(mono rol) Capítulo 1: velas apagadas

Era un día tranquilo en la oficina de Etsivä. La ratoncita organizaba unos papeles mientras lanzaba miradas ocasionales al teléfono, esperando una llamada. Últimamente, los casos habían sido aburridos: solo un hurto menor y varias investigaciones de infidelidades. Nøra puso los ojos en blanco y apoyó la cabeza sobre el escritorio, con una mueca de evidente agotamiento.

—Estas semanas han sido las peores… —suspiró.

Justo cuando se disponía a levantarse para ir al ordenador, el teléfono comenzó a sonar. Abrió los ojos de golpe y se apresuró a contestar.

—Detective Etsivä, ¿en qué puedo ayudarle? —respondió de forma profesional.

Al otro lado de la línea, una voz ronca habló. Su tono mostraba cansancio y seriedad.

—Necesito que venga al bar Don Quijote ahora mismo, señorita. Requiero sus servicios detectivescos para una situación delicada... Es urgente.

La ratona movió la cola, intrigada. Esto sonaba mucho más interesante que los habituales casos de cuernos.

—¿De qué situación estamos hablando? —preguntó, con la curiosidad encendida.

El hombre al otro lado de la línea tardó unos segundos en responder.

—Alguien intentó envenenar a mi esposa, y la policía no ha sido de mucha ayuda. Creen que fue mi padre, pero sé que él no pudo haberlo hecho. Necesito que retome la investigación. Venga al bar y le daré toda la información que necesite.

La llamada se cortó de forma abrupta. Nøra se rascó la barbilla, pensativa. Sin duda, tenía un caso serio entre manos y debía actuar rápido. Agarró las llaves de su motocicleta, lista para encontrarse con su misterioso cliente.

Cuando la ratona llegó al bar, estacionó la motocicleta y entró. El local olía a una extraña mezcla de cigarrillo, vinagre y desodorante, una combinación desagradable. Nøra frunció el ceño mientras buscaba a su cliente, hasta que vio a un hombre gato haciéndole una señal para que se acercara. Ella no lo dudó y caminó hacia él, quien le dedicó una sonrisa amable.

—Hola, señorita Etsivä, fui yo quien la llamó.

Nøra se sentó frente a él, manteniendo la compostura.

—Puedo verlo. ¿Tiene más información sobre lo ocurrido con su esposa?

El hombre asintió y sacó una fotografía. En ella aparecían cinco personas, incluido él y una gata, que probablemente era su esposa.

—Sí, ocurrió durante el cumpleaños de mi esposa. Invitamos a algunos familiares, y todo iba bien, pero en medio de la cena, justo antes de cortar el pastel, ella se desmayó. Llamamos a la ambulancia y encontraron rastros de cianuro en su boca. La policía intervino de inmediato y, tras algunas investigaciones, concluyeron que mi padre fue el único que pudo haber manipulado la comida, ya que él se encargó de prepararla.

Nøra levantó una ceja, manteniendo la mirada fija en su cliente. El hombre suspiró al ver su expresión de duda.

—Pero yo sé que él no fue, y mi esposa también lo sabe. Es el último en la lista de sospechosos. Por favor, ayúdeme a descubrir la verdad.

Ante la determinación del hombre, la ratona esbozó una pequeña sonrisa y asintió.

—No se preocupe, cuente con mi ayuda. Por cierto, usted es...

El hombre tosió ligeramente antes de responder con tono cortés:

—Perdón por no haberme presentado antes. Mi nombre es Junzo Mahuver. Un placer conocerla, señorita.

Nøra sonrió, un poco apenada por no haber preguntado antes, mientras Junzo soltaba una pequeña risa.

—Acompáñeme a la casa. He hablado con los invitados de ese día y vendrán hoy. Tal vez con su ayuda podamos resolver este asunto de una vez por todas.

Junzo pagó la cuenta, y ambos se dirigieron hacia el coche del señor. Nøra echó un vistazo de reojo a su motocicleta. Podría venir a buscarla más tarde pensó ella. La roedora subió al asiento del pasajero y el hombre no tardó demasiado en arrancar el auto y emprender rumbo hacia el lugar del crimen. Nøra miró por la ventana cómo el bar se hacía cada vez más pequeño. Algo en su interior le decía que este caso iba a ser largo.
(mono rol) Capítulo 1: velas apagadas Era un día tranquilo en la oficina de Etsivä. La ratoncita organizaba unos papeles mientras lanzaba miradas ocasionales al teléfono, esperando una llamada. Últimamente, los casos habían sido aburridos: solo un hurto menor y varias investigaciones de infidelidades. Nøra puso los ojos en blanco y apoyó la cabeza sobre el escritorio, con una mueca de evidente agotamiento. —Estas semanas han sido las peores… —suspiró. Justo cuando se disponía a levantarse para ir al ordenador, el teléfono comenzó a sonar. Abrió los ojos de golpe y se apresuró a contestar. —Detective Etsivä, ¿en qué puedo ayudarle? —respondió de forma profesional. Al otro lado de la línea, una voz ronca habló. Su tono mostraba cansancio y seriedad. —Necesito que venga al bar Don Quijote ahora mismo, señorita. Requiero sus servicios detectivescos para una situación delicada... Es urgente. La ratona movió la cola, intrigada. Esto sonaba mucho más interesante que los habituales casos de cuernos. —¿De qué situación estamos hablando? —preguntó, con la curiosidad encendida. El hombre al otro lado de la línea tardó unos segundos en responder. —Alguien intentó envenenar a mi esposa, y la policía no ha sido de mucha ayuda. Creen que fue mi padre, pero sé que él no pudo haberlo hecho. Necesito que retome la investigación. Venga al bar y le daré toda la información que necesite. La llamada se cortó de forma abrupta. Nøra se rascó la barbilla, pensativa. Sin duda, tenía un caso serio entre manos y debía actuar rápido. Agarró las llaves de su motocicleta, lista para encontrarse con su misterioso cliente. Cuando la ratona llegó al bar, estacionó la motocicleta y entró. El local olía a una extraña mezcla de cigarrillo, vinagre y desodorante, una combinación desagradable. Nøra frunció el ceño mientras buscaba a su cliente, hasta que vio a un hombre gato haciéndole una señal para que se acercara. Ella no lo dudó y caminó hacia él, quien le dedicó una sonrisa amable. —Hola, señorita Etsivä, fui yo quien la llamó. Nøra se sentó frente a él, manteniendo la compostura. —Puedo verlo. ¿Tiene más información sobre lo ocurrido con su esposa? El hombre asintió y sacó una fotografía. En ella aparecían cinco personas, incluido él y una gata, que probablemente era su esposa. —Sí, ocurrió durante el cumpleaños de mi esposa. Invitamos a algunos familiares, y todo iba bien, pero en medio de la cena, justo antes de cortar el pastel, ella se desmayó. Llamamos a la ambulancia y encontraron rastros de cianuro en su boca. La policía intervino de inmediato y, tras algunas investigaciones, concluyeron que mi padre fue el único que pudo haber manipulado la comida, ya que él se encargó de prepararla. Nøra levantó una ceja, manteniendo la mirada fija en su cliente. El hombre suspiró al ver su expresión de duda. —Pero yo sé que él no fue, y mi esposa también lo sabe. Es el último en la lista de sospechosos. Por favor, ayúdeme a descubrir la verdad. Ante la determinación del hombre, la ratona esbozó una pequeña sonrisa y asintió. —No se preocupe, cuente con mi ayuda. Por cierto, usted es... El hombre tosió ligeramente antes de responder con tono cortés: —Perdón por no haberme presentado antes. Mi nombre es Junzo Mahuver. Un placer conocerla, señorita. Nøra sonrió, un poco apenada por no haber preguntado antes, mientras Junzo soltaba una pequeña risa. —Acompáñeme a la casa. He hablado con los invitados de ese día y vendrán hoy. Tal vez con su ayuda podamos resolver este asunto de una vez por todas. Junzo pagó la cuenta, y ambos se dirigieron hacia el coche del señor. Nøra echó un vistazo de reojo a su motocicleta. Podría venir a buscarla más tarde pensó ella. La roedora subió al asiento del pasajero y el hombre no tardó demasiado en arrancar el auto y emprender rumbo hacia el lugar del crimen. Nøra miró por la ventana cómo el bar se hacía cada vez más pequeño. Algo en su interior le decía que este caso iba a ser largo.
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