Y bajo el silencio de los pasillos, deambuló con pasos tan ligeros e insonoros como una brisa, asegurándose de que nada ni nadie supiera de esta pequeña e inofensiva fuga que estaba ejecutando. Así fue como el ángel plantó sus pies descalzos sobre la rojiza alfombra, cuya superficie suave resaltaba la blanca pureza de su piel, y dio pasos firmes en dirección a las enormes puertas de madera. Bajo la tenue iluminación de las velas, opacadas por el brillo dorado de su cabello en la oscuridad, fue que él abrió las puertas de par en par, para encontrarse las hermosas calles de la Roma nocturna.

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Y bajo el silencio de los pasillos, deambuló con pasos tan ligeros e insonoros como una brisa, asegurándose de que nada ni nadie supiera de esta pequeña e inofensiva fuga que estaba ejecutando. Así fue como el ángel plantó sus pies descalzos sobre la rojiza alfombra, cuya superficie suave resaltaba la blanca pureza de su piel, y dio pasos firmes en dirección a las enormes puertas de madera. Bajo la tenue iluminación de las velas, opacadas por el brillo dorado de su cabello en la oscuridad, fue que él abrió las puertas de par en par, para encontrarse las hermosas calles de la Roma nocturna. . . .
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