Mockinbird, sing for me
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—Pajarito, pajarito ¿dónde te metiste? —canturreó una dulce voz.

La luna reclamaba el cielo como suyo y la ciudad, celosa de su luz, escondía a las estrellas entre altos edificios bestias de luces neón. Jane se había colocado como el cliché víctima perfecto: sola en un callejón, pobremente alumbrado con el neón rojo de los locales que no le interesaban leer, menando suavemente su cadera y escuchando los insultos que murmuraban algunos al reconocerla como la “oficial Jane Doe”.

Eran un montón de exagerados, excepto aquel hombre que tenía una horrible cicatriz en el rostro, él si que tenía razones para odiarla.

Las últimas dos semanas los periodos se habían plagado de titulares amarillistas, sumiendo la ciudad en el pánico respecto a un asesino serial. Sus víctimas eran todas humanas, drenadas de la sangre hasta la última gota como si Erzebeth Bathory siguiera viva. Hasta ahora, todas las pistas conducían al mismo sospechoso: el ladrón de sangre del hospital. Desde su incidente, es que los cuerpos habían comenzado a aflorar como si fueran rosales en primavera.

Su equipo alegaba una teoría respecto a un loco sectario y Jane sabía que era algo más. Después de todo, ese tal Santiago había alegado muy orgulloso tener una bóveda llena de sangre ¿no es cierto? Tenía los motivos, coincidían los lugares ¡incluso su máscara llegó a verse! Pero nadie podía encontrarlo.

Nadie que fuera humano, claro. Su compañero estaba enfermo y Jane jugó a la temeraria, guiándose por su nariz hasta por fin encontrar el rastro del apodado “pajarito”. Se adentró en un abr que tenía la puerta medio oculta, un par de halagos y cualquier cadenero cedía, qué fáciles eran de manipular.

—Vaya que no eres de los finos si te gusta andar ocultando aquí —comentó mientras se sentaba en la barra. Aún no lo veía, pero estaba ahí, lo sabía, podía olerlo, oír su sangre—. Eres complicado de encontrar, pajarito sangriento.

|| Rolcito privado con @Santiago ||
—Pajarito, pajarito ¿dónde te metiste? —canturreó una dulce voz. La luna reclamaba el cielo como suyo y la ciudad, celosa de su luz, escondía a las estrellas entre altos edificios bestias de luces neón. Jane se había colocado como el cliché víctima perfecto: sola en un callejón, pobremente alumbrado con el neón rojo de los locales que no le interesaban leer, menando suavemente su cadera y escuchando los insultos que murmuraban algunos al reconocerla como la “oficial Jane Doe”. Eran un montón de exagerados, excepto aquel hombre que tenía una horrible cicatriz en el rostro, él si que tenía razones para odiarla. Las últimas dos semanas los periodos se habían plagado de titulares amarillistas, sumiendo la ciudad en el pánico respecto a un asesino serial. Sus víctimas eran todas humanas, drenadas de la sangre hasta la última gota como si Erzebeth Bathory siguiera viva. Hasta ahora, todas las pistas conducían al mismo sospechoso: el ladrón de sangre del hospital. Desde su incidente, es que los cuerpos habían comenzado a aflorar como si fueran rosales en primavera. Su equipo alegaba una teoría respecto a un loco sectario y Jane sabía que era algo más. Después de todo, ese tal Santiago había alegado muy orgulloso tener una bóveda llena de sangre ¿no es cierto? Tenía los motivos, coincidían los lugares ¡incluso su máscara llegó a verse! Pero nadie podía encontrarlo. Nadie que fuera humano, claro. Su compañero estaba enfermo y Jane jugó a la temeraria, guiándose por su nariz hasta por fin encontrar el rastro del apodado “pajarito”. Se adentró en un abr que tenía la puerta medio oculta, un par de halagos y cualquier cadenero cedía, qué fáciles eran de manipular. —Vaya que no eres de los finos si te gusta andar ocultando aquí —comentó mientras se sentaba en la barra. Aún no lo veía, pero estaba ahí, lo sabía, podía olerlo, oír su sangre—. Eres complicado de encontrar, pajarito sangriento. || Rolcito privado con @Santiago ||
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