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Elizabeth estuvo toda la tarde en el prado, rodeada por el suave murmullo del viento y el susurro de las flores chocando unas con otras. El horizonte se tiñó de un rojo profundo, como si la propia tierra llorara la pérdida de tiempos que ya no volverían.

La intensa búsqueda de respuestas la había abrumado, como un denso manto de nubes que oprime el cielo. Se sentía atrapada entre sombras y recuerdos, cuestionándose si realmente tenía sentido seguir adelante.

Sus pensamientos se oscurecían junto con el día, esta era la primera luna de sangre que vivía lejos de sus tierras, un fenómeno que evocaba rituales pasados, danzas mágicas y pactos con el agua salada de mar.

No podía creer que habían pasado ya diez años desde el último ritual que presenció;Esta vez bajo la luna no había bailes ni derramamiento de sangre que sellara pactos olvidados. Solo estaba ella, inmersa en una profunda tristeza, haciendo memoria de aquellos días de infancia, donde todo parecía posible a pesar del régimen que moldeaba sus sueños para convertirlos en armas. Recordaba la luz dorada que bañaba su hogar, los rostros familiares delineados por la esperanza, aunque la guerra acechara en el horizonte.

Ahora, esa vitalidad se había desvanecido, y Liz vagaba sin rumbo, sin propósito definido, buscando un sentido en un mundo que parecía despojado de significado. Los ecos de su pasado resonaban como cantos lejanos, llevándola a preguntarse si alguna vez podría encontrar un nuevo hogar en la vasta soledad del presente.
≫ ──────── ≪•◦ ❈ ◦•≫──────── ≪ Elizabeth estuvo toda la tarde en el prado, rodeada por el suave murmullo del viento y el susurro de las flores chocando unas con otras. El horizonte se tiñó de un rojo profundo, como si la propia tierra llorara la pérdida de tiempos que ya no volverían. La intensa búsqueda de respuestas la había abrumado, como un denso manto de nubes que oprime el cielo. Se sentía atrapada entre sombras y recuerdos, cuestionándose si realmente tenía sentido seguir adelante. Sus pensamientos se oscurecían junto con el día, esta era la primera luna de sangre que vivía lejos de sus tierras, un fenómeno que evocaba rituales pasados, danzas mágicas y pactos con el agua salada de mar. No podía creer que habían pasado ya diez años desde el último ritual que presenció;Esta vez bajo la luna no había bailes ni derramamiento de sangre que sellara pactos olvidados. Solo estaba ella, inmersa en una profunda tristeza, haciendo memoria de aquellos días de infancia, donde todo parecía posible a pesar del régimen que moldeaba sus sueños para convertirlos en armas. Recordaba la luz dorada que bañaba su hogar, los rostros familiares delineados por la esperanza, aunque la guerra acechara en el horizonte. Ahora, esa vitalidad se había desvanecido, y Liz vagaba sin rumbo, sin propósito definido, buscando un sentido en un mundo que parecía despojado de significado. Los ecos de su pasado resonaban como cantos lejanos, llevándola a preguntarse si alguna vez podría encontrar un nuevo hogar en la vasta soledad del presente.
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