Sus manos acariciaron las páginas abiertas, devorando cada palabra, cada frase, como si fuera la única razón por la que existía en ese mismo instante.
—¿Crees que encontraremos las respuestas a nuestras preguntas, Myrrh? ¿O también seremos olvidados por el tiempo?
“Somos eternos.” —La voz del dragon resonó en su cabeza, profunda, rebotando en los recovecos de su ser.— “Y no existen preguntas que no tengan respuesta.”
—¿Crees que encontraremos las respuestas a nuestras preguntas, Myrrh? ¿O también seremos olvidados por el tiempo?
“Somos eternos.” —La voz del dragon resonó en su cabeza, profunda, rebotando en los recovecos de su ser.— “Y no existen preguntas que no tengan respuesta.”
Sus manos acariciaron las páginas abiertas, devorando cada palabra, cada frase, como si fuera la única razón por la que existía en ese mismo instante.
—¿Crees que encontraremos las respuestas a nuestras preguntas, Myrrh? ¿O también seremos olvidados por el tiempo?
“Somos eternos.” —La voz del dragon resonó en su cabeza, profunda, rebotando en los recovecos de su ser.— “Y no existen preguntas que no tengan respuesta.”