Una noche no como otra cualquiera
Para Dalia, trabajar en el bar nunca fue un problema, sobretodo en la noche. Ya estaba acostumbrada a que fuese tranquilo sin ningún problema de por medio.
Aunque, esa noche cambió.
Mientras se disponía a limpiar la barra libre que tenía para las personas que vendrían la campanita la hizo desconectar de su mundo y subir la cabeza. Un hombre misterioso llamó la atención de la peli morena y rápidamente entró en pánico cuando iba con aquel pasamontañas y una navaja en la mano acercándose a la chica y pasando por detrás de ella posándo aquella afilada en el cuello y con un tono amenazante susurró.
— Vamos, maldita zorra. ¿A qué esperas para abrir la caja registradora?
Dalia se veía tan débil, tan indefensa. Parecía un gatito en apuros, no sabía que hacer y tenía miedo, mucho miedo. Si no hacía algo iba a ser su fin, sus manos temblaban intentando abrir la caja pero el más mayor impaciente estaba a punto de cortarle el cuello cuando alguien entró al bar.
Aunque, esa noche cambió.
Mientras se disponía a limpiar la barra libre que tenía para las personas que vendrían la campanita la hizo desconectar de su mundo y subir la cabeza. Un hombre misterioso llamó la atención de la peli morena y rápidamente entró en pánico cuando iba con aquel pasamontañas y una navaja en la mano acercándose a la chica y pasando por detrás de ella posándo aquella afilada en el cuello y con un tono amenazante susurró.
— Vamos, maldita zorra. ¿A qué esperas para abrir la caja registradora?
Dalia se veía tan débil, tan indefensa. Parecía un gatito en apuros, no sabía que hacer y tenía miedo, mucho miedo. Si no hacía algo iba a ser su fin, sus manos temblaban intentando abrir la caja pero el más mayor impaciente estaba a punto de cortarle el cuello cuando alguien entró al bar.
Para Dalia, trabajar en el bar nunca fue un problema, sobretodo en la noche. Ya estaba acostumbrada a que fuese tranquilo sin ningún problema de por medio.
Aunque, esa noche cambió.
Mientras se disponía a limpiar la barra libre que tenía para las personas que vendrían la campanita la hizo desconectar de su mundo y subir la cabeza. Un hombre misterioso llamó la atención de la peli morena y rápidamente entró en pánico cuando iba con aquel pasamontañas y una navaja en la mano acercándose a la chica y pasando por detrás de ella posándo aquella afilada en el cuello y con un tono amenazante susurró.
— Vamos, maldita zorra. ¿A qué esperas para abrir la caja registradora?
Dalia se veía tan débil, tan indefensa. Parecía un gatito en apuros, no sabía que hacer y tenía miedo, mucho miedo. Si no hacía algo iba a ser su fin, sus manos temblaban intentando abrir la caja pero el más mayor impaciente estaba a punto de cortarle el cuello cuando alguien entró al bar.
Tipo
Individual
Líneas
Cualquier línea
Estado
Disponible