ψ ── Querida niña... ven toma asiento, te mostraré lo que quieres saber hoy se traza tu fortuna, si las cartas me dejas barajar, tu futuro verás. Págame cinco monedas de plata, no será nada lo que darás a cambio de lo que recibirás
La anciana hablaba con voz rasposa desde su puesto en el mercado de la ciudadela, arriba de ella estaba situado un letrero que en letras grandes decía "𝕸𝖆𝖉𝖆𝖒𝖊 𝕰𝖟𝖗𝖆, 𝖑𝖆 𝖕𝖔𝖉𝖊𝖗𝖔𝖘𝖆 𝖉𝖊 𝕳𝖊𝖗𝖆𝖘".
Elizabeth esquivando los mercaderes y aldeanos que hacían sus compras de comida y otros implementos, se acercaba a la misteriosa vidente. Sacó del bolsillo de su capa la cantidad de monedas solicitadas y las puso sobre la pequeña mesa, se sentó en la silla del frente mirándola fijamente, expectante a lo que iba a acontecer.
ψ ── Uhh ya veo, mirada desafiante. Eres fuego niña, cuidado con transformarte en incendio.
Extiende tus manos necesito leerte
Liz obedeció y puso sus manos con las palmas hacia arriba, la anciana recorría cada línea y observaba minuciosa. Acto seguido dejó caer bruscamente una rata muerta sobre la mesa, la abrió en dos y recitando un idioma desconocido hurgueteaba entre sus tripas asintiendo con la cabeza cómo si ahí resolviera el misterio de la existencia misma. Con sus manos ensangrentadas barajó el mazo de cartas cerrando los ojos por cada carta que sacaba
ψ ── La rata te dio el número diez vienen tiempos de cambios, cerrarás etapas pero no lo harás sola, ¡habrá guerra, correrá sangre! Veo en tu mano derecha un pacto, una alianza con un ser supraterrenal de un sólo ojo, interesante. Es alguien poderoso... él será tu guía a la venganza
Tu primera carta es la Estrella... Buena ventura veo en tu futuro, la conexión con el universo te guiará al ascenso místico de tu alma atormentada.
Tu segunda carta es la Torre esta muestra el cambio repentino, destrucción y revelación, todo es temporal. Una decisión tendrás que tomar en algún punto de este viaje ¿Seguir tu camino o regresar?
── Pero Madame Ezra, ¿Cómo sabré que es lo mejor?
ψ── Querida niña, una de esas opciones te lleva a la miseria y otra te da una vida nueva, no se me permite darte más información. Abre bien tus ojos a las señales de las nueve colas.
Toma, este es un regalo para ti
Elizabeth recibió un pequeño cofre, en su interior yacía una ocarina de un azul intenso, un instrumento que desde ese momento sería su compañera de melodías en la soledad de los ocasos.
── Gracias por esto, la llevaré siempre conmigo y recordaré todo lo que me dijo hoy
ψ── La estrella se perdió en el monte,
la alquimia de su amargo lenguaje
el hacha láctea que afilada derrumba el firmamento
conservando el fuego y su luz
una aureola falsa desorienta tu vuelo
como una libélula enciende el calor de la ausencia
vuelve a ella que la existencia etérea te espera
Dicho esto, la vidente Ezra se levantó y la dejó sola en el puesto. Liz confundida al ver que no volvería, se paró de su asiento y guardando su ocarina siguió su viaje saliendo del pueblo de Heras
La anciana hablaba con voz rasposa desde su puesto en el mercado de la ciudadela, arriba de ella estaba situado un letrero que en letras grandes decía "𝕸𝖆𝖉𝖆𝖒𝖊 𝕰𝖟𝖗𝖆, 𝖑𝖆 𝖕𝖔𝖉𝖊𝖗𝖔𝖘𝖆 𝖉𝖊 𝕳𝖊𝖗𝖆𝖘".
Elizabeth esquivando los mercaderes y aldeanos que hacían sus compras de comida y otros implementos, se acercaba a la misteriosa vidente. Sacó del bolsillo de su capa la cantidad de monedas solicitadas y las puso sobre la pequeña mesa, se sentó en la silla del frente mirándola fijamente, expectante a lo que iba a acontecer.
ψ ── Uhh ya veo, mirada desafiante. Eres fuego niña, cuidado con transformarte en incendio.
Extiende tus manos necesito leerte
Liz obedeció y puso sus manos con las palmas hacia arriba, la anciana recorría cada línea y observaba minuciosa. Acto seguido dejó caer bruscamente una rata muerta sobre la mesa, la abrió en dos y recitando un idioma desconocido hurgueteaba entre sus tripas asintiendo con la cabeza cómo si ahí resolviera el misterio de la existencia misma. Con sus manos ensangrentadas barajó el mazo de cartas cerrando los ojos por cada carta que sacaba
ψ ── La rata te dio el número diez vienen tiempos de cambios, cerrarás etapas pero no lo harás sola, ¡habrá guerra, correrá sangre! Veo en tu mano derecha un pacto, una alianza con un ser supraterrenal de un sólo ojo, interesante. Es alguien poderoso... él será tu guía a la venganza
Tu primera carta es la Estrella... Buena ventura veo en tu futuro, la conexión con el universo te guiará al ascenso místico de tu alma atormentada.
Tu segunda carta es la Torre esta muestra el cambio repentino, destrucción y revelación, todo es temporal. Una decisión tendrás que tomar en algún punto de este viaje ¿Seguir tu camino o regresar?
── Pero Madame Ezra, ¿Cómo sabré que es lo mejor?
ψ── Querida niña, una de esas opciones te lleva a la miseria y otra te da una vida nueva, no se me permite darte más información. Abre bien tus ojos a las señales de las nueve colas.
Toma, este es un regalo para ti
Elizabeth recibió un pequeño cofre, en su interior yacía una ocarina de un azul intenso, un instrumento que desde ese momento sería su compañera de melodías en la soledad de los ocasos.
── Gracias por esto, la llevaré siempre conmigo y recordaré todo lo que me dijo hoy
ψ── La estrella se perdió en el monte,
la alquimia de su amargo lenguaje
el hacha láctea que afilada derrumba el firmamento
conservando el fuego y su luz
una aureola falsa desorienta tu vuelo
como una libélula enciende el calor de la ausencia
vuelve a ella que la existencia etérea te espera
Dicho esto, la vidente Ezra se levantó y la dejó sola en el puesto. Liz confundida al ver que no volvería, se paró de su asiento y guardando su ocarina siguió su viaje saliendo del pueblo de Heras
ψ ── Querida niña... ven toma asiento, te mostraré lo que quieres saber hoy se traza tu fortuna, si las cartas me dejas barajar, tu futuro verás. Págame cinco monedas de plata, no será nada lo que darás a cambio de lo que recibirás
La anciana hablaba con voz rasposa desde su puesto en el mercado de la ciudadela, arriba de ella estaba situado un letrero que en letras grandes decía "𝕸𝖆𝖉𝖆𝖒𝖊 𝕰𝖟𝖗𝖆, 𝖑𝖆 𝖕𝖔𝖉𝖊𝖗𝖔𝖘𝖆 𝖉𝖊 𝕳𝖊𝖗𝖆𝖘".
Elizabeth esquivando los mercaderes y aldeanos que hacían sus compras de comida y otros implementos, se acercaba a la misteriosa vidente. Sacó del bolsillo de su capa la cantidad de monedas solicitadas y las puso sobre la pequeña mesa, se sentó en la silla del frente mirándola fijamente, expectante a lo que iba a acontecer.
ψ ── Uhh ya veo, mirada desafiante. Eres fuego niña, cuidado con transformarte en incendio.
Extiende tus manos necesito leerte
Liz obedeció y puso sus manos con las palmas hacia arriba, la anciana recorría cada línea y observaba minuciosa. Acto seguido dejó caer bruscamente una rata muerta sobre la mesa, la abrió en dos y recitando un idioma desconocido hurgueteaba entre sus tripas asintiendo con la cabeza cómo si ahí resolviera el misterio de la existencia misma. Con sus manos ensangrentadas barajó el mazo de cartas cerrando los ojos por cada carta que sacaba
ψ ── La rata te dio el número diez vienen tiempos de cambios, cerrarás etapas pero no lo harás sola, ¡habrá guerra, correrá sangre! Veo en tu mano derecha un pacto, una alianza con un ser supraterrenal de un sólo ojo, interesante. Es alguien poderoso... él será tu guía a la venganza
Tu primera carta es la Estrella... Buena ventura veo en tu futuro, la conexión con el universo te guiará al ascenso místico de tu alma atormentada.
Tu segunda carta es la Torre esta muestra el cambio repentino, destrucción y revelación, todo es temporal. Una decisión tendrás que tomar en algún punto de este viaje ¿Seguir tu camino o regresar?
🌹── Pero Madame Ezra, ¿Cómo sabré que es lo mejor?
ψ── Querida niña, una de esas opciones te lleva a la miseria y otra te da una vida nueva, no se me permite darte más información. Abre bien tus ojos a las señales de las nueve colas.
Toma, este es un regalo para ti
Elizabeth recibió un pequeño cofre, en su interior yacía una ocarina de un azul intenso, un instrumento que desde ese momento sería su compañera de melodías en la soledad de los ocasos.
🌹── Gracias por esto, la llevaré siempre conmigo y recordaré todo lo que me dijo hoy
ψ── La estrella se perdió en el monte,
la alquimia de su amargo lenguaje
el hacha láctea que afilada derrumba el firmamento
conservando el fuego y su luz
una aureola falsa desorienta tu vuelo
como una libélula enciende el calor de la ausencia
vuelve a ella que la existencia etérea te espera
Dicho esto, la vidente Ezra se levantó y la dejó sola en el puesto. Liz confundida al ver que no volvería, se paró de su asiento y guardando su ocarina siguió su viaje saliendo del pueblo de Heras