Tenlo en cuenta al responder.
Después de su tiempo en los jardines, Adrián se dirigió al salón donde el banquete en su honor estaba a punto de comenzar. Al entrar, el ambiente vibraba con una mezcla de expectación y reverencia. Las amplias mesas estaban dispuestas con meticuloso detalle, cubiertas de finos manteles y adornos florales que contrastaban con los candelabros dorados que iluminaban el lugar. Las copas de cristal relucían bajo la luz, y el aroma de los manjares preparados inundaba el aire.
A medida que Adrián avanzaba, todos los presentes se levantaron de sus asientos en una muestra de respeto hacia el nuevo rey. Aunque sentía el peso de las miradas sobre él, se mantuvo firme, recordando que su papel ahora no solo consistía en liderar, sino en representar la esperanza del reino. A su lado, Adriana lo acompañaba, y aunque su presencia le daba una sensación de familiaridad, era consciente de que, por esta noche, él era el centro de atención.
Las conversaciones en el salón continuaron, pero siempre en voz baja, como si la solemnidad del momento exigiera cierta contención. Al llegar a la mesa principal, Adrián tomó asiento en el lugar reservado para él. A su alrededor, figuras prominentes del reino se acomodaban, ansiosos por estar cerca del nuevo monarca. Alexa y Daniel Selene también estaban presentes, situados en una mesa cercana. Ver sus rostros familiares entre los invitados le dio un ligero respiro.
La comida comenzó a servirse, y pronto el salón se llenó de platos exquisitos: carnes delicadamente asadas, pescados frescos cubiertos de hierbas aromáticas, y una gran variedad de frutas y postres que parecían una obra de arte. Los sirvientes iban y venían, asegurándose de que cada copa estuviera llena de vino y que ningún plato quedara vacío.
Adrián, sin embargo, apenas podía disfrutar de la comida. A pesar de los abundantes manjares, la presión de la situación lo mantenía alerta. Aunque probaba cada plato que le servían, su mente estaba ocupada con los murmullos a su alrededor, las conversaciones veladas y los gestos de aquellos que buscaban su atención. Los nobles y dignatarios no perdían oportunidad para acercarse y ofrecerle palabras de apoyo o de alabanza, a lo que Adrián respondía con cortesía:
"Es un honor compartir este momento con todos vosotros."
"Espero estar a la altura de las expectativas de este reino."
Mientras avanzaba la noche, el banquete continuaba, y las conversaciones se hacían más animadas, aunque siempre con un trasfondo de formalidad. Adrián notaba cómo las sonrisas y los brindis iban en aumento, pero también percibía la cautela en muchos de los presentes. Era consciente de que para algunos, él seguía siendo el hijo ilegítimo, y su derecho al trono todavía era cuestionado.
A pesar de esto, se esforzaba por mostrarse confiado, sabiendo que cada gesto suyo sería observado y comentado. Mientras tanto, Adriana le dirigía miradas discretas, como si tratara de asegurarse de que su hermano se mantuviera centrado. Su compañía, junto con la presencia de Alexa y Daniel, le daba algo de consuelo en una noche que, de otro modo, habría sido mucho más solitaria.
El banquete era grandioso y parecía no tener fin, con una sucesión de platos interminables que reflejaban la opulencia del reino. Aunque la comida y la bebida fluían en abundancia, Adrián sabía que su verdadera tarea no era disfrutar de los placeres del festín, sino establecer su lugar como líder.
A medida que Adrián avanzaba, todos los presentes se levantaron de sus asientos en una muestra de respeto hacia el nuevo rey. Aunque sentía el peso de las miradas sobre él, se mantuvo firme, recordando que su papel ahora no solo consistía en liderar, sino en representar la esperanza del reino. A su lado, Adriana lo acompañaba, y aunque su presencia le daba una sensación de familiaridad, era consciente de que, por esta noche, él era el centro de atención.
Las conversaciones en el salón continuaron, pero siempre en voz baja, como si la solemnidad del momento exigiera cierta contención. Al llegar a la mesa principal, Adrián tomó asiento en el lugar reservado para él. A su alrededor, figuras prominentes del reino se acomodaban, ansiosos por estar cerca del nuevo monarca. Alexa y Daniel Selene también estaban presentes, situados en una mesa cercana. Ver sus rostros familiares entre los invitados le dio un ligero respiro.
La comida comenzó a servirse, y pronto el salón se llenó de platos exquisitos: carnes delicadamente asadas, pescados frescos cubiertos de hierbas aromáticas, y una gran variedad de frutas y postres que parecían una obra de arte. Los sirvientes iban y venían, asegurándose de que cada copa estuviera llena de vino y que ningún plato quedara vacío.
Adrián, sin embargo, apenas podía disfrutar de la comida. A pesar de los abundantes manjares, la presión de la situación lo mantenía alerta. Aunque probaba cada plato que le servían, su mente estaba ocupada con los murmullos a su alrededor, las conversaciones veladas y los gestos de aquellos que buscaban su atención. Los nobles y dignatarios no perdían oportunidad para acercarse y ofrecerle palabras de apoyo o de alabanza, a lo que Adrián respondía con cortesía:
"Es un honor compartir este momento con todos vosotros."
"Espero estar a la altura de las expectativas de este reino."
Mientras avanzaba la noche, el banquete continuaba, y las conversaciones se hacían más animadas, aunque siempre con un trasfondo de formalidad. Adrián notaba cómo las sonrisas y los brindis iban en aumento, pero también percibía la cautela en muchos de los presentes. Era consciente de que para algunos, él seguía siendo el hijo ilegítimo, y su derecho al trono todavía era cuestionado.
A pesar de esto, se esforzaba por mostrarse confiado, sabiendo que cada gesto suyo sería observado y comentado. Mientras tanto, Adriana le dirigía miradas discretas, como si tratara de asegurarse de que su hermano se mantuviera centrado. Su compañía, junto con la presencia de Alexa y Daniel, le daba algo de consuelo en una noche que, de otro modo, habría sido mucho más solitaria.
El banquete era grandioso y parecía no tener fin, con una sucesión de platos interminables que reflejaban la opulencia del reino. Aunque la comida y la bebida fluían en abundancia, Adrián sabía que su verdadera tarea no era disfrutar de los placeres del festín, sino establecer su lugar como líder.
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