Me miro al espejo y no puedo evitar sentirme ridículo. Mis mejillas están… ¿sonrojadas? Sí, definitivamente lo están. No por frío ni por hambre, sino por algo mucho más incómodo: vergüenza.

"¿Por qué sigo cometiendo estos errores?" me pregunto en voz baja. Cada interacción reciente me pasa por la mente
como si fuera una película que no puedo detener. Me acerqué demasiado, invadí su espacio personal.

Llevo siglos alejado de la sociedad. Quizá me volví torpe, demasiado ansioso por la compañía, y eso me hace... entrometido. ¡Patético! Me llevo una mano a la frente, casi sin poder soportar el peso de mi propia frustración.
Me miro al espejo y no puedo evitar sentirme ridículo. Mis mejillas están… ¿sonrojadas? Sí, definitivamente lo están. No por frío ni por hambre, sino por algo mucho más incómodo: vergüenza. "¿Por qué sigo cometiendo estos errores?" me pregunto en voz baja. Cada interacción reciente me pasa por la mente como si fuera una película que no puedo detener. Me acerqué demasiado, invadí su espacio personal. Llevo siglos alejado de la sociedad. Quizá me volví torpe, demasiado ansioso por la compañía, y eso me hace... entrometido. ¡Patético! Me llevo una mano a la frente, casi sin poder soportar el peso de mi propia frustración.
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