ℝ𝕠𝕝 𝕛𝕦𝕟𝕥𝕠 𝕒 𝒜𝓇𝒸𝒽𝒾𝒷𝒶𝓁𝒹 ℛ𝒶𝓰𝓃𝒶𝓀𝒾
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El viento frío del atardecer agitaba el manto de Agatha mientras descendía sobre el palacio en la espalda de una joven dragona de escamas blancas. Las grandes alas de la criatura se batían con elegancia, anunciando su llegada a los guardias apostados en las torres. El viaje había sido largo, y Agatha sentía el cansancio en sus huesos, pero estaba ansiosa por regresar. Las murallas del palacio, altas y conocidas, le ofrecían una bienvenida silenciosa, pero algo en el ambiente estaba fuera de lugar.
La dragona aterrizó suavemente en el patio principal, y Agatha descendió, acariciando las escamas suaves de su montura antes de girarse para encarar a los guardias que se acercaban.
-Bienvenida, Consejera -dijo uno de los guardias, haciendo una reverencia, pero su tono era más formal de lo habitual. Algo en sus ojos indicaba tensión.
Agatha frunció ligeramente el ceño.
-Gracias, pero... noto cierta inquietud. ¿Todo está bien?
Los guardias intercambiaron miradas rápidas, y uno de ellos dio un paso adelante.
-El rey desea verla de inmediato en el salón del consejo -dijo, evitando su mirada directa.
Agatha sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había dejado al Barón Ragnaki como consejero y general del ejército cuando partió, y ahora le hablaban de un rey. Decidió no hacer preguntas por el momento. Ajustándose el manto, asintió.
-Llévenme.
Mientras caminaban por los pasillos que conocía tan bien, la atmósfera se tornaba más densa. El eco de sus pasos parecía resonar de una forma diferente. Más pesada. A cada paso, algo dentro de ella le gritaba que todo había cambiado, aunque aún no sabía cómo.
Cuando llegaron ante las grandes puertas del salón del consejo, se abrieron lentamente, revelando la imponente figura de Ragnaki en el centro de la sala. Vestía las ropas reales, el manto adornado con la corona del reino. Agatha se detuvo en seco, su corazón dio un vuelco.
-Barón Ragnaki... -comenzó, tratando de disimular la sorpresa.
Pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta.
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El viento frío del atardecer agitaba el manto de Agatha mientras descendía sobre el palacio en la espalda de una joven dragona de escamas blancas. Las grandes alas de la criatura se batían con elegancia, anunciando su llegada a los guardias apostados en las torres. El viaje había sido largo, y Agatha sentía el cansancio en sus huesos, pero estaba ansiosa por regresar. Las murallas del palacio, altas y conocidas, le ofrecían una bienvenida silenciosa, pero algo en el ambiente estaba fuera de lugar.
La dragona aterrizó suavemente en el patio principal, y Agatha descendió, acariciando las escamas suaves de su montura antes de girarse para encarar a los guardias que se acercaban.
-Bienvenida, Consejera -dijo uno de los guardias, haciendo una reverencia, pero su tono era más formal de lo habitual. Algo en sus ojos indicaba tensión.
Agatha frunció ligeramente el ceño.
-Gracias, pero... noto cierta inquietud. ¿Todo está bien?
Los guardias intercambiaron miradas rápidas, y uno de ellos dio un paso adelante.
-El rey desea verla de inmediato en el salón del consejo -dijo, evitando su mirada directa.
Agatha sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había dejado al Barón Ragnaki como consejero y general del ejército cuando partió, y ahora le hablaban de un rey. Decidió no hacer preguntas por el momento. Ajustándose el manto, asintió.
-Llévenme.
Mientras caminaban por los pasillos que conocía tan bien, la atmósfera se tornaba más densa. El eco de sus pasos parecía resonar de una forma diferente. Más pesada. A cada paso, algo dentro de ella le gritaba que todo había cambiado, aunque aún no sabía cómo.
Cuando llegaron ante las grandes puertas del salón del consejo, se abrieron lentamente, revelando la imponente figura de Ragnaki en el centro de la sala. Vestía las ropas reales, el manto adornado con la corona del reino. Agatha se detuvo en seco, su corazón dio un vuelco.
-Barón Ragnaki... -comenzó, tratando de disimular la sorpresa.
Pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta.
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ℝ𝕠𝕝 𝕛𝕦𝕟𝕥𝕠 𝕒 [Baron.01]
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El viento frío del atardecer agitaba el manto de Agatha mientras descendía sobre el palacio en la espalda de una joven dragona de escamas blancas. Las grandes alas de la criatura se batían con elegancia, anunciando su llegada a los guardias apostados en las torres. El viaje había sido largo, y Agatha sentía el cansancio en sus huesos, pero estaba ansiosa por regresar. Las murallas del palacio, altas y conocidas, le ofrecían una bienvenida silenciosa, pero algo en el ambiente estaba fuera de lugar.
La dragona aterrizó suavemente en el patio principal, y Agatha descendió, acariciando las escamas suaves de su montura antes de girarse para encarar a los guardias que se acercaban.
-Bienvenida, Consejera -dijo uno de los guardias, haciendo una reverencia, pero su tono era más formal de lo habitual. Algo en sus ojos indicaba tensión.
Agatha frunció ligeramente el ceño.
-Gracias, pero... noto cierta inquietud. ¿Todo está bien?
Los guardias intercambiaron miradas rápidas, y uno de ellos dio un paso adelante.
-El rey desea verla de inmediato en el salón del consejo -dijo, evitando su mirada directa.
Agatha sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había dejado al Barón Ragnaki como consejero y general del ejército cuando partió, y ahora le hablaban de un rey. Decidió no hacer preguntas por el momento. Ajustándose el manto, asintió.
-Llévenme.
Mientras caminaban por los pasillos que conocía tan bien, la atmósfera se tornaba más densa. El eco de sus pasos parecía resonar de una forma diferente. Más pesada. A cada paso, algo dentro de ella le gritaba que todo había cambiado, aunque aún no sabía cómo.
Cuando llegaron ante las grandes puertas del salón del consejo, se abrieron lentamente, revelando la imponente figura de Ragnaki en el centro de la sala. Vestía las ropas reales, el manto adornado con la corona del reino. Agatha se detuvo en seco, su corazón dio un vuelco.
-Barón Ragnaki... -comenzó, tratando de disimular la sorpresa.
Pero las palabras se le quedaron atrapadas en la garganta.
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