuviera jugando con una muñeca de porcelana. Con la misma ternura con la que se presentó frente a él, dejó que su máscara se deslizara lo suficiente para que la oscuridad que llevaba dentro se depositara sobre su interpretación como una fina tela semitransparente. Lo más valioso que era capaz de ofrendarle, era honestidad, y esa quedó completamente desnuda cuando sonrió sin tapujos. Revelando sus colmillos.
[Wendigo]