Rodeado de libros de todo tipo, antiguos tomos polvorientos, algunos más viejos que yo. Las páginas se acumulaban en el escritorio mientras las leía en una búsqueda frenética por una respuesta, por una forma de silenciar esa voz que no dejaba de atormentarme.

Ya era una búsqueda desesperada. Busqué entre los libros antiguos, pergaminos polvorientos que había recolectado durante siglos. Arcanos olvidados, rituales prohibidos, cualquier cosa que pudiera ofrecerme un respiro. Sabía que adentrarme en estos conocimientos sin precauciones podría ser peligroso, pero el miedo superaba cualquier precaución.

"¿De verdad crees que un simple libro te salvará? Patético..."

Pero incluso en mi esfuerzo, la voz no me daba tregua. Se reía de mí, un eco susurrante que parecía deslizarse entre las páginas abiertas, burlándose de cada intento fallido.

“Buscas respuestas en esos viejos tomos, pero sabes que no encontrarás nada que te salve, cobarde,” se burlaba la voz oscura, un tono siniestro que reverberaba en mi mente. “Solo eres un vampiro que se niega a aceptar su verdadera naturaleza. Eres débil, y lo sabes.”

Cerré otro libro con un golpe seco, apretando la mandíbula mientras el peso de mi propia frustración crecía.

“Es inútil, Heinrich. Nunca escaparás de lo que eres. Estás destinado a ser como yo.”

Sentía que cada rincón de mi casa, cada sombra en la habitación, estaba impregnada de esa presencia oscura que no me dejaba en paz. Y, aun así, no podía dejar de buscar, de rasgar cada página en busca de algo, cualquier cosa que me diera la esperanza de que no estaba destinado a caer ante esa parte oscura que me acechaba.

-¡Cállate!

Grité con todas mis fuerzas, mi voz quebrándose en la soledad de la estancia. Las velas parpadearon ante el bramido de mi desesperación, y por un segundo, el silencio llenó la habitación.

-No... no voy a ser como tú...
Rodeado de libros de todo tipo, antiguos tomos polvorientos, algunos más viejos que yo. Las páginas se acumulaban en el escritorio mientras las leía en una búsqueda frenética por una respuesta, por una forma de silenciar esa voz que no dejaba de atormentarme. Ya era una búsqueda desesperada. Busqué entre los libros antiguos, pergaminos polvorientos que había recolectado durante siglos. Arcanos olvidados, rituales prohibidos, cualquier cosa que pudiera ofrecerme un respiro. Sabía que adentrarme en estos conocimientos sin precauciones podría ser peligroso, pero el miedo superaba cualquier precaución. "¿De verdad crees que un simple libro te salvará? Patético..." Pero incluso en mi esfuerzo, la voz no me daba tregua. Se reía de mí, un eco susurrante que parecía deslizarse entre las páginas abiertas, burlándose de cada intento fallido. “Buscas respuestas en esos viejos tomos, pero sabes que no encontrarás nada que te salve, cobarde,” se burlaba la voz oscura, un tono siniestro que reverberaba en mi mente. “Solo eres un vampiro que se niega a aceptar su verdadera naturaleza. Eres débil, y lo sabes.” Cerré otro libro con un golpe seco, apretando la mandíbula mientras el peso de mi propia frustración crecía. “Es inútil, Heinrich. Nunca escaparás de lo que eres. Estás destinado a ser como yo.” Sentía que cada rincón de mi casa, cada sombra en la habitación, estaba impregnada de esa presencia oscura que no me dejaba en paz. Y, aun así, no podía dejar de buscar, de rasgar cada página en busca de algo, cualquier cosa que me diera la esperanza de que no estaba destinado a caer ante esa parte oscura que me acechaba. -¡Cállate! Grité con todas mis fuerzas, mi voz quebrándose en la soledad de la estancia. Las velas parpadearon ante el bramido de mi desesperación, y por un segundo, el silencio llenó la habitación. -No... no voy a ser como tú...
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