Mairsile llegó a la colina al amanecer, con la primera luz del día bañando el paisaje. El viaje había durado solo una semana, y aunque no fue particularmente arduo, la visión de las murallas de Estrella Blanca a lo lejos le llenó de una gran satisfacción.

Las murallas de piedra blanca resplandecían suavemente bajo la luz dorada del alba, destacándose contra el cielo despejado. El perfil de la ciudad, con sus torres almenadas y murallas imponentes, se alzaba con una majestuosidad que Mairsile había anhelado ver de cerca.

Con el sol comenzando a elevarse, Mairsile descendió por el sendero que llevaba a la entrada principal. A medida que se acercaba, el bullicio de la ciudad se hacía más evidente, con el sonido de las actividades diarias ya en marcha. Los guardias, vestidos con sus armaduras relucientes, estaban listos para recibir a los visitantes mientras el gran portón de hierro se abría para permitirles el paso.

Al cruzar el umbral, Mairsile fue recibido por el vibrante corazón de Estrella Blanca. Las calles adoquinadas estaban llenas de vida, con mercaderes que ya habían comenzado a montar sus puestos y el aroma de pan recién horneado en el aire. Con una mezcla de anticipación y alivio, Mairsile se adentró en la ciudad, listo para comenzar una nueva etapa de su aventura.
Mairsile llegó a la colina al amanecer, con la primera luz del día bañando el paisaje. El viaje había durado solo una semana, y aunque no fue particularmente arduo, la visión de las murallas de Estrella Blanca a lo lejos le llenó de una gran satisfacción. Las murallas de piedra blanca resplandecían suavemente bajo la luz dorada del alba, destacándose contra el cielo despejado. El perfil de la ciudad, con sus torres almenadas y murallas imponentes, se alzaba con una majestuosidad que Mairsile había anhelado ver de cerca. Con el sol comenzando a elevarse, Mairsile descendió por el sendero que llevaba a la entrada principal. A medida que se acercaba, el bullicio de la ciudad se hacía más evidente, con el sonido de las actividades diarias ya en marcha. Los guardias, vestidos con sus armaduras relucientes, estaban listos para recibir a los visitantes mientras el gran portón de hierro se abría para permitirles el paso. Al cruzar el umbral, Mairsile fue recibido por el vibrante corazón de Estrella Blanca. Las calles adoquinadas estaban llenas de vida, con mercaderes que ya habían comenzado a montar sus puestos y el aroma de pan recién horneado en el aire. Con una mezcla de anticipación y alivio, Mairsile se adentró en la ciudad, listo para comenzar una nueva etapa de su aventura.
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