La sala del Consejo estaba cargada de tensión mientras Daniel Selene sostenía el libro con el sello azul. Sabía que el destino de su relación con Adriana, y de su propio futuro, estaba a punto de decidirse. Frente a él, los sabios, incluido Cesare Moonlight, lo observaban con miradas severas. El ambiente era sofocante, las velas parpadeaban y la luna menguante se asomaba por las ventanas altas, proyectando su luz sobre el juicio que definiría su vida.

El Primer Sabio, Luthien, fue el primero en hablar.

—Daniel Selene, estás aquí para responder por tus acciones. Se te acusa de desobediencia y traición al linaje lunar. Tu relación con Adriana, una forastera, ha sido confirmada, y has desafiado nuestras normas más sagradas. Tu hermana, Alexandra, intentó cubrirte con una excusa política, pero lo que hemos presenciado fuera de la aldea no deja lugar a dudas. ¿Qué tienes que decir en tu defensa antes de que el Consejo delibere? —preguntó con una voz grave, su mirada fija en el joven.

Daniel apretó con fuerza la pulsera que Adriana le había dado. El amor que sentía por ella era su mayor fuente de fuerza en ese momento. Miró al Consejo, respiró hondo, y con determinación, habló.

—No tengo ninguna intención de renunciar a Adriana. Ella es lo más importante para mí, y si mis propios padres rompieron las reglas para estar juntos, entonces yo también puedo hacerlo. El linaje lunar no debería ser una prisión que me obligue a renunciar a quien amo.

El Consejo murmuraba entre sí, pero Cesare Moonlight fue quien se levantó furioso. Su rostro estaba rojo de ira, sus manos temblando de rabia.

—¡Esto es una blasfemia! —gritó Cesare, señalando a Daniel—. ¡No compares tu situación con la de tu padre o tus abuelos! ¡Ellos rompieron compromisos por razones nobles, no por un capricho juvenil con una elfa del bosque! ¡Tú pones en peligro todo lo que hemos construido, la pureza de nuestro linaje, y te atreves a invocar la luna para justificar tu desobediencia!

La furia de Cesare resonó en la sala, pero Daniel no retrocedió. El amor por Adriana lo llenaba de valor. Tomó el libro que su hermana Alexa le había dado y lo levantó con decisión.

—¡Esto no es un capricho! —gritó Daniel, sus palabras cortando el aire como una hoja afilada—. ¡La luna une almas! ¡No solo mis padres, sino también mis abuelos rompieron compromisos para estar con quienes realmente amaban! ¿Acaso olvidas, Cesare? ¡Tú mismo lo hiciste! ¡Tú te casaste con la mujer que habían elegido para mi padre, porque la amabas! ¡Si tú pudiste romper el destino que te habían marcado, yo también puedo hacerlo!

El Consejo enmudeció. Los sabios intercambiaban miradas nerviosas, claramente sorprendidos por la revelación de Daniel. Cesare parecía a punto de explotar.

—¡Cállate, muchacho insolente! —vociferó Cesare—. ¡No tienes idea de lo que estás diciendo! ¡Esto es diferente! ¡No puedes compararlo!

Pero Daniel no iba a callarse.

—¡Esto no es diferente! —respondió Daniel, con la voz temblorosa de la emoción y la rabia contenida—. ¡Es lo mismo! Mi abuela rompió su compromiso para estar con el hombre que realmente amaba, y mi padre hizo lo mismo para estar con mi madre. ¿Por qué debería ser diferente para mí? ¡Lo que siento por Adriana es real, y no voy a permitir que nadie me obligue a vivir una vida que no quiero!

Los murmullos se intensificaron, pero Daniel siguió adelante, decidido.

—He estado trabajando en mi magia —continuó—. Mi hermana me ha estado ayudando, y gracias a ella, estoy aprendiendo a controlarla. ¡Ya no soy el mismo que era hace unos meses! Y si quieren una prueba de que la luna une almas, entonces haré la prueba. ¡El linaje no se corromperá si estoy con Adriana, porque estamos destinados a estar juntos!

Con una rabia desesperada, Daniel tiró de la energía mágica que sentía en su interior, conectándose con el poder de la luna. El libro que su hermana le había dado brilló en sus manos, y una luz plateada emanó de su interior, envolviendo la sala. Los símbolos de la luna se iluminaron, y la energía mágica vibró en el aire.

—¡Esto es la prueba de que mi amor por Adriana es verdadero! —gritó Daniel, con la voz firme y clara—. ¡La luna ya ha decidido nuestro destino, y no permitiré que nadie me arrebate eso!

El Consejo observaba en silencio, impresionado por la fuerza de su magia y la convicción en su voz. Incluso Cesare, aunque todavía furioso, parecía desconcertado. El Gran Sabio Luthien levantó la mano, silenciando los murmullos.

—La luz de la luna nunca miente —dijo Luthien con calma—. Si lo que dice Daniel es cierto, entonces deberemos reconsiderar nuestras decisiones. El linaje lunar es sagrado, pero también lo es la voluntad de la luna. Daniel Selene, serás puesto a prueba, como lo fueron tus ancestros. Si demuestras tu control sobre la magia y la pureza de tu amor, el Consejo no tendrá más remedio que aceptar lo que la luna ha decidido.

La sala se quedó en silencio. Daniel, exhausto pero determinado, bajó la vista al libro, aún brillando en sus manos. Sabía que había logrado abrir una puerta que nadie más se había atrevido a tocar, y aunque el camino por delante sería difícil, estaba listo para luchar hasta el final por Adriana.

El juicio aún no había terminado, pero la batalla más importante ya estaba en marcha.Aun asi una vez acabado el juicio...Daniel se retiró...
La sala del Consejo estaba cargada de tensión mientras Daniel Selene sostenía el libro con el sello azul. Sabía que el destino de su relación con Adriana, y de su propio futuro, estaba a punto de decidirse. Frente a él, los sabios, incluido Cesare Moonlight, lo observaban con miradas severas. El ambiente era sofocante, las velas parpadeaban y la luna menguante se asomaba por las ventanas altas, proyectando su luz sobre el juicio que definiría su vida. El Primer Sabio, Luthien, fue el primero en hablar. —Daniel Selene, estás aquí para responder por tus acciones. Se te acusa de desobediencia y traición al linaje lunar. Tu relación con Adriana, una forastera, ha sido confirmada, y has desafiado nuestras normas más sagradas. Tu hermana, Alexandra, intentó cubrirte con una excusa política, pero lo que hemos presenciado fuera de la aldea no deja lugar a dudas. ¿Qué tienes que decir en tu defensa antes de que el Consejo delibere? —preguntó con una voz grave, su mirada fija en el joven. Daniel apretó con fuerza la pulsera que Adriana le había dado. El amor que sentía por ella era su mayor fuente de fuerza en ese momento. Miró al Consejo, respiró hondo, y con determinación, habló. —No tengo ninguna intención de renunciar a Adriana. Ella es lo más importante para mí, y si mis propios padres rompieron las reglas para estar juntos, entonces yo también puedo hacerlo. El linaje lunar no debería ser una prisión que me obligue a renunciar a quien amo. El Consejo murmuraba entre sí, pero Cesare Moonlight fue quien se levantó furioso. Su rostro estaba rojo de ira, sus manos temblando de rabia. —¡Esto es una blasfemia! —gritó Cesare, señalando a Daniel—. ¡No compares tu situación con la de tu padre o tus abuelos! ¡Ellos rompieron compromisos por razones nobles, no por un capricho juvenil con una elfa del bosque! ¡Tú pones en peligro todo lo que hemos construido, la pureza de nuestro linaje, y te atreves a invocar la luna para justificar tu desobediencia! La furia de Cesare resonó en la sala, pero Daniel no retrocedió. El amor por Adriana lo llenaba de valor. Tomó el libro que su hermana Alexa le había dado y lo levantó con decisión. —¡Esto no es un capricho! —gritó Daniel, sus palabras cortando el aire como una hoja afilada—. ¡La luna une almas! ¡No solo mis padres, sino también mis abuelos rompieron compromisos para estar con quienes realmente amaban! ¿Acaso olvidas, Cesare? ¡Tú mismo lo hiciste! ¡Tú te casaste con la mujer que habían elegido para mi padre, porque la amabas! ¡Si tú pudiste romper el destino que te habían marcado, yo también puedo hacerlo! El Consejo enmudeció. Los sabios intercambiaban miradas nerviosas, claramente sorprendidos por la revelación de Daniel. Cesare parecía a punto de explotar. —¡Cállate, muchacho insolente! —vociferó Cesare—. ¡No tienes idea de lo que estás diciendo! ¡Esto es diferente! ¡No puedes compararlo! Pero Daniel no iba a callarse. —¡Esto no es diferente! —respondió Daniel, con la voz temblorosa de la emoción y la rabia contenida—. ¡Es lo mismo! Mi abuela rompió su compromiso para estar con el hombre que realmente amaba, y mi padre hizo lo mismo para estar con mi madre. ¿Por qué debería ser diferente para mí? ¡Lo que siento por Adriana es real, y no voy a permitir que nadie me obligue a vivir una vida que no quiero! Los murmullos se intensificaron, pero Daniel siguió adelante, decidido. —He estado trabajando en mi magia —continuó—. Mi hermana me ha estado ayudando, y gracias a ella, estoy aprendiendo a controlarla. ¡Ya no soy el mismo que era hace unos meses! Y si quieren una prueba de que la luna une almas, entonces haré la prueba. ¡El linaje no se corromperá si estoy con Adriana, porque estamos destinados a estar juntos! Con una rabia desesperada, Daniel tiró de la energía mágica que sentía en su interior, conectándose con el poder de la luna. El libro que su hermana le había dado brilló en sus manos, y una luz plateada emanó de su interior, envolviendo la sala. Los símbolos de la luna se iluminaron, y la energía mágica vibró en el aire. —¡Esto es la prueba de que mi amor por Adriana es verdadero! —gritó Daniel, con la voz firme y clara—. ¡La luna ya ha decidido nuestro destino, y no permitiré que nadie me arrebate eso! El Consejo observaba en silencio, impresionado por la fuerza de su magia y la convicción en su voz. Incluso Cesare, aunque todavía furioso, parecía desconcertado. El Gran Sabio Luthien levantó la mano, silenciando los murmullos. —La luz de la luna nunca miente —dijo Luthien con calma—. Si lo que dice Daniel es cierto, entonces deberemos reconsiderar nuestras decisiones. El linaje lunar es sagrado, pero también lo es la voluntad de la luna. Daniel Selene, serás puesto a prueba, como lo fueron tus ancestros. Si demuestras tu control sobre la magia y la pureza de tu amor, el Consejo no tendrá más remedio que aceptar lo que la luna ha decidido. La sala se quedó en silencio. Daniel, exhausto pero determinado, bajó la vista al libro, aún brillando en sus manos. Sabía que había logrado abrir una puerta que nadie más se había atrevido a tocar, y aunque el camino por delante sería difícil, estaba listo para luchar hasta el final por Adriana. El juicio aún no había terminado, pero la batalla más importante ya estaba en marcha.Aun asi una vez acabado el juicio...Daniel se retiró...
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