Mientras entra al bar, el silencio del amanecer aún lo envuelve. Cada paso resuena en el suelo de madera, un eco de sus pensamientos, y aunque su mente le grita con fuerza, sus manos, casi en piloto automático, se aferran a la pequeña flor amarilla.

La coloca con cuidado sobre la barra, el único testigo de su gesto simple pero cargado de significado. El contraste entre la flor delicada y el ambiente del bar le arranca una pequeña sonrisa, como si la acción en sí fuese un desafío a su propia naturaleza reservada.

Su corazón late con un ritmo irregular. Siente que algo en su interior ha cambiado.

"Estás haciendo estupideces", grita su consciencia, pero el sentimiento que alberga en su corazón le da el valor para permitírselo.

Deja el bar, sin prisa y sin testigos, dejando lo demás en manos del destino.
Mientras entra al bar, el silencio del amanecer aún lo envuelve. Cada paso resuena en el suelo de madera, un eco de sus pensamientos, y aunque su mente le grita con fuerza, sus manos, casi en piloto automático, se aferran a la pequeña flor amarilla. La coloca con cuidado sobre la barra, el único testigo de su gesto simple pero cargado de significado. El contraste entre la flor delicada y el ambiente del bar le arranca una pequeña sonrisa, como si la acción en sí fuese un desafío a su propia naturaleza reservada. Su corazón late con un ritmo irregular. Siente que algo en su interior ha cambiado. "Estás haciendo estupideces", grita su consciencia, pero el sentimiento que alberga en su corazón le da el valor para permitírselo. Deja el bar, sin prisa y sin testigos, dejando lo demás en manos del destino.
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