Yuki despertó con el roce suave de la luz filtrándose a través de los cristales.

Su cuerpo aún estaba inmerso en la tibieza de las sábanas cuando, al abrir los ojos, notó el peso de otra presencia a su lado.

Giró la cabeza con una lentitud casi dolorosa, como si al evitar el momento pudiera negar lo que sabía que encontraría: Geto. Su cabello negro desparramado sobre la almohada, respirando profundamente, envuelto en una paz que contrastaba brutalmente con el torbellino que empezaba a formarse en su pecho.

Un nudo se apretó en su garganta.

Otra vez.

Esta era la segunda vez que compartían la cama y, aunque había disfrutado cada instante de la noche anterior, un pensamiento se instalaba con firmeza: no debería haber pasado.

Aún medio adormecida, su mente comenzó a recoger los retazos de lo sucedido. Risas que flotaban en el aire, el calor creciente entre ellos, las caricias que se volvieron urgentes, incontrolables. Había sido tan fácil dejarse llevar, como si algo inevitable los atrajera mutuamente.

Pero esa atracción... Yuki lo sabía bien, no era amor. No era lo que ella quería de él. Su conexión con Geto era una chispa violenta, pura química, un deseo que encendía su piel, pero su corazón... su corazón no estaba involucrado... ¿o sí? No, no podía ser, no quería que así fuera.

¿Qué estoy haciendo? se preguntó mientras el eco de la noche reverberaba en su mente. Quería creer que no sentía nada por él más allá de lo físico, y eso lo hacía peor. Esto no era el comienzo de algo más profundo, ni la semilla de una relación. Era simplemente lo que era: un acto impulsivo, placentero, pero vacío de significado.

Yuki exhaló suavemente, cuidando de no despertarlo. Sentía el peso del error hundiéndose en su pecho, pero también un anhelo sutil de escapar antes de que la realidad se volviera insoportable. Deslizó las sábanas con cuidado, permitiendo que el aire fresco de la mañana acariciara su piel desnuda.

«𝐒𝐔𝐆𝐔𝐑𝐔 𝐆𝐄𝐓𝐎»
Yuki despertó con el roce suave de la luz filtrándose a través de los cristales. Su cuerpo aún estaba inmerso en la tibieza de las sábanas cuando, al abrir los ojos, notó el peso de otra presencia a su lado. Giró la cabeza con una lentitud casi dolorosa, como si al evitar el momento pudiera negar lo que sabía que encontraría: Geto. Su cabello negro desparramado sobre la almohada, respirando profundamente, envuelto en una paz que contrastaba brutalmente con el torbellino que empezaba a formarse en su pecho. Un nudo se apretó en su garganta. Otra vez. Esta era la segunda vez que compartían la cama y, aunque había disfrutado cada instante de la noche anterior, un pensamiento se instalaba con firmeza: no debería haber pasado. Aún medio adormecida, su mente comenzó a recoger los retazos de lo sucedido. Risas que flotaban en el aire, el calor creciente entre ellos, las caricias que se volvieron urgentes, incontrolables. Había sido tan fácil dejarse llevar, como si algo inevitable los atrajera mutuamente. Pero esa atracción... Yuki lo sabía bien, no era amor. No era lo que ella quería de él. Su conexión con Geto era una chispa violenta, pura química, un deseo que encendía su piel, pero su corazón... su corazón no estaba involucrado... ¿o sí? No, no podía ser, no quería que así fuera. ¿Qué estoy haciendo? se preguntó mientras el eco de la noche reverberaba en su mente. Quería creer que no sentía nada por él más allá de lo físico, y eso lo hacía peor. Esto no era el comienzo de algo más profundo, ni la semilla de una relación. Era simplemente lo que era: un acto impulsivo, placentero, pero vacío de significado. Yuki exhaló suavemente, cuidando de no despertarlo. Sentía el peso del error hundiéndose en su pecho, pero también un anhelo sutil de escapar antes de que la realidad se volviera insoportable. Deslizó las sábanas con cuidado, permitiendo que el aire fresco de la mañana acariciara su piel desnuda. «[GetoSuguru]»
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