Nikolai observaba cómo las sombras se alargaban sobre las paredes de su apartamento mientras el sol continuaba su lento recorrido. El fin de semana siempre significaba lo mismo: un encierro forzado, lejos de la luz. No era algo que le molestara en exceso, pero el silencio le daba demasiado tiempo para pensar. Afuera, el mundo seguía girando bajo el sol, mientras él permanecía apartado, esperando la llegada de la noche.
Dejó el libro que tenía en las manos y se dejó caer sobre el sofá. Sus pensamientos pronto volaron hacia sus hermanos. Vikesh, sin duda, estaría sumergido en algo serio, tal vez revisando documentos importantes o estudiando algún texto antiguo. Siempre meticuloso, siempre calculador. Nikolai sonrió al imaginar el ceño fruncido de Vikesh, totalmente inmerso en sus responsabilidades. Era predecible, pero en cierto modo, eso lo tranquilizaba.
Ivanov, por otro lado, era una incógnita. Nikolai no tenía idea de qué podría estar haciendo su hermano. Ivanov siempre parecía ir por donde el viento lo llevara. Podría estar en la ciudad, en alguna fiesta clandestina, o tal vez simplemente paseando sin rumbo bajo la luz de las farolas. Era imposible saberlo con certeza, y eso, en cierto modo, lo intrigaba y preocupaba a la vez.
Suspiró y cerró los ojos, permitiendo que la quietud del apartamento lo envolviera. A pesar de sus diferencias y la distancia que a veces sentía con ellos, el pensamiento de sus hermanos le traía una sensación de consuelo. Pronto, la noche llegaría, y con ella, la libertad que tanto ansiaba. Por ahora, solo quedaba esperar.
Dejó el libro que tenía en las manos y se dejó caer sobre el sofá. Sus pensamientos pronto volaron hacia sus hermanos. Vikesh, sin duda, estaría sumergido en algo serio, tal vez revisando documentos importantes o estudiando algún texto antiguo. Siempre meticuloso, siempre calculador. Nikolai sonrió al imaginar el ceño fruncido de Vikesh, totalmente inmerso en sus responsabilidades. Era predecible, pero en cierto modo, eso lo tranquilizaba.
Ivanov, por otro lado, era una incógnita. Nikolai no tenía idea de qué podría estar haciendo su hermano. Ivanov siempre parecía ir por donde el viento lo llevara. Podría estar en la ciudad, en alguna fiesta clandestina, o tal vez simplemente paseando sin rumbo bajo la luz de las farolas. Era imposible saberlo con certeza, y eso, en cierto modo, lo intrigaba y preocupaba a la vez.
Suspiró y cerró los ojos, permitiendo que la quietud del apartamento lo envolviera. A pesar de sus diferencias y la distancia que a veces sentía con ellos, el pensamiento de sus hermanos le traía una sensación de consuelo. Pronto, la noche llegaría, y con ella, la libertad que tanto ansiaba. Por ahora, solo quedaba esperar.
Nikolai observaba cómo las sombras se alargaban sobre las paredes de su apartamento mientras el sol continuaba su lento recorrido. El fin de semana siempre significaba lo mismo: un encierro forzado, lejos de la luz. No era algo que le molestara en exceso, pero el silencio le daba demasiado tiempo para pensar. Afuera, el mundo seguía girando bajo el sol, mientras él permanecía apartado, esperando la llegada de la noche.
Dejó el libro que tenía en las manos y se dejó caer sobre el sofá. Sus pensamientos pronto volaron hacia sus hermanos. Vikesh, sin duda, estaría sumergido en algo serio, tal vez revisando documentos importantes o estudiando algún texto antiguo. Siempre meticuloso, siempre calculador. Nikolai sonrió al imaginar el ceño fruncido de Vikesh, totalmente inmerso en sus responsabilidades. Era predecible, pero en cierto modo, eso lo tranquilizaba.
Ivanov, por otro lado, era una incógnita. Nikolai no tenía idea de qué podría estar haciendo su hermano. Ivanov siempre parecía ir por donde el viento lo llevara. Podría estar en la ciudad, en alguna fiesta clandestina, o tal vez simplemente paseando sin rumbo bajo la luz de las farolas. Era imposible saberlo con certeza, y eso, en cierto modo, lo intrigaba y preocupaba a la vez.
Suspiró y cerró los ojos, permitiendo que la quietud del apartamento lo envolviera. A pesar de sus diferencias y la distancia que a veces sentía con ellos, el pensamiento de sus hermanos le traía una sensación de consuelo. Pronto, la noche llegaría, y con ella, la libertad que tanto ansiaba. Por ahora, solo quedaba esperar.