• 饾櫠饾殜饾殱饾殬饾殐饾殠饾殯饾殜饾殭饾殥饾殜 •
”饾悆饾悶饾惉饾惄饾惍é饾惉 饾悵饾悶 饾惌饾惃饾悵饾惃, 饾悶饾惈饾悶饾惉 饾惍饾惂饾悮 饾悰饾惍饾悶饾惂饾悮 饾悳饾悺饾悽饾悳饾悮"
Daba pequeñas caricias hacia aquella felina, que, ronroneando restregaba su carita en la del hombre ruso.
Kiev, había hablado con Rubí. Ella le aconsejo algo. La GatoTerapia, aunque se notaba a lenguas que era una clase de engaño, el se quedó escuchándola.
Y en cerrar de ojos, prácticamente la pelirroja, ahora pelinegra, dejo a su gata Hanna en sus brazos, para luego huir. Fue difícil tratar con la gata, quien solo se dedicaba a morderle la cara o los dedos. Pero en poco tiempo, ambos llegaron acostumbrarse con la presencia del otro. Y ahora, la quería tanto que no dudaba hacer algún gasto en sus comidas, o algún accesorio, entre ellos, muchos juguetes que solo usaba una vez. Ahora entendía porque Ryan amaba a esa pequeña felina.
”饾悆饾悶饾惉饾惄饾惍é饾惉 饾悵饾悶 饾惌饾惃饾悵饾惃, 饾悶饾惈饾悶饾惉 饾惍饾惂饾悮 饾悰饾惍饾悶饾惂饾悮 饾悳饾悺饾悽饾悳饾悮"
Daba pequeñas caricias hacia aquella felina, que, ronroneando restregaba su carita en la del hombre ruso.
Kiev, había hablado con Rubí. Ella le aconsejo algo. La GatoTerapia, aunque se notaba a lenguas que era una clase de engaño, el se quedó escuchándola.
Y en cerrar de ojos, prácticamente la pelirroja, ahora pelinegra, dejo a su gata Hanna en sus brazos, para luego huir. Fue difícil tratar con la gata, quien solo se dedicaba a morderle la cara o los dedos. Pero en poco tiempo, ambos llegaron acostumbrarse con la presencia del otro. Y ahora, la quería tanto que no dudaba hacer algún gasto en sus comidas, o algún accesorio, entre ellos, muchos juguetes que solo usaba una vez. Ahora entendía porque Ryan amaba a esa pequeña felina.
• 饾櫠饾殜饾殱饾殬饾殐饾殠饾殯饾殜饾殭饾殥饾殜 •
”饾悆饾悶饾惉饾惄饾惍é饾惉 饾悵饾悶 饾惌饾惃饾悵饾惃, 饾悶饾惈饾悶饾惉 饾惍饾惂饾悮 饾悰饾惍饾悶饾惂饾悮 饾悳饾悺饾悽饾悳饾悮"
Daba pequeñas caricias hacia aquella felina, que, ronroneando restregaba su carita en la del hombre ruso.
Kiev, había hablado con Rubí. Ella le aconsejo algo. La GatoTerapia, aunque se notaba a lenguas que era una clase de engaño, el se quedó escuchándola.
Y en cerrar de ojos, prácticamente la pelirroja, ahora pelinegra, dejo a su gata Hanna en sus brazos, para luego huir. Fue difícil tratar con la gata, quien solo se dedicaba a morderle la cara o los dedos. Pero en poco tiempo, ambos llegaron acostumbrarse con la presencia del otro. Y ahora, la quería tanto que no dudaba hacer algún gasto en sus comidas, o algún accesorio, entre ellos, muchos juguetes que solo usaba una vez. Ahora entendía porque Ryan amaba a esa pequeña felina.
