Los días pasan tranquilos pero aún en su inconsciente aparece el fantasma del asecho y siente que debe seguir escondiéndose. ── Tranquila Liz, nadie te persigue ── debe recordarse cada vez que la idea se apodera de sus pies que empiezan a dar pasos acelerados sin rumbo claro; hoy no fue diferente.
Una calma absoluta inundaba la mañana, una a la que la pelirroja no está acostumbrada.
Sin darse cuenta salió del santuario y caminó, caminó, caminó... adentrándose por el bosque, hasta que luego de unas horas llegó a una laguna entre helechos. Sin dudarlo se sumergió ahí, no le importó el frío clima ni las nubes amenazantes, como si buscara que el agua de alguna manera lograra enmudecer sus pensamientos.
Un melodioso sonido irrumpió por el cielo, docenas de pequeños estorninos cantaban y revoloteaban sobre Elizabeth, esta bella bandada de pájaros realizando piruetas en el cielo anunciaban las primeras heladas del Otoño.
El espectáculo la sacó de ese trance en bucle del que estaba presa, una sonrisa se dibujó en su rostro mientras los veía alejarse. La naturaleza tan sabia dejó caer su lluvia para llevarse con ella el pasado que aún adherido a Elizabeth causaba tormentas
Una calma absoluta inundaba la mañana, una a la que la pelirroja no está acostumbrada.
Sin darse cuenta salió del santuario y caminó, caminó, caminó... adentrándose por el bosque, hasta que luego de unas horas llegó a una laguna entre helechos. Sin dudarlo se sumergió ahí, no le importó el frío clima ni las nubes amenazantes, como si buscara que el agua de alguna manera lograra enmudecer sus pensamientos.
Un melodioso sonido irrumpió por el cielo, docenas de pequeños estorninos cantaban y revoloteaban sobre Elizabeth, esta bella bandada de pájaros realizando piruetas en el cielo anunciaban las primeras heladas del Otoño.
El espectáculo la sacó de ese trance en bucle del que estaba presa, una sonrisa se dibujó en su rostro mientras los veía alejarse. La naturaleza tan sabia dejó caer su lluvia para llevarse con ella el pasado que aún adherido a Elizabeth causaba tormentas
Los días pasan tranquilos pero aún en su inconsciente aparece el fantasma del asecho y siente que debe seguir escondiéndose. ── Tranquila Liz, nadie te persigue ── debe recordarse cada vez que la idea se apodera de sus pies que empiezan a dar pasos acelerados sin rumbo claro; hoy no fue diferente.
Una calma absoluta inundaba la mañana, una a la que la pelirroja no está acostumbrada.
Sin darse cuenta salió del santuario y caminó, caminó, caminó... adentrándose por el bosque, hasta que luego de unas horas llegó a una laguna entre helechos. Sin dudarlo se sumergió ahí, no le importó el frío clima ni las nubes amenazantes, como si buscara que el agua de alguna manera lograra enmudecer sus pensamientos.
Un melodioso sonido irrumpió por el cielo, docenas de pequeños estorninos cantaban y revoloteaban sobre Elizabeth, esta bella bandada de pájaros realizando piruetas en el cielo anunciaban las primeras heladas del Otoño.
El espectáculo la sacó de ese trance en bucle del que estaba presa, una sonrisa se dibujó en su rostro mientras los veía alejarse. La naturaleza tan sabia dejó caer su lluvia para llevarse con ella el pasado que aún adherido a Elizabeth causaba tormentas