La coronación de Adrián estaba por comenzar, pero en su mente, todo era un caos. Apenas el domingo había recibido la impactante noticia de que su hermana mayor, Alía, quien era la reina del reino, había desaparecido sin dejar rastro. No había tenido tiempo de procesar lo sucedido, y ahora, tan solo dos días después, el martes, se encontraba de pie frente a una multitud que esperaba que asumiera el trono.

El peso de la situación se sentía aplastante sobre sus hombros. Sabía que desde ese momento, su vida cambiaría por completo. Las aventuras despreocupadas, las bromas compartidas, las noches sin preocupaciones sobre el mañana... todo eso quedaba atrás. Ahora debía enfocarse en algo mucho más grande: el reino, su gente y las expectativas que todos habían puesto sobre él, aunque nadie le hubiera preguntado si estaba listo. La verdad era que ni siquiera él había tenido tiempo para asimilar lo que estaba ocurriendo. Todo había sucedido demasiado rápido.

Los preparativos para su coronación comenzaron casi inmediatamente después de la desaparición de Alía, y Adrián apenas había tenido un momento para detenerse a pensar. Se sentía atrapado en una mezcla de confusión, tristeza y un sentido de responsabilidad que lo abrumaba, pero sabía que no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por esas emociones. El reino necesitaba un líder, y a él lo habían elegido, estuviera preparado o no.

Junto a él, caminaba su hermana gemela, Adriana. Ella, a pesar de compartir la preocupación y el peso emocional del momento, intentaba infundirle ánimos con una ligera sonrisa y un toque de complicidad. Ambos avanzaban hacia el Gran Salón del Castillo Real, y en su trayecto, Adrián no pudo evitar notar algunas caras conocidas entre la multitud. Cerca de la entrada, sus ojos se encontraron brevemente con Alexa y Daniel Selene, quienes observaban la escena con una mezcla de preocupación y apoyo. Saber que ellos estaban presentes le brindó un leve consuelo, recordándole que, a pesar de todo, no estaba completamente solo en esta travesía.

El Gran Salón estaba repleto de personas, y aunque trataba de mantener una fachada de compostura, cada vez le resultaba más difícil ignorar el peso de las miradas que lo observaban con duda, escepticismo, e incluso desdén. Después de todo, Adrián era conocido como el hijo ilegítimo del antiguo rey, y muchos todavía no aceptaban que alguien con su origen pudiera sentarse en el trono.

El sumo sacerdote, encargado de presidir la ceremonia, se acercó a Adrián para comenzar el ritual de coronación. Mientras las oraciones y ofrendas a los dioses ancestrales resonaban en todo el salón, Adrián permanecía en silencio, con sus pensamientos acelerados. ¿Realmente estaba preparado para asumir ese papel? Sabía que su vida de libertad había llegado a su fin, y que ahora debía convertirse en el rey que su pueblo necesitaba, a pesar de que muchos no lo querían allí.

— "Que los dioses antiguos bendigan este día y guíen al nuevo rey en su reinado,"—

proclamó el sumo sacerdote con voz firme, mientras encendía una antorcha que simbolizaba el inicio de una nueva era. Adrián observó la llama con atención y, por un instante, se sintió reflejado en esa luz: rodeado por la oscuridad, pero tratando de brillar a pesar de todo.

El sumo sacerdote, al terminar sus oraciones, se dirigió entonces a la multitud

— "Hoy, el destino del reino está en las manos de Adrián Salvatore. Aunque su historia esté llena de sombras y secretos, ha sido llamado a guiar a su pueblo. Que la sabiduría de los dioses lo acompañe en cada paso que dé.—


Estas palabras resonaron en el salón, provocando murmullos entre los presentes, pero la ceremonia continuaba imperturbable. Adrián sabía que el momento de hablar había llegado. Se acercó al estrado, tomó aire profundamente y enfrentó a la multitud, consciente de que debía elegir bien sus palabras, que debían ser sinceras y transmitir firmeza.


— Gente del reino—

comenzó con voz firme pero cargada de emoción

— sé que esta situación ha sido inesperada para todos, incluyéndome a mí. Hace apenas unos dias, éramos gobernados por mi hermana Alía, y hoy me encuentro ante vosotros, asumiendo una responsabilidad que jamás imaginé que llegaría tan rápido—

Hizo una pausa, permitiéndose observar a las personas frente a él. Sabía que muchos aún dudaban de su capacidad para gobernar, y eso lo motivaba a ser más honesto.

— No tuve tiempo para prepararme, y soy consciente de que algunos de vosotros habéis dudado de mi habilidad para ser rey. También sé lo que significa mi origen para muchos de vosotros. Sin embargo, os prometo que mi compromiso con este reino es inquebrantable. No os fallaré.—

Con cada palabra que pronunciaba, su voz se volvía más segura, aunque en su interior aún batallaba con el nerviosismo y la presión del momento.

— Mi hermana, Alía, dejó un legado que siempre recordaré. Aunque ya no esté aquí para guiarme, sé que su espíritu me acompañará en cada decisión que tome. A partir de hoy, no caminaré solo, porque caminaré junto a vosotros. Juntos construiremos un futuro mejor para este reino.—

El silencio que siguió a sus palabras estaba cargado de tensión, pero también de una nueva esperanza que comenzaba a surgir entre la multitud.

El sumo sacerdote, entonces, se acercó con la corona dorada en sus manos, el símbolo máximo de poder y responsabilidad. Con un gesto solemne, la colocó sobre la cabeza de Adrián, declarando con voz ceremoniosa:

— "Con esta corona, te declaro Adrián Salvatore, Rey de este...nuestro reino...nuestro hogar. Que gobiernes con justicia, fortaleza y compasión.—


Una luz del sol entró por las grandes ventanas del salón, iluminando a Adrián con un resplandor dorado mientras la corona reposaba sobre su cabeza.

Adrián levantó la mano derecha, preparándose para hacer el juramento que sellaría su destino


— Yo, Adrián Salvatore, juro gobernar con justicia, defender este reino y a su gente con todo mi ser. No descansaré hasta demostrar que soy digno de vuestra confianza, y juntos construiremos un futuro mejor—

Sus palabras resonaron en cada rincón del salón, cargadas de convicción. El sumo sacerdote, levantando sus manos hacia el cielo, finalizó el rito con un grito imponente

— "¡Larga vida al Rey Adrián!"—

La respuesta de la multitud fue inmediata y unánime, una explosión de voces que llenó el salón

— "¡Larga vida al Rey Adrián! ¡Larga vida al Rey Adrián!"—

Todos, desde los nobles hasta los ciudadanos más humildes, se arrodillaron ante su nuevo rey, inclinando la cabeza en señal de respeto.

Adrián, observando cómo su pueblo se inclinaba ante él, sintió finalmente el verdadero peso de la corona sobre sus hombros. Su vida había cambiado de forma radical, y el destino de todo el reino descansaba ahora en sus manos.

Con paso decidido, avanzó entre la multitud postrada, pero en lugar de dirigirse al Gran Salón donde comenzaba la celebración, optó por caminar hacia los Jardines Reales. Allí, el aire fresco lo recibió, proporcionándole unos momentos de tranquilidad en medio del caos que ahora era su vida. Sabía que su reinado apenas estaba comenzando, y que el camino por delante sería largo y arduo, pero, por primera vez en el día, sintió que tal vez, solo tal vez, estaba preparado para lo que vendría..

//aqui pongan las reacciones si quieren y en el siguiente publicacion sera la comida con todos los invitados
La coronación de Adrián estaba por comenzar, pero en su mente, todo era un caos. Apenas el domingo había recibido la impactante noticia de que su hermana mayor, Alía, quien era la reina del reino, había desaparecido sin dejar rastro. No había tenido tiempo de procesar lo sucedido, y ahora, tan solo dos días después, el martes, se encontraba de pie frente a una multitud que esperaba que asumiera el trono. El peso de la situación se sentía aplastante sobre sus hombros. Sabía que desde ese momento, su vida cambiaría por completo. Las aventuras despreocupadas, las bromas compartidas, las noches sin preocupaciones sobre el mañana... todo eso quedaba atrás. Ahora debía enfocarse en algo mucho más grande: el reino, su gente y las expectativas que todos habían puesto sobre él, aunque nadie le hubiera preguntado si estaba listo. La verdad era que ni siquiera él había tenido tiempo para asimilar lo que estaba ocurriendo. Todo había sucedido demasiado rápido. Los preparativos para su coronación comenzaron casi inmediatamente después de la desaparición de Alía, y Adrián apenas había tenido un momento para detenerse a pensar. Se sentía atrapado en una mezcla de confusión, tristeza y un sentido de responsabilidad que lo abrumaba, pero sabía que no podía permitirse el lujo de dejarse llevar por esas emociones. El reino necesitaba un líder, y a él lo habían elegido, estuviera preparado o no. Junto a él, caminaba su hermana gemela, Adriana. Ella, a pesar de compartir la preocupación y el peso emocional del momento, intentaba infundirle ánimos con una ligera sonrisa y un toque de complicidad. Ambos avanzaban hacia el Gran Salón del Castillo Real, y en su trayecto, Adrián no pudo evitar notar algunas caras conocidas entre la multitud. Cerca de la entrada, sus ojos se encontraron brevemente con Alexa y Daniel Selene, quienes observaban la escena con una mezcla de preocupación y apoyo. Saber que ellos estaban presentes le brindó un leve consuelo, recordándole que, a pesar de todo, no estaba completamente solo en esta travesía. El Gran Salón estaba repleto de personas, y aunque trataba de mantener una fachada de compostura, cada vez le resultaba más difícil ignorar el peso de las miradas que lo observaban con duda, escepticismo, e incluso desdén. Después de todo, Adrián era conocido como el hijo ilegítimo del antiguo rey, y muchos todavía no aceptaban que alguien con su origen pudiera sentarse en el trono. El sumo sacerdote, encargado de presidir la ceremonia, se acercó a Adrián para comenzar el ritual de coronación. Mientras las oraciones y ofrendas a los dioses ancestrales resonaban en todo el salón, Adrián permanecía en silencio, con sus pensamientos acelerados. ¿Realmente estaba preparado para asumir ese papel? Sabía que su vida de libertad había llegado a su fin, y que ahora debía convertirse en el rey que su pueblo necesitaba, a pesar de que muchos no lo querían allí. — "Que los dioses antiguos bendigan este día y guíen al nuevo rey en su reinado,"— proclamó el sumo sacerdote con voz firme, mientras encendía una antorcha que simbolizaba el inicio de una nueva era. Adrián observó la llama con atención y, por un instante, se sintió reflejado en esa luz: rodeado por la oscuridad, pero tratando de brillar a pesar de todo. El sumo sacerdote, al terminar sus oraciones, se dirigió entonces a la multitud — "Hoy, el destino del reino está en las manos de Adrián Salvatore. Aunque su historia esté llena de sombras y secretos, ha sido llamado a guiar a su pueblo. Que la sabiduría de los dioses lo acompañe en cada paso que dé.— Estas palabras resonaron en el salón, provocando murmullos entre los presentes, pero la ceremonia continuaba imperturbable. Adrián sabía que el momento de hablar había llegado. Se acercó al estrado, tomó aire profundamente y enfrentó a la multitud, consciente de que debía elegir bien sus palabras, que debían ser sinceras y transmitir firmeza. — Gente del reino— comenzó con voz firme pero cargada de emoción — sé que esta situación ha sido inesperada para todos, incluyéndome a mí. Hace apenas unos dias, éramos gobernados por mi hermana Alía, y hoy me encuentro ante vosotros, asumiendo una responsabilidad que jamás imaginé que llegaría tan rápido— Hizo una pausa, permitiéndose observar a las personas frente a él. Sabía que muchos aún dudaban de su capacidad para gobernar, y eso lo motivaba a ser más honesto. — No tuve tiempo para prepararme, y soy consciente de que algunos de vosotros habéis dudado de mi habilidad para ser rey. También sé lo que significa mi origen para muchos de vosotros. Sin embargo, os prometo que mi compromiso con este reino es inquebrantable. No os fallaré.— Con cada palabra que pronunciaba, su voz se volvía más segura, aunque en su interior aún batallaba con el nerviosismo y la presión del momento. — Mi hermana, Alía, dejó un legado que siempre recordaré. Aunque ya no esté aquí para guiarme, sé que su espíritu me acompañará en cada decisión que tome. A partir de hoy, no caminaré solo, porque caminaré junto a vosotros. Juntos construiremos un futuro mejor para este reino.— El silencio que siguió a sus palabras estaba cargado de tensión, pero también de una nueva esperanza que comenzaba a surgir entre la multitud. El sumo sacerdote, entonces, se acercó con la corona dorada en sus manos, el símbolo máximo de poder y responsabilidad. Con un gesto solemne, la colocó sobre la cabeza de Adrián, declarando con voz ceremoniosa: — "Con esta corona, te declaro Adrián Salvatore, Rey de este...nuestro reino...nuestro hogar. Que gobiernes con justicia, fortaleza y compasión.— Una luz del sol entró por las grandes ventanas del salón, iluminando a Adrián con un resplandor dorado mientras la corona reposaba sobre su cabeza. Adrián levantó la mano derecha, preparándose para hacer el juramento que sellaría su destino — Yo, Adrián Salvatore, juro gobernar con justicia, defender este reino y a su gente con todo mi ser. No descansaré hasta demostrar que soy digno de vuestra confianza, y juntos construiremos un futuro mejor— Sus palabras resonaron en cada rincón del salón, cargadas de convicción. El sumo sacerdote, levantando sus manos hacia el cielo, finalizó el rito con un grito imponente — "¡Larga vida al Rey Adrián!"— La respuesta de la multitud fue inmediata y unánime, una explosión de voces que llenó el salón — "¡Larga vida al Rey Adrián! ¡Larga vida al Rey Adrián!"— Todos, desde los nobles hasta los ciudadanos más humildes, se arrodillaron ante su nuevo rey, inclinando la cabeza en señal de respeto. Adrián, observando cómo su pueblo se inclinaba ante él, sintió finalmente el verdadero peso de la corona sobre sus hombros. Su vida había cambiado de forma radical, y el destino de todo el reino descansaba ahora en sus manos. Con paso decidido, avanzó entre la multitud postrada, pero en lugar de dirigirse al Gran Salón donde comenzaba la celebración, optó por caminar hacia los Jardines Reales. Allí, el aire fresco lo recibió, proporcionándole unos momentos de tranquilidad en medio del caos que ahora era su vida. Sabía que su reinado apenas estaba comenzando, y que el camino por delante sería largo y arduo, pero, por primera vez en el día, sintió que tal vez, solo tal vez, estaba preparado para lo que vendría.. //aqui pongan las reacciones si quieren y en el siguiente publicacion sera la comida con todos los invitados
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