Maki observó el vasto campo de entrenamiento frente a ella, el sol reflejando en el metal de su lanza. Cada paso que había dado para llegar hasta aquí estaba marcado por el rechazo de su propia familia, el desprecio por su falta de habilidades malditas y la constante lucha para demostrar que era mucho más que el destino que otros le habían impuesto.

—¿Crees que voy a detenerme por algo tan insignificante como tu maldición?— se dijo a sí misma, ajustando sus gafas con un leve chasquido. Recordó cada mirada de desdén, cada comentario hiriente sobre su lugar en el clan Zenin. Pero la rabia no era su motor. Su verdadera fuerza provenía de su inquebrantable voluntad. Porque ella había elegido no ser definida por la magia que no podía usar, sino por la fuerza que podía construir por sí misma.

Cada día, cada entrenamiento, había sido una batalla para demostrar no solo a su familia, sino a ella misma, que el poder no solo se encontraba en las técnicas malditas. La verdadera fuerza era una mezcla de coraje, habilidad, y el fuego interior que nunca dejaba de arder.

—Que vengan,— murmuró mientras tomaba posición. No importaba cuántos enemigos la enfrentaran, ni cuántas veces intentaran romper su espíritu. Maki Zenin era una fuerza que nadie podía subestimar. Porque en su interior, más fuerte que cualquier maldición, brillaba la resolución de alguien que jamás cedería.
Maki observó el vasto campo de entrenamiento frente a ella, el sol reflejando en el metal de su lanza. Cada paso que había dado para llegar hasta aquí estaba marcado por el rechazo de su propia familia, el desprecio por su falta de habilidades malditas y la constante lucha para demostrar que era mucho más que el destino que otros le habían impuesto. —¿Crees que voy a detenerme por algo tan insignificante como tu maldición?— se dijo a sí misma, ajustando sus gafas con un leve chasquido. Recordó cada mirada de desdén, cada comentario hiriente sobre su lugar en el clan Zenin. Pero la rabia no era su motor. Su verdadera fuerza provenía de su inquebrantable voluntad. Porque ella había elegido no ser definida por la magia que no podía usar, sino por la fuerza que podía construir por sí misma. Cada día, cada entrenamiento, había sido una batalla para demostrar no solo a su familia, sino a ella misma, que el poder no solo se encontraba en las técnicas malditas. La verdadera fuerza era una mezcla de coraje, habilidad, y el fuego interior que nunca dejaba de arder. —Que vengan,— murmuró mientras tomaba posición. No importaba cuántos enemigos la enfrentaran, ni cuántas veces intentaran romper su espíritu. Maki Zenin era una fuerza que nadie podía subestimar. Porque en su interior, más fuerte que cualquier maldición, brillaba la resolución de alguien que jamás cedería.
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