Es una cafetería pequeña y acogedora, situada en la parte céntrica de un pueblo igual de pequeño y acogedor. Thomas, sentado en una mesa junto a la ventana, acaricia suavemente la taza de café que reposa sobre la mesa, frente a él. La observa, siente su aroma. Siente su calor. Y piensa.
Han sido días extraños.
Desde hace una semana, le persigue una melancolía cuya causa no logra identificar, pero la siente tan arraigada y autentica que no encuentra la fuerza para lidiar con ella.
Suspira. Un suspiro más. Y la campanilla en la esquina de la puerta le distrae de las sombras en la superficie del café. Lleva la mirada a la entrada y su corazón da un brinco, pero no es la causa aquella figura encapuchada que acaba de llegar, es su olor; demasiado familiar. ¿Quién es...?
Han sido días extraños.
Desde hace una semana, le persigue una melancolía cuya causa no logra identificar, pero la siente tan arraigada y autentica que no encuentra la fuerza para lidiar con ella.
Suspira. Un suspiro más. Y la campanilla en la esquina de la puerta le distrae de las sombras en la superficie del café. Lleva la mirada a la entrada y su corazón da un brinco, pero no es la causa aquella figura encapuchada que acaba de llegar, es su olor; demasiado familiar. ¿Quién es...?
Es una cafetería pequeña y acogedora, situada en la parte céntrica de un pueblo igual de pequeño y acogedor. Thomas, sentado en una mesa junto a la ventana, acaricia suavemente la taza de café que reposa sobre la mesa, frente a él. La observa, siente su aroma. Siente su calor. Y piensa.
Han sido días extraños.
Desde hace una semana, le persigue una melancolía cuya causa no logra identificar, pero la siente tan arraigada y autentica que no encuentra la fuerza para lidiar con ella.
Suspira. Un suspiro más. Y la campanilla en la esquina de la puerta le distrae de las sombras en la superficie del café. Lleva la mirada a la entrada y su corazón da un brinco, pero no es la causa aquella figura encapuchada que acaba de llegar, es su olor; demasiado familiar. ¿Quién es...?