Entre los pliegues de la eternidad rota,
Allí donde los destinos se entrelazan con la sombra,
Malenia se yergue, como una memoria olvidada,
Como un suspiro del cosmos que se niega a desvanecerse.

El ocaso tiembla ante su paso lento,
Sus manos conocen tanto el acero como el polvo,
Pero en su pecho palpita un río de inquebrantable quietud,
Un río que, aunque se rompa, jamás cede ante la corriente.

¿Acaso la caída es más que un susurro de lo inevitable?
¿Es el sueño final, o solo el eco del principio?
En la urdimbre de su carne y espíritu,
Se tejen los hilos de un devenir incesante,
Porque quien yace en la podredumbre aún puede florecer.

Sus alas son de sangre, pero su vuelo es de luz,
Cada herida en su piel es un himno al renacer,
Y en cada cicatriz, las estrellas inscriben un verso perdido,
Una promesa hecha a la luna y al viento antiguo.

Oh, Malenia, ¿qué es la derrota sino una sombra pasajera?
¿Qué es la muerte sino un breve sueño entre batallas?
El tiempo, en su danza cíclica, te reclama,
Pero tú eres más que tiempo, eres la flor sin fin.

Tus pasos reverberan en el abismo del olvido,
Y las raíces del destino no pueden atraparte.
El guerrero que no conoce la quietud
Es el que trasciende la misma esencia de la muerte.

¿Es el filo de tu espada lo que guía tu alma?
¿O es tu alma la que afila la realidad misma?
En cada movimiento, el cosmos se curva y dobla,
Porque tú, Malenia, eres la canción que no termina,
El ciclo que florece incluso en la ruina.
Entre los pliegues de la eternidad rota, Allí donde los destinos se entrelazan con la sombra, Malenia se yergue, como una memoria olvidada, Como un suspiro del cosmos que se niega a desvanecerse. El ocaso tiembla ante su paso lento, Sus manos conocen tanto el acero como el polvo, Pero en su pecho palpita un río de inquebrantable quietud, Un río que, aunque se rompa, jamás cede ante la corriente. ¿Acaso la caída es más que un susurro de lo inevitable? ¿Es el sueño final, o solo el eco del principio? En la urdimbre de su carne y espíritu, Se tejen los hilos de un devenir incesante, Porque quien yace en la podredumbre aún puede florecer. Sus alas son de sangre, pero su vuelo es de luz, Cada herida en su piel es un himno al renacer, Y en cada cicatriz, las estrellas inscriben un verso perdido, Una promesa hecha a la luna y al viento antiguo. Oh, Malenia, ¿qué es la derrota sino una sombra pasajera? ¿Qué es la muerte sino un breve sueño entre batallas? El tiempo, en su danza cíclica, te reclama, Pero tú eres más que tiempo, eres la flor sin fin. Tus pasos reverberan en el abismo del olvido, Y las raíces del destino no pueden atraparte. El guerrero que no conoce la quietud Es el que trasciende la misma esencia de la muerte. ¿Es el filo de tu espada lo que guía tu alma? ¿O es tu alma la que afila la realidad misma? En cada movimiento, el cosmos se curva y dobla, Porque tú, Malenia, eres la canción que no termina, El ciclo que florece incluso en la ruina.
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