|• ๐“ก๐“ฎ๐“ฌ๐“พ๐“ฎ๐“ป๐“ญ๐“ธ๐“ผ •|


“๐€ ๐ฏ๐ž๐œ๐ž๐ฌ ๐ฆ๐ž ๐ž๐ง๐œ๐š๐ง๐ญ๐š๐ซ๐ข๐š ๐จ๐ฅ๐ฏ๐ข๐๐š๐ซ ๐ž๐ฅ ๐ฉ๐š๐ฌ๐š๐๐จ, ๐ฉ๐ž๐ซ๐จ ๐ฅ๐š ๐ฆ๐ฎ๐ž๐ซ๐ญ๐ž ๐ฆ๐ž ๐ฅ๐จ ๐ž๐ฌ๐ญ๐š ๐ง๐ž๐ ๐š๐ง๐๐จ”








Las olas golpeaban la orilla con un ritmo monótono, como un eco distante de algo más grande y ajeno, mientras el cielo gris era cortado por el chillido de gaviotas que parecían burlarse de la quietud. Su mirada, fría y vacía como el acero, permanecía fija en el horizonte. No entendía cómo había llegado ahí, Su brazo ya no estaba envuelto de aquel yeso obtenido por el accidente, el ambiente era tan diferente como recordaba. ¿Esto era un sueño? o ¿Una pesadilla? Todo se sentia tan mal. Pero antes de que pudiera siquiera moverse, los recuerdos lo aplastaron. Recuerdos que había intentado enterrar, pero que ahora se filtraban, desgarrando su mente como espinas en carne viva.

Fue hace años, cuando era más jóven. Era una noche helada en la ciudad de Najodka, en Rusia. El viento cargaba el olor de la lluvia y las nubes pesadas anunciaban una tormenta inminente. Él, Ryan y Rubí corrían sin aliento, fugitivos que saltaban de un tejado a otro como sombras desesperadas. Pero entonces, Ella tropezó. Su cuerpo tambaleó peligrosamente en el borde del precipicio, él se lanzó para aferrar su mano. La jaló hacia la seguridad del tejado, ella le dedicó una sonrisa agradecida, tímida. Ryan la siguió, revisándola, besando su frente con un amor que no necesitaba palabras, era normal, despues de todo, ambos eran pareja. Kiev desvió la mirada. No soportaba ver aquello era incómodo. Sus ojos se posaron en una fábrica cerca del puerto de aquella ciudad.

— Tenemos suerte, miren ahí — señaló con su dedo enguantado, intentando ignorar el nudo en su pecho — Podremos escondernos.


La noche cayó como una cortina negra, y la tormenta estalló. Los truenos ahogaban sus gritos, mientras los relámpagos iluminaban brevemente los tejados mojados. Habían sido emboscados. Su padre los había encontrado, y ellos no tenían ninguna oportunidad. Lucharon, pelearon con cada fibra de su ser, pero no fue suficiente.



Lo habían tirado al suelo, su cabeza chocando contra la madera húmeda del puerto, el dolor reverberaba por su cuerpo, cada herida era un recordatorio de lo cerca que estaba del final. Sus piernas rotas, sus manos inútiles. Apenas podía respirar, pero aún así sus ojos se aferraban a la imagen de Rubí, tomada frente a ellos, sus ojos dorados lleno de lagrimas con las mejillas manchadas de sangre y un rio de sangre que se resbalaba de sus heridas. Ella, estaba por pagar por sus pecados y los de Ryan.


Los gritos de ella eran un martillo que quebraba su espíritu, cada golpe, cada hueso roto, cada sollozo, quedaba grabado en su memoria. La desesperación lo carcomía. Quería liberarse, quería salvarla, pero no podía moverse, no podía hacer nada mientras la destruían frente a él y él rubio.

"Es mi culpa... todo esto es culpa mía."

Las lágrimas mezcladas con la lluvia se deslizaban por su rostro, mientras miraba impotente cómo sus amigos caían uno a uno. El infierno había llegado, y ellos no habían podido escapar.


Cuando recobró la consciencia, la oscuridad todavía reinaba, pero el eco de la lluvia aun seguia. Kiev abrió los ojos con esfuerzo, y lo que vio hizo que su corazón se rompiera en mil pedazos. Los cuerpos de Ryan y Rubí estaban tirados cerca de él, inmóviles, despojados de vida. El frío se sentía más intenso, más doloroso.

— ¿Ry...an?... ¿Ru...bi? — su voz salió entrecortada, apenas un susurro desesperado.

No hubo respuesta. El silencio fue más brutal que cualquier herida. Kiev rompió en llanto, con el alma hecha pedazos. No podía ser. Ellos no podían estar muertos. Ellos no...

— ะฟะพะถะฐะปัƒะนัั‚ะฐ… se los suplico…

Con las pocas fuerzas que le quedaban, intentó arrastrarse hacia ellos. No le importaba el dolor. No le importaba la sangre que dejaba tras de sí. Solo quería un último abrazo, solo quería sentirlos cerca una vez más, aunque fuese la última. Sus uñas se clavaron en la madera vieja del puerto, mientras luchaba por impulsarse hacia ellos, cada movimiento arrancando lágrimas de su pecho.

Pero su cuerpo ya no pudo más. Se quedó ahí, a medio camino, impotente, gritando sus nombres como si sus voces pudieran regresar de la muerte para responder a su llamado desesperado. La tormenta seguía, las interminables gotas de lluvia se mezclaban con la sangre que manaba de una herida en su cabeza, cubriendo su rostro. Sus ojos, enrojecidos por el llanto, apenas lograban enfocarse.

Y entonces, la vio.

Una figura negra, apenas visible bajo la luz tenue de un farol viejo. Kiev parpadeó, tratando de descifrar qué era, pero la desesperación nublaba su juicio. No importaba quién o qué fuera, era su última esperanza. Extendió la mano, temblorosa, hacia aquella sombra en la distancia.

— ¡ะกะœะ•ะ ะขะฌ! ¡Ayúdame! ¡ะฏ ะŸะ ะžะจะฃ ะ’ะะก! — gritó con todas sus fuerzas, su voz desgarrada por el dolor, por la traición. Su propio padre lo había condenado a morir, y ahora rogaba por salvación, por cualquier forma de ayuda.

El eco de su súplica se desvaneció en el estruendo de los truenos, y la única respuesta que recibió fue una risa suave, casi inaudible, pero que le erizó la piel. La figura oscura habló, aunque sus palabras se perdían entre el rugido de la tormenta.

— … Y quiero tu alma. ¿Es un trato?

Kiev apenas pudo procesar lo que escuchaba. La voz era fría, vacía de compasión, pero en su desesperación, no le importó. Tomó la mano que la figura extendía hacia él, helada como el viento que lo rodeaba, y en ese instante, el contrato se selló. El dolor en su cuerpo comenzó a desvanecerse, y el mundo alrededor de él se volvió borroso.

Esa misma noche, ella desapareció. Cuando unos pescadores lo encontraron, apenas era consciente de lo que había ocurrido. Pero lo que escuchó lo heló aún más que la tormenta. Cerca de él, el sonido de una tos resonó. Con dificultad, Kiev giró la cabeza, sus ojos vidriosos apenas logrando enfocarse en los cuerpos que habían estado inmóviles momentos antes.

Ryan y Rubí... ahora estaban vivos. Lo imposible había sucedido. Pero Kiev no pudo celebrar. Algo oscuro se había movido dentro de ellos, y él lo sabía. Porque él también lo sentía.
|• ๐“ก๐“ฎ๐“ฌ๐“พ๐“ฎ๐“ป๐“ญ๐“ธ๐“ผ •| “๐€ ๐ฏ๐ž๐œ๐ž๐ฌ ๐ฆ๐ž ๐ž๐ง๐œ๐š๐ง๐ญ๐š๐ซ๐ข๐š ๐จ๐ฅ๐ฏ๐ข๐๐š๐ซ ๐ž๐ฅ ๐ฉ๐š๐ฌ๐š๐๐จ, ๐ฉ๐ž๐ซ๐จ ๐ฅ๐š ๐ฆ๐ฎ๐ž๐ซ๐ญ๐ž ๐ฆ๐ž ๐ฅ๐จ ๐ž๐ฌ๐ญ๐š ๐ง๐ž๐ ๐š๐ง๐๐จ” Las olas golpeaban la orilla con un ritmo monótono, como un eco distante de algo más grande y ajeno, mientras el cielo gris era cortado por el chillido de gaviotas que parecían burlarse de la quietud. Su mirada, fría y vacía como el acero, permanecía fija en el horizonte. No entendía cómo había llegado ahí, Su brazo ya no estaba envuelto de aquel yeso obtenido por el accidente, el ambiente era tan diferente como recordaba. ¿Esto era un sueño? o ¿Una pesadilla? Todo se sentia tan mal. Pero antes de que pudiera siquiera moverse, los recuerdos lo aplastaron. Recuerdos que había intentado enterrar, pero que ahora se filtraban, desgarrando su mente como espinas en carne viva. Fue hace años, cuando era más jóven. Era una noche helada en la ciudad de Najodka, en Rusia. El viento cargaba el olor de la lluvia y las nubes pesadas anunciaban una tormenta inminente. Él, Ryan y Rubí corrían sin aliento, fugitivos que saltaban de un tejado a otro como sombras desesperadas. Pero entonces, Ella tropezó. Su cuerpo tambaleó peligrosamente en el borde del precipicio, él se lanzó para aferrar su mano. La jaló hacia la seguridad del tejado, ella le dedicó una sonrisa agradecida, tímida. Ryan la siguió, revisándola, besando su frente con un amor que no necesitaba palabras, era normal, despues de todo, ambos eran pareja. Kiev desvió la mirada. No soportaba ver aquello era incómodo. Sus ojos se posaron en una fábrica cerca del puerto de aquella ciudad. — Tenemos suerte, miren ahí — señaló con su dedo enguantado, intentando ignorar el nudo en su pecho — Podremos escondernos. La noche cayó como una cortina negra, y la tormenta estalló. Los truenos ahogaban sus gritos, mientras los relámpagos iluminaban brevemente los tejados mojados. Habían sido emboscados. Su padre los había encontrado, y ellos no tenían ninguna oportunidad. Lucharon, pelearon con cada fibra de su ser, pero no fue suficiente. Lo habían tirado al suelo, su cabeza chocando contra la madera húmeda del puerto, el dolor reverberaba por su cuerpo, cada herida era un recordatorio de lo cerca que estaba del final. Sus piernas rotas, sus manos inútiles. Apenas podía respirar, pero aún así sus ojos se aferraban a la imagen de Rubí, tomada frente a ellos, sus ojos dorados lleno de lagrimas con las mejillas manchadas de sangre y un rio de sangre que se resbalaba de sus heridas. Ella, estaba por pagar por sus pecados y los de Ryan. Los gritos de ella eran un martillo que quebraba su espíritu, cada golpe, cada hueso roto, cada sollozo, quedaba grabado en su memoria. La desesperación lo carcomía. Quería liberarse, quería salvarla, pero no podía moverse, no podía hacer nada mientras la destruían frente a él y él rubio. "Es mi culpa... todo esto es culpa mía." Las lágrimas mezcladas con la lluvia se deslizaban por su rostro, mientras miraba impotente cómo sus amigos caían uno a uno. El infierno había llegado, y ellos no habían podido escapar. Cuando recobró la consciencia, la oscuridad todavía reinaba, pero el eco de la lluvia aun seguia. Kiev abrió los ojos con esfuerzo, y lo que vio hizo que su corazón se rompiera en mil pedazos. Los cuerpos de Ryan y Rubí estaban tirados cerca de él, inmóviles, despojados de vida. El frío se sentía más intenso, más doloroso. — ¿Ry...an?... ¿Ru...bi? — su voz salió entrecortada, apenas un susurro desesperado. No hubo respuesta. El silencio fue más brutal que cualquier herida. Kiev rompió en llanto, con el alma hecha pedazos. No podía ser. Ellos no podían estar muertos. Ellos no... — ะฟะพะถะฐะปัƒะนัั‚ะฐ… se los suplico… Con las pocas fuerzas que le quedaban, intentó arrastrarse hacia ellos. No le importaba el dolor. No le importaba la sangre que dejaba tras de sí. Solo quería un último abrazo, solo quería sentirlos cerca una vez más, aunque fuese la última. Sus uñas se clavaron en la madera vieja del puerto, mientras luchaba por impulsarse hacia ellos, cada movimiento arrancando lágrimas de su pecho. Pero su cuerpo ya no pudo más. Se quedó ahí, a medio camino, impotente, gritando sus nombres como si sus voces pudieran regresar de la muerte para responder a su llamado desesperado. La tormenta seguía, las interminables gotas de lluvia se mezclaban con la sangre que manaba de una herida en su cabeza, cubriendo su rostro. Sus ojos, enrojecidos por el llanto, apenas lograban enfocarse. Y entonces, la vio. Una figura negra, apenas visible bajo la luz tenue de un farol viejo. Kiev parpadeó, tratando de descifrar qué era, pero la desesperación nublaba su juicio. No importaba quién o qué fuera, era su última esperanza. Extendió la mano, temblorosa, hacia aquella sombra en la distancia. — ¡ะกะœะ•ะ ะขะฌ! ¡Ayúdame! ¡ะฏ ะŸะ ะžะจะฃ ะ’ะะก! — gritó con todas sus fuerzas, su voz desgarrada por el dolor, por la traición. Su propio padre lo había condenado a morir, y ahora rogaba por salvación, por cualquier forma de ayuda. El eco de su súplica se desvaneció en el estruendo de los truenos, y la única respuesta que recibió fue una risa suave, casi inaudible, pero que le erizó la piel. La figura oscura habló, aunque sus palabras se perdían entre el rugido de la tormenta. — … Y quiero tu alma. ¿Es un trato? Kiev apenas pudo procesar lo que escuchaba. La voz era fría, vacía de compasión, pero en su desesperación, no le importó. Tomó la mano que la figura extendía hacia él, helada como el viento que lo rodeaba, y en ese instante, el contrato se selló. El dolor en su cuerpo comenzó a desvanecerse, y el mundo alrededor de él se volvió borroso. Esa misma noche, ella desapareció. Cuando unos pescadores lo encontraron, apenas era consciente de lo que había ocurrido. Pero lo que escuchó lo heló aún más que la tormenta. Cerca de él, el sonido de una tos resonó. Con dificultad, Kiev giró la cabeza, sus ojos vidriosos apenas logrando enfocarse en los cuerpos que habían estado inmóviles momentos antes. Ryan y Rubí... ahora estaban vivos. Lo imposible había sucedido. Pero Kiev no pudo celebrar. Algo oscuro se había movido dentro de ellos, y él lo sabía. Porque él también lo sentía.
Me shockea
Me entristece
Me gusta
Me encocora
17
4 turnos 0 maullidos 817 vistas
Patrocinados
Patrocinados