Esto se ha publicado como Out Of Character. Tenlo en cuenta al responder.
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Daniel Selene observaba la ceremonia con una mezcla de emociones profundas, mientras su padre, el venerado Aibek Selene, dirigía palabras llenas de orgullo hacia Alexa. Las bendiciones de la luna bañaban la sala con un resplandor plateado que parecía resonar con fuerza en su hermana, quien había desafiado las expectativas del Consejo. Sin embargo, en la mente de Daniel, no era solo la solemnidad del momento lo que ocupaba sus pensamientos. En su interior, una lucha más íntima lo atormentaba: la imagen de Adriana, la elfa del bosque a la que amaba en secreto, lo llenaba de esperanza y preocupación.

Mientras su padre continuaba dirigiendo las bendiciones, Daniel sentía la presión de las expectativas familiares apretándole el pecho. Alexa había logrado lo que muchos consideraban imposible, y ahora recibía el reconocimiento por su valentía. Sin embargo, él estaba a punto de enfrentar un juicio que pondría a prueba no solo su lealtad a la familia, sino su propio destino. Con cada palabra de Aibek, el nudo en su estómago se hacía más intenso, porque, a diferencia de su hermana, él sabía que su desafío no solo era contra el Consejo, sino contra el propio linaje de los Selene.

El eco de las palabras de su padre hacía que el peso de las tradiciones lo aplastara, pero, a la vez, sus pensamientos volvían a Adriana. Su mano rozó una pequeña pulsera oculta bajo su manga, una pulsera que Adriana había hecho para él, entrelazando con amor sus cabellos dorados. La pulsera, símbolo de su unión, le recordaba por qué estaba dispuesto a luchar. Cada vez que la sentía en su piel, recordaba las palabras de Adriana: "Te doy una parte de mí para que donde estés, siempre esté contigo". Esa pulsera no era solo un objeto, era su ancla, su fuerza, su motivo para continuar.

Nunca dejaría que lo apartaran de Adriana. Aunque el juicio inminente lo aterraba y las tradiciones parecían inquebrantables, sabía que no estaba solo. Adriana, aunque no estuviera físicamente presente, lo acompañaba en cada paso. Su amor, representado en aquella pulsera, era su guía y su razón.

Inspirado por la valentía de su hermana y la devoción de Adriana, Daniel tomó una respiración profunda. Apretó la pulsera una vez más, transfiriendo toda su resolución a su corazón. No permitiría que las tradiciones rompieran su futuro con ella. Sabía que su situación era delicada, pero estaba decidido a luchar por lo que creía. Adriana era su amor, su futuro, y aunque la ceremonia estaba llegando a su fin, la verdadera batalla de Daniel apenas comenzaba.

Con una nueva claridad en su mente y determinación en su mirada, se levantó lentamente, dispuesto a avanzar hacia Alexa para felicitar a su hermana pero todo esto le hizo tener en fijo una unica meta

Lucharía hasta el último aliento para estar junto a Adriana cueste lo que cueste, porque el amor que sentía por ella superaba cualquier tradición o expectativa familiar.
Daniel Selene observaba la ceremonia con una mezcla de emociones profundas, mientras su padre, el venerado Aibek Selene, dirigía palabras llenas de orgullo hacia Alexa. Las bendiciones de la luna bañaban la sala con un resplandor plateado que parecía resonar con fuerza en su hermana, quien había desafiado las expectativas del Consejo. Sin embargo, en la mente de Daniel, no era solo la solemnidad del momento lo que ocupaba sus pensamientos. En su interior, una lucha más íntima lo atormentaba: la imagen de Adriana, la elfa del bosque a la que amaba en secreto, lo llenaba de esperanza y preocupación. Mientras su padre continuaba dirigiendo las bendiciones, Daniel sentía la presión de las expectativas familiares apretándole el pecho. Alexa había logrado lo que muchos consideraban imposible, y ahora recibía el reconocimiento por su valentía. Sin embargo, él estaba a punto de enfrentar un juicio que pondría a prueba no solo su lealtad a la familia, sino su propio destino. Con cada palabra de Aibek, el nudo en su estómago se hacía más intenso, porque, a diferencia de su hermana, él sabía que su desafío no solo era contra el Consejo, sino contra el propio linaje de los Selene. El eco de las palabras de su padre hacía que el peso de las tradiciones lo aplastara, pero, a la vez, sus pensamientos volvían a Adriana. Su mano rozó una pequeña pulsera oculta bajo su manga, una pulsera que Adriana había hecho para él, entrelazando con amor sus cabellos dorados. La pulsera, símbolo de su unión, le recordaba por qué estaba dispuesto a luchar. Cada vez que la sentía en su piel, recordaba las palabras de Adriana: "Te doy una parte de mí para que donde estés, siempre esté contigo". Esa pulsera no era solo un objeto, era su ancla, su fuerza, su motivo para continuar. Nunca dejaría que lo apartaran de Adriana. Aunque el juicio inminente lo aterraba y las tradiciones parecían inquebrantables, sabía que no estaba solo. Adriana, aunque no estuviera físicamente presente, lo acompañaba en cada paso. Su amor, representado en aquella pulsera, era su guía y su razón. Inspirado por la valentía de su hermana y la devoción de Adriana, Daniel tomó una respiración profunda. Apretó la pulsera una vez más, transfiriendo toda su resolución a su corazón. No permitiría que las tradiciones rompieran su futuro con ella. Sabía que su situación era delicada, pero estaba decidido a luchar por lo que creía. Adriana era su amor, su futuro, y aunque la ceremonia estaba llegando a su fin, la verdadera batalla de Daniel apenas comenzaba. Con una nueva claridad en su mente y determinación en su mirada, se levantó lentamente, dispuesto a avanzar hacia Alexa para felicitar a su hermana pero todo esto le hizo tener en fijo una unica meta Lucharía hasta el último aliento para estar junto a Adriana cueste lo que cueste, porque el amor que sentía por ella superaba cualquier tradición o expectativa familiar.
El ''pequeño'' festejo que habían reparado sus padres para ese día comenzaba con una, pequeña ceremonia religiosa, la cual oficiara nada menos que el partica de la familia Selene, su padre, quien estaba feliz de poder celebrar dicha fecha con su hija por fin en casa.

Había sido una ceremonia sumamente sencilla, solo personas cercanas a la familia, nobles y algunos interesados en recibir las bendiciones de un hijo de la luna del nivel del venerado Aibek Selene, conocido por sus múltiples hazañas, llevaba 12 años sin participar en ceremonias religiosas, los mismos que Alexa había estado fuera del pueblo.

Tras la terminar la ofrenda a la diosa, las oraciones, bendiciones y sanación de algunos enfermos, continuo agradeciendo por la vida de su amada hija, dedicándole algunas palabras.

-La luna brilla fuerte y en lo alto siempre para quienes la sirven con todo su ser, con mas allá de las palabras o las acciones, para sus hijos que la veneran y respetan los protege y los guía.

Mi querida Alexandra, mi pequeña niña que se a vuelto toda una mujer. Para ti, la luz de mis ojos, pido hoy que nuestra madre celestial te de la fuerza y valentía que siempre has demostrado, la pureza y amor que predicas se mantenga intacta y te bendiga con muchos mas años de vida.

No te apartes de su lado hija mía.

Tras terminar aquel discurso coloco sus manos sobre ella, iluminando la sala con un brillo casi plateado que bendigo a Alexa, después beso su coronilla ayudándola a ponerse de pie.

Me encocora
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