—Escuchó de aquella tradición de la familia del primer hombre. Y como se antiguo que era, sabía respetarlas... Una ofrenda... Algo de valor incalculable... Alduin supo bien de que se trataba, y lo que le ofreció fue precisamente su propia vida. No en sentido literal, no tendría sentido morir por qué si, además de no poder hacerlo precisamente.
Lo que le ofrecería sería algo que era la base del poder para los dragones de Skyrim, una palabra. Una que todos conocían pero nadie poseía su conocimiento y por lo tanto en labios de cualquiera no era más que eso, una palabra.

—Alduin—pronunció el dragón y su nombre quedó grabado en las rocas en el idioma de los dragones, emanado una poderosa aura, con el hocico dio un pequeño empujón al primer hombre y al igual que el dovhakiin la palabra se vio absorvida— Has aprendido mi nombre, pero ahora necesitas la esencia del alma de un dovah para comprender todo su conocimiento. —y esa era otra parte de su regalo, una parte de su propia alma para que Adán pudiera ver en su mente claramente lo que era "Alduin".
En el mismo instante que aquella parte del alma del devorador de mundos, entrase en el cuerpo del ángel, se daría cuenta que no era una palabra si no tres:
—Al = Maestro
—Du = Destructor
—In = Devorador
Y tan pronto como esas palabras tomaron forma, en la mente del primer hombre aw dibujarían uno por uno todos los recuerdos del propio Alduin, que comenzaron a pasar como si se una película se tratase, vio la primera vez que Alduin despertó y como este nunca fue una cria si no que nació ya adulto. Lo vería volar por primera vez sobre el cielo recién creado de una Tamriel incompleta, observando como los continentes de ese mundo se formaban a su alrededor, como solo estaban él y su creador, Akatosh el dios del tiempo, hasta que el resto de Dioses comenzaron a surgir.
Como la siguiente obra de Akatosh, la versión propia de los dinosaurios de Tamriel fue creada. Como Alduin los observaba con curiosidad durante centenares de años, sintiendose un poco menos solo, aunque fuera rodeado de bestias. Pero, pronto el dragón negro como la noche, conocería el por qué fue creado ya que Akatosh se hartó de tan simple obra y le encomendó finalizar su ciclo para poder crear algo mejor. Se percataría como con cada nuevo ciclo de creación y destrucción, el dragón cumplía con desagrado o al menos hasta que comenzó a alejarse para que se este modo, cada vez que debía de llevar a cabo su misión de vida, simplemente lo sintiera como trabajo de oficina.
Tras esto, llegaron el resto de dragones, a los que Alduin dio sabiduría y civilización para que fueran sus iguales, estos terminaron a su ordenes y llegó la humanidad. Para aquel entonces, tantas veces había arrasado el mundo que se forzaba a odiar todo lo que en él vivía, tanta wea para entonces su amargura que incluso sus compañeros dejaron de verlo como a un amigo, y simplemente fue su gobernante.
Entonces caprichosamente fue creado el dovhakiin. El humano capaz de absorber el alma de los dragones y enemigo natural de Alduin, quien a esas alturas quedaba más que claro que, el dragón negro se trataba ni más ni menos que la propia muerte. Aquel final al que todo llegaba algún día, lo único inevitable en este y cualquier mundo. Adán vería todos y cada uno de sus enfrentamientos y como finalmente se le ordenaba dejar que su enemigo absorviera su alma, pues está quedaba libre una vez el dovhakiin moría, siendo así que Alduin simplemente se "dormía".
Aquel ciclo se repetía una y otra vez, cada vez más amargado, solo y enfurecido. Hasta que en una ocasión, desobedeció las órdenes de dejarse vencer y devoró primero el alma del sangre de dragón y luego el del resto de vida del planeta, incluyendo los dioses y su creador. Como tras esto escapó llegando al infierno donde a abó durmiendo hasta que en uno de los exterminios cielo e infierno pelearon a la vez, y él volvió a traer destrucción, finalizando su trayecto en el cielo, donde finalmente conocería a su pareja. Aquel que le recordó quién una vez fue y quien podía volver a ser ahora que era libre.
Por ello, Alduin le había concedido con aquello, no solo la capacidad de invocarlo en cualquier lugar, acababa de entregarle su propia vida, todos aquellos secretos que nunca contó a nadie, todos sus recuerdos y todo lo que era, es y sería, ahora pertenecían a Adán—
—Escuchó de aquella tradición de la familia del primer hombre. Y como se antiguo que era, sabía respetarlas... Una ofrenda... Algo de valor incalculable... Alduin supo bien de que se trataba, y lo que le ofreció fue precisamente su propia vida. No en sentido literal, no tendría sentido morir por qué si, además de no poder hacerlo precisamente. Lo que le ofrecería sería algo que era la base del poder para los dragones de Skyrim, una palabra. Una que todos conocían pero nadie poseía su conocimiento y por lo tanto en labios de cualquiera no era más que eso, una palabra. —Alduin—pronunció el dragón y su nombre quedó grabado en las rocas en el idioma de los dragones, emanado una poderosa aura, con el hocico dio un pequeño empujón al primer hombre y al igual que el dovhakiin la palabra se vio absorvida— Has aprendido mi nombre, pero ahora necesitas la esencia del alma de un dovah para comprender todo su conocimiento. —y esa era otra parte de su regalo, una parte de su propia alma para que Adán pudiera ver en su mente claramente lo que era "Alduin". En el mismo instante que aquella parte del alma del devorador de mundos, entrase en el cuerpo del ángel, se daría cuenta que no era una palabra si no tres: —Al = Maestro —Du = Destructor —In = Devorador Y tan pronto como esas palabras tomaron forma, en la mente del primer hombre aw dibujarían uno por uno todos los recuerdos del propio Alduin, que comenzaron a pasar como si se una película se tratase, vio la primera vez que Alduin despertó y como este nunca fue una cria si no que nació ya adulto. Lo vería volar por primera vez sobre el cielo recién creado de una Tamriel incompleta, observando como los continentes de ese mundo se formaban a su alrededor, como solo estaban él y su creador, Akatosh el dios del tiempo, hasta que el resto de Dioses comenzaron a surgir. Como la siguiente obra de Akatosh, la versión propia de los dinosaurios de Tamriel fue creada. Como Alduin los observaba con curiosidad durante centenares de años, sintiendose un poco menos solo, aunque fuera rodeado de bestias. Pero, pronto el dragón negro como la noche, conocería el por qué fue creado ya que Akatosh se hartó de tan simple obra y le encomendó finalizar su ciclo para poder crear algo mejor. Se percataría como con cada nuevo ciclo de creación y destrucción, el dragón cumplía con desagrado o al menos hasta que comenzó a alejarse para que se este modo, cada vez que debía de llevar a cabo su misión de vida, simplemente lo sintiera como trabajo de oficina. Tras esto, llegaron el resto de dragones, a los que Alduin dio sabiduría y civilización para que fueran sus iguales, estos terminaron a su ordenes y llegó la humanidad. Para aquel entonces, tantas veces había arrasado el mundo que se forzaba a odiar todo lo que en él vivía, tanta wea para entonces su amargura que incluso sus compañeros dejaron de verlo como a un amigo, y simplemente fue su gobernante. Entonces caprichosamente fue creado el dovhakiin. El humano capaz de absorber el alma de los dragones y enemigo natural de Alduin, quien a esas alturas quedaba más que claro que, el dragón negro se trataba ni más ni menos que la propia muerte. Aquel final al que todo llegaba algún día, lo único inevitable en este y cualquier mundo. Adán vería todos y cada uno de sus enfrentamientos y como finalmente se le ordenaba dejar que su enemigo absorviera su alma, pues está quedaba libre una vez el dovhakiin moría, siendo así que Alduin simplemente se "dormía". Aquel ciclo se repetía una y otra vez, cada vez más amargado, solo y enfurecido. Hasta que en una ocasión, desobedeció las órdenes de dejarse vencer y devoró primero el alma del sangre de dragón y luego el del resto de vida del planeta, incluyendo los dioses y su creador. Como tras esto escapó llegando al infierno donde a abó durmiendo hasta que en uno de los exterminios cielo e infierno pelearon a la vez, y él volvió a traer destrucción, finalizando su trayecto en el cielo, donde finalmente conocería a su pareja. Aquel que le recordó quién una vez fue y quien podía volver a ser ahora que era libre. Por ello, Alduin le había concedido con aquello, no solo la capacidad de invocarlo en cualquier lugar, acababa de entregarle su propia vida, todos aquellos secretos que nunca contó a nadie, todos sus recuerdos y todo lo que era, es y sería, ahora pertenecían a Adán—
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