Gracias a que su amigo le ayudó a escapar, pues estuvo encerrado y secuestrado por su tío durante algunos días, y también a que le salvó la vida tras ser apuñalado por su familiar, las posteriores noches pudo descansar tranquilo. Por supuesto seguía enormemente preocupado por las posibles represalias que su tío podría tomar contra ellos, pero necesitaba centrarse en descansar y retomar fuerzas por el momento.
Esa noche, después de dar un pequeño paseo y cenar algo ligero, se fue a dormir bastante relajado. Cerró sus ojos y....
¿Eh? ¿Dónde estaba?... ¿Un templo? No era el templo de su amigo, no reconocía donde estaba. El lugar era amplio, de aspecto delicado y hermoso, muy limpio y bien cuidado. Entonces se miró a si mismo, vestía unas ropas simples blancas que no había visto nunca.

-Shinobu. ¿Shinobu? ¿Dónde estás?- Una voz masculina desconocida parecía estar llamándole.

Casi como si no pudiera controlar su propio cuerpo, este avanzó por la estancia hasta abrir una puerta corredera. Una luz radiante le cegó por unos segundos y sintió una suave brisa acariciar sus cabellos, una brisa que llevaba consigo el aroma más delicado y agradable que jamás había sentido. Abrió los ojos poco a poco y, frente a él, una figura masculina que hizo acelerar su corazón. Un hombre alto, fuerte, de largos cabellos claros, casi tan claros como sus ojos. Piel delicada y pálida, vestido elegantemente. Estaba tumbado y sonrió ampliamente al ver entrar al joven lobo a la estancia, teniéndole la mano en señal de que se acercase a él.

-Shinobu... ¿Dónde te habías metido? No desaparezcas de mi lado así, sabes que últimamente los cazadores se están volviendo un verdadero problema. ¿Qué pasaría si te hirieran o algo peor?

-Disculpe, mi señor. Quería asegurarme de que todo estuviera limpio y ordenado.- ¿Por qué respondió eso? No tenía control de sus palabras ni sus actos, como si fuera un espectador dentro de su propio cuerpo.

-¿Qué te dije sobre llamarme "mi señor"? Llámame por mi nombre, Shinobu... ¿Cuántas más noches debemos pasar juntos para que entiendas que no eres mi sirviente?- Replicó el hombre aún manteniendo su sonrisa y acariciando un mecho del oscuro y largo cabello del muchacho.

Shinobu se ruborizó bastante pero no apartó la mirada de él, ese hombre resultaba hipnótico.

-M-Mh... E-Está bien, *****.- ¿Qué? ¿Por qué no pudo escuchar eso? Estaba seguro de haber pronunciado el nombre de esa persona pero por alguna razón no podía oírlo.

Y sin más, con un último vistazo a ese bello rostro masculino, despertó, abrió los ojos y miró a su alrededor. ¿Había sido solo un sueño? ¿Entonces por qué aún podía oler aquel cautivador aroma, por qué aún sentía el tacto de la mano ajena en su cabello?... ¿Por qué le dolía el pecho como si hubiera perdido lo más preciado en el mundo?
Gracias a que su amigo le ayudó a escapar, pues estuvo encerrado y secuestrado por su tío durante algunos días, y también a que le salvó la vida tras ser apuñalado por su familiar, las posteriores noches pudo descansar tranquilo. Por supuesto seguía enormemente preocupado por las posibles represalias que su tío podría tomar contra ellos, pero necesitaba centrarse en descansar y retomar fuerzas por el momento. Esa noche, después de dar un pequeño paseo y cenar algo ligero, se fue a dormir bastante relajado. Cerró sus ojos y.... ¿Eh? ¿Dónde estaba?... ¿Un templo? No era el templo de su amigo, no reconocía donde estaba. El lugar era amplio, de aspecto delicado y hermoso, muy limpio y bien cuidado. Entonces se miró a si mismo, vestía unas ropas simples blancas que no había visto nunca. -Shinobu. ¿Shinobu? ¿Dónde estás?- Una voz masculina desconocida parecía estar llamándole. Casi como si no pudiera controlar su propio cuerpo, este avanzó por la estancia hasta abrir una puerta corredera. Una luz radiante le cegó por unos segundos y sintió una suave brisa acariciar sus cabellos, una brisa que llevaba consigo el aroma más delicado y agradable que jamás había sentido. Abrió los ojos poco a poco y, frente a él, una figura masculina que hizo acelerar su corazón. Un hombre alto, fuerte, de largos cabellos claros, casi tan claros como sus ojos. Piel delicada y pálida, vestido elegantemente. Estaba tumbado y sonrió ampliamente al ver entrar al joven lobo a la estancia, teniéndole la mano en señal de que se acercase a él. -Shinobu... ¿Dónde te habías metido? No desaparezcas de mi lado así, sabes que últimamente los cazadores se están volviendo un verdadero problema. ¿Qué pasaría si te hirieran o algo peor? -Disculpe, mi señor. Quería asegurarme de que todo estuviera limpio y ordenado.- ¿Por qué respondió eso? No tenía control de sus palabras ni sus actos, como si fuera un espectador dentro de su propio cuerpo. -¿Qué te dije sobre llamarme "mi señor"? Llámame por mi nombre, Shinobu... ¿Cuántas más noches debemos pasar juntos para que entiendas que no eres mi sirviente?- Replicó el hombre aún manteniendo su sonrisa y acariciando un mecho del oscuro y largo cabello del muchacho. Shinobu se ruborizó bastante pero no apartó la mirada de él, ese hombre resultaba hipnótico. -M-Mh... E-Está bien, *****.- ¿Qué? ¿Por qué no pudo escuchar eso? Estaba seguro de haber pronunciado el nombre de esa persona pero por alguna razón no podía oírlo. Y sin más, con un último vistazo a ese bello rostro masculino, despertó, abrió los ojos y miró a su alrededor. ¿Había sido solo un sueño? ¿Entonces por qué aún podía oler aquel cautivador aroma, por qué aún sentía el tacto de la mano ajena en su cabello?... ¿Por qué le dolía el pecho como si hubiera perdido lo más preciado en el mundo?
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